Editoriales > ANÁLISIS

El amor innombrable

Oscar Wilde fue exhibido por el marqués de Queensberry, Lord Alfred Douglas, debido a la relación que sostenía con su hijo. Le envió una tarjeta diciéndole: “Para Óscar Wilde por alardear de sodomita”, por lo que el escritor lo demandó por difamación, con el resultado de que el juez encontró que la calificación estaba bien aplicada y lo condenó a dos años de prisión, a partir de lo cual, el artista mimado de la sociedad londinense inició un declive que lo llevó a la soledad, el vicio y la miseria. La ironía que manejaba magistralmente se le vino encima

Difícilmente un joven de secundaria puede dejar de arrobarse y conmoverse con El Príncipe Feliz, El pescador y su alma, El gigante egoísta, El cumpleaños de una infanta, El ruiseñor y la rosa, El fantasma de Canterville, La importancia de llamarse Ernesto cuentos de bordado muy fino que dejan una experiencia vital prácticamente imborrable. Las escribió el hombre más elegante y snob de su tiempo que luego fue vulgar y miserable. 

Cuando Oscar Wlde expresó que: “Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil, en tanto que no la admire. Todo arte es completamente inútil”. Manifestando con ello que el fin único del arte es la creación de belleza, belleza espléndida y magnífica que debe pasar por el tamiz de lo armonioso, lo sorprendente y, ocasionalmente a lo magistral. Tan magistral como las obras de este escritor irlandés que escribió de todo.

El amor innombrable

Hizo poesía, cuentos, novela, teatro, sin dejar de incursionar en el ensayo, quien sabe si como reto o sin saberlo, puesto que se declaraba muy poco práctico y le daban tedio la cátedra en las pocas veces que la ocupó. Su frase favorita era: “El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte”. Para dejar a los críticos la responsabilidad de definir qué es arte y qué no. Decía: “La más elevada, así como la más baja de las formas de crítica, son una manera de autobiografía. Los que encuentran intenciones feas en cosas bellas, están corrompidos sin ser encantadores. Es un defecto”.

Oscar Wilde fue exhibido por el marqués de Queensberry, Lord Alfred Douglas, debido a la relación que sostenía con su hijo. Le envió una tarjeta diciéndole: “Para Óscar Wilde por alardear de sodomita”, por lo que el escritor lo demandó por difamación, con el resultado de que el juez encontró que la calificación estaba bien aplicada y lo condenó a dos años de prisión, a partir de lo cual, el artista mimado de la sociedad londinense inició un declive que lo llevó a la soledad, el vicio y la miseria. La ironía que manejaba magistralmente se le vino encima.

En prisión, cuando el hijo del marqués se alejó, escribió “Yo te ofrendé mi vida y tú la tiraste para satisfacer las más bajas y depreciables de las pasiones humanas: el odio, la vanidad y los apetitos. En menos de tres años, destruiste en mí todo respeto. Ya no me quedaba en mi propio interés, otra cosa que hacer sino amarte”. Un amor infructuoso.

Llano de amargura escribió dentro de su narrativa con el título De profundis: “El amor que no se atreve a pronunciar su nombre en este siglo es el gran afecto que un hombre mayor siente por uno más joven, como era el caso entre David y Jhonatan, como aquel en que se basó Platón para edificar su pensamiento filosófico (…) Es hermoso, es bello, es la forma de afecto más noble, perfectamente natural. Es intelectual y frecuentemente se da entre jóvenes y hombres mayores, cuando estos últimos poseen un intelecto y los otros poseen la alegría, la esperanza y el atractivo de toda una vida ante sí. Por eso el mundo no lo comprende y se burla. E incluso a veces llega a poner a alguien en la picota”. Todo inútil.

Renombrados intelectuales de su época abogaron por su libertad; pero, el juez fue inflexible. Recobrada ésta, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, los quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Sólo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss puso música a su drama Salomé, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la casi totalidad de su producción literaria.

Falleció el 30 de noviembre de 1900 en París, Francia. El ingenio de este escritor se ha venido revalorando al paso del tiempo y ha recibido reconocimientos post mortem. Oscar, el gran genio, fue de la gloria al infierno por un amor innombrable en una época de intolerancia e injusticia.