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Otra aportación de México

Cuando el economista y Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, asegura que no logra entender qué quieren decir sus entrevistadores cuando le preguntan si el capitalismo ha llegado a su fin y que tampoco entiende lo que eso podría significar, no dice que le falte imaginación ni mucho menos conocimiento en la disciplina que le ha dado tanto lustre; más bien, habría que señalar que Krugman no se deja arrastrar por esa corriente radical que sólo percibe libre mercado y estatismo.

Así lo reconoce cuando, en reciente artículo explica que; “En otras palabras, aunque el comunismo fracasó, todavía hay un muy buen argumento a favor de una economía mixta en la cual la propiedad y el control público podrían ser un componente importante, si bien no mayoritario de la mezcla. Al hacer un cálculo muy general encuentro que, dado lo que sabemos sobre el desempeño económico, es posible imaginar una economía bastante eficiente que sea dos tercios capitalista y un tercio propiedad pública; es decir, lo que podríamos denominar más o menos algo socialista”.

Otra aportación de México

Desde luego, no es Paul el descubridor de esta fórmula exitosa de la economía política. Desde este espacio nunca habrá tregua para señalar el luminoso legado de la Revolución Mexicana, la primera revolución social del siglo XX y su más acabado producto: la Constitución del 17, en la que queda definido el sistema político mexicano como un Estado regido por el nacionalismo revolucionario, con sus dos expresiones bien perfiladas: en economía, economía mixta con rectoría del Estado; en lo político, democracia con justicia social. Fórmula ésta que tanta paz, progreso y bienestar aportó.

Los regímenes políticos emanados de la Revolución crearon el marco propicio para el desarrollo de las actividades productivas, con grandes obras de infraestructura que no han tenido igual en los últimos treinta años, lo mismo una creciente red carretera, que colosales sistemas de irrigación, notables avances en los sistemas de tecnificación y comunicación que llevaron al país a ser pionero en muchos de los nuevos campos científicos como la industria nuclear, las telecomunicaciones, la petroquímica, la medicina, la industria del entretenimiento, especialmente de la música y el cine.

Se promovió la participación de la iniciativa privada en todos los renglones productivos; sólo cuando ésta retrocedía, el Estado entraba al quite, como fue el caso de la comercialización de los productos petrolíferos, la trasmisión de energía eléctrica, o la extensión de la telefonía. Las empresas privadas exigían un padrón mínimo de usuarios que garantizara ganancias a mediano plazo para abrir un expendio de gasolina, keroseno o diesel, llevar el tendido eléctrico o la red de telefonía a una comunidad urbana, suburbana o rural; las empresas estatales no, eran de servicio.

Durante muchas décadas, México, en medio de un planeta convulsionado por guerras atroces, por genocidios inimaginables, crecía y se desarrollaba con justicia social, dando a cada quien lo que le correspondía a cambio de su contribución al progreso. Bancomer, en manos de don Manuel Espinosa Yglesias, llegó a ser el mayor empleador de la América Latina y sus empleados los mejor pagados y con mayores prestaciones, con un nivel de vida superior a sus homólogos del otro lado.

Luego, llegaron los depredadores y no han dejado piedra sobre piedra. Aún es muy temprano para conocer las dimensiones del daño que ha hecho el capitalismo salvaje amafiado con los dueños del poder político a la gran nación mexicana. Apenas se están conociendo las entretelas de la enorme red de corrupción, complicidad e impunidad deriva del capitalismo de amigos y la colusión con los políticos y gobernantes que creyeron que nunca se les iba a aparecer el chamuco y aprovecharon.

Explica Krugman en su texto: “No hay razón para pensar que el sector privado ejecuta esas actividades mejor que el público. Las aseguradoras privadas obviamente no proveen un servicio que no pueda proporcionar un seguro de salud nacional tal vez más barato.

Los hospitales privados obviamente no son ni mejores ni más eficientes que los públicos. La educación privada es, de hecho, una zona de desastre. Así que es posible imaginar una economía en la que gran parte de la educación, la salud y la asistencia social en general, que actualmente está en el sector privado, se vuelva pública y en la que la mayoría de la gente esté casi tan bien como está ahora”.

En ese sentido es la propuesta del nuevo gobierno de México, que, como ocurrió con el proyecto de la Revolución, llama a la concurrencia de la iniciativa privada para aprovechar las oportunidades de hacer negocio sirviendo a la gente. Ya no será todo para el vencedor; pero, en los nuevos esquemas de participación mixta, habrá modo de ganar buenos rendimientos, un lucro razonable que sea justo para todos; pero que, además, redunde en beneficio de la comunidad.

Ya no más expropiar tierras ejidales pagando a los campesinos 50 pesos por metro cuadrado para convertirlas en zonas residenciales con apoyo de las autoridades bien maiceadas y lotificarlas como condominios horizontales para vender a diez mil pesos el metro; ya no más abusos.

La economía mixta es otra de las grandes aportaciones de México al mundo, y ahora la descubrió Krugman y hace apología de sus beneficios.