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Cuando los perros se amarraban con longaniza

Decir que en la frontera los días eran de fiesta continua y que las noches parecían días, no es una exageración para quienes peinan canas y gozaron de aquella mieles en que había tanto trabajo, tanta abundancia, que pocos pensaron en irse al otro lado. Los miles de compatriotas venidos de todos los rumbos de la geografía nacional: músicos de la capital, maestros de Coahuila, cocineros de Puebla, sastres de Yucatán, labriegos del Bajío y de Durango, comerciantes de Nuevo León, aquí se quedaron.

Esta bonanza fronteriza no fue gratuita, sino resultado de las grandes obras que llevaron a cabo los gobiernos revolucionarios: Los distritos de riego a partir de la construcción de la presa Marte R. Gómez, que hizo el presidente Miguel Alemán Valdés; el apoyo a la producción agrícola por parte de Adolfo Ruiz Cortines, la creación del Programa Nacional Fronterizo del gran presidente Adolfo López Mateos y el gran impuso a la industria petrolera y petroquímica de don Gustavo Díaz Ordaz.

Cuando los perros se amarraban con longaniza

Al caso viene señalar que el Programa Nacional Fronterizo (Pronaf), resultó una institución singular que fue fundada en 1961, por el presidente Adolfo López Mateos y operó como una institución descentralizada. Con este programa se dio respuesta a la necesidad de elevar el nivel económico, político, social y cultural en todas las poblaciones fronterizas de México, tanto en la frontera norte con Estados Unidos como en la frontera sur con Guatemala. Con ello, llegó la inversión de grandes sumas de dinero,  beneficiando a ciudades de la frontera norte como Mexicali y Tijuana en Baja California Norte; Nogales en Sonora; Ciudad Juárez en Chihuahua; Piedras Negras en Coahuila; Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros en Tamaulipas;. Estas poblaciones vivieron un gran auge.

Se organizó la comisión mixta del desarrollo urbano fronterizo con las llamadas Juntas Federales de Mejoras Materiales dependientes de la Secretaría del Patrimonio Nacional y se invitó a participar en ellas a representantes de las diferentes secretarías de Estado, del Banco de México, de Ferrocarriles Nacionales y de diversos organismos. En la elaboración de los planos reguladores se establecieron los puntos básicos que harían factible una política de planeación urbana, que permitiese el estudio realista y metodológico de las ciudades para dotarlas de obras y servicios.

El éxito de este programa fue tal que el reconocido historiador estadounidense, especialista en temas fronterizos, Lawrence Douglas Taylor, señala en su libro El nuevo norteamericano, que: “los migrantes ya no cruzan la frontera, sino que se quedan en las poblaciones fronterizas mexicanas, donde aprenden inglés, buscan ligarse a la economía del dólar, así como familiarizarse con las costumbres y el estilo de vida norteamericano”, de donde se deriva una nueva cultura híbrida.

A través de acertadas directrices de desarrollo económico y de bienestar social, se logra estimular el consumo regional de artículos y servicios producidos en México, compitiendo en precio y calidad con los del exterior. También se buscaba que el Pronaf participe dentro de lo posible en el abastecimiento del mercado de consumo norteamericano, que incrementará cuantitativa y cualitativamente el turismo, induciéndolo a permanecer más tiempo-consumo en el país y lo animará para que se interne dentro del territorio nacional, promoviendo una derrama más generalizada y saludable de su gasto, atrayendo sectores del consumo estadounidense hasta ese momento escasamente explorados: turismo familiar, turismo deportivo y de grupos organizados.

Dado que no hay nada nuevo bajo el sol, habría que señalar que las acciones del actual gobierno de México tienen un sustento lógico fundamentado en la experiencia histórica, sobre todo en los momentos en que vuelven a darse circunstancias que tornan imperativo echar mano de todos los recursos para corregir el desastre derivado de los gobiernos irresponsables, apátridas y obtusos que ha padecido el Anáhuac durante los seis últimos lustros. Se hizo una vez, se hará de nuevo.

Ayer, precisamente, el presidente Andrés Manuel López firmó el decreto de creación de la Zona Libre en la Frontera Norte, cuyo objetivo es promover el desarrollo de la región. En Monterrey, afirmó que: “Con esa medida se busca generar mayor competitividad para las empresas de la región, mejorar las condiciones de vida de los habitantes y desincentivar la migración hacia los Estados Unidos. Toda esa franja va a ser la zona libre más grande del mundo. En toda la franja va a bajar el impuesto sobre la renta al 20 por ciento, el IVA del 16 al 8 por ciento, se van a homologar precios de energéticos, va a costar lo mismo el gas, el diésel, la energía eléctrica, las gasolinas que lo que cuesta del otro lado de la frontera y va a aumentar por todas estas facilidades a la inversión, aumenta el salario mínimo al doble”. ¡Ufff! Terminó la pesadilla.

Pero, además, con una visión similar a la del presidente López Mateos, aseguró que también se Incluyen los proyectos del Tren Maya en el sureste, el corredor interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, entre Coatzacoalcos y Salina Cruz, y el impulso a la zona del Bajío, para generar mayor competitividad para las empresas de la región, mejorar las condiciones de vida de los habitantes y desincentivar la migración hacia los Estados Unidos.

Si se logran vencer las inercias y las resistencias de los poderes fácticos cuyos intereses se ven afectados, en cuya tarea están comprometidos los mexicanos bien nacidos, ninguna amenaza externa podrá frenar el desarrollo del Anáhuac.