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Más cuando la firma del nuevo tratado comercial de México con Estados Unidos y Canadá va viento en popa

Cualquier persona tiene derecho a decir lo que se le venga en gana, excepto quienes tienen alguna responsabilidad política, social, doctrinaria o magistral. Ahí la cosas cambia y cada afirmación que se haga debe estar avalada por datos duros y mucha sensatez. Hablar de crisis, de recesión, de mala economía, de decisiones equivocadas, sin poder probarlo fehacientemente con el lápiz en la mano, nomás porque una persona o dos no caen bien, además de absurdo viene a resultar tonto.

Personajes de la más diversas ideología y muchos de ellos de posición muy elevada en el mundo de la política y la economía, han venido a México para conocer lo que se está haciendo y en su gran mayoría, no sólo se van satisfechos y admirados, sino que algunos han calificado al régimen como una de las últimas esperanzas para detener el tsunami del capitalismo salvaje que está arrasando con el planeta y las diversas especies que lo habitan incluyendo al mismo ser humano.

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Ya se han señalado aquí suficientes veces lo dicho por esos personajes que se han sorprendido de que una revolución tan drástica y dramática esté siendo posible sin una guerra civil, aunque sí con muchas resistencias y, como era de esperarse, con focos de violencia que no necesariamente son ajenos a los emisarios del pasado, que intentan crear un caos para evitar que cuajen los proyectos productivos al margen de las transas y la corrupción que fue el pan de cada día hasta hace un año.

Pero, no se necesita echar mano de personajes de fuera, ayer mismo el empresario más importante del país y alguna vez el hombre más rico del mundo, Carlos Slim, dijo, en respuesta a un cuestionamiento sobre las inversiones en el Plan Nacional de Infraestructura planteado por el presidente Andrés Manuel López Obrador a los inversionistas nacionales, que: “La banca mexicana tiene muchos recursos y líquidez para financiar estos proyectos, hablaban de 500 mil millones de pesos; pero, yo tengo otros datos. Estamos hablando cuando menos el doble en la capacidad de financiamiento de la banca mexicana; pero, sin duda, si se mantienen las finanzas públicas sanas, la calificación del país y la inflación, eso es la confianza”. El cumplimiento de esas condiciones se ve y se siente.

El ingeniero se fue hasta el fondo cuando explicó que planes similares se habían propuesto antes; pero, aunque había recursos e interés por parte de los inversionistas, las administraciones públicas no estuvieron a la altura. ¿Cómo iban a estar a la altura, si lo que buscaron los últimos gobierno era llegar al lugar donde podían robar a manos llenas y sin tener que rendir cuentas a nadie, como se ha venido documentando en fechas recientes? Dejaron al país endeudado irresponsablemente.

Expresó don Carlos en la conferencia que dictó en el Colegio de Ingenieros, que: “Los esfuerzos que ha hecho el gremio porque tengamos estos programas de infraestructura, normalmente, como saben, nos ha ocurrido, que en unos años hay mucha actividad y en los siguientes años no hay nada, dan jalones, y otros años se queda frenada o con sorpresas desagradables al final de los gobiernos”. No dijo nombres; pero, ni falta hace porque hasta ahora de lengua eran todos los platos.

Se pueden cuestionar las palabras de quienes no pueden avalar sus dichos con sus hechos y los resultados de sus acciones; pero, de plano estaría fuera del hoyito el que no conceda sustento a las expresiones del Ing. Slim, quien agregó que: “El empresario que no invierta cuando tiene demanda para sus bienes o servicios, es un tonto, porque la van a quitar mercado. El empresario invierte porque tiene demanda de sus bienes, no es un asunto de confianza o no”. ¿’Oyites’, tú?

Según los estudios de las agencias especializadas, la confianza de los inversionistas mexicanos en el futuro del país es muy superior a la de sus similares en otras regiones del mundo, incluyendo las naciones industrializadas. En lo que corresponde a la economía mundial, los nacionales tienen un índice de confianza del 82 por ciento, en contraste con el promedio general, de apenas 51 %; en tanto que en el futuro de la economía regional, el 81 por ciento de los mexicanos asegura tener plena confianza, contra un 60 del resto. De esta manera, el futuro se antoja promisorio.

Más cuando la firma del nuevo tratado comercial de México con Estados Unidos y Canadá va viento en popa.