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México, cuna de otros surrealismos

¿Un año más, un año menos? Todo depende desde dónde se mire y con quién se mire. A punto de finalizar el año, me permito, como lo hice en 2017, con la venia de los editores de EL UNIVERSAL, alterar la cadencia de mis artículos y compartir tres breves relatos. Al romper las temáticas de mis colaboraciones, comparto, por placer y diversión, otro tipo de trabajo. ¿Un artículo más, un artículo menos? No lo sé. Quizás los lectores lo sepan. Todo depende desde dónde se mire y con quién se mire.

¿Surrealismo: realismo mágico o realidad?

México, cuna de otros surrealismos

El título es confuso —lo reconozco—. El relato, creo, no lo es. No hay en el mundo quien no haya escuchado las palabras "surrealismo" y "kafkiano". En México hemos oído que el origen del surrealismo, según André Breton, uno de sus creadores, se originó en Europa. En 1938, invitado por la Universidad Nacional para dar una conferencia sobre arte y surrealismo, Breton inició su discurso diciendo, "Yo no sé a qué he venido, yo no tengo nada qué enseñarles, México es el país más surrealista del mundo" —la cita es veraz—. Similar es la historia de Kafka: muchos aseguran que en nuestro país el checo no sería un escritor original, sino uno costumbrista.

Hace años, por amor a mi país, me sentía muy irritado cuando escuchaba esas afirmaciones: "no tolero el malinchismo", le decía a mi perro; "no soporto a los connacionales que denuestan a nuestra patria", le aseguraba a mi gato.

Siete días atrás cambié de opinión. Sentado en una playa de La Paz, Baja California, vi a un señor paletero caminando con su carrito dentro del mar; el mar cubría parte de sus piernas, no llegaba a las rodillas. La imagen era increíble. Me acerqué y le pregunté, "¿qué vende?", "paletas, helados y cervezas", respondió.

Una hora después, mientras tomaba una cerveza en otra playa, lejos de la gente, avisté de nuevo al paletero empujando su carrito en el mar. De nuevo me acerqué, "¿cómo va la venta?", pregunté, "mal, mal, no he vendido nada en el mar…", respondió, "¿en el mar?", "en el mar nada, pero, por fortuna, he tenido suerte…", "¿suerte?", "sí, regrese usted a la playa y observe, la mayoría de la gente tiene hieleras con planta eléctrica propia…". Incrédulo, interrumpí el diálogo y me dirigí a la playa.

Me quedé atónito. Algunas hieleras tenían planta propia, otras estaban enchufadas a la arena y unas más a las palapas. ¡Caray, me dije, como México no hay dos!

Decidí acercarme otra vez al señor de las paletas. "Perdone, una última molestia, debe estar harto de mí, ¿puedo hacerle otra pregunta?", "¡Sí, sí!, no se preocupe, parte de mi oficio es atender a los vacacionistas", "¿qué hace si no vende nada?, me imagino que con el calor que hace el hielo se derretirá y las paletas se echarán a perder… no comprendo porque habla de suerte", "Le confieso algo, aquí entre 'nos' - respondió ufano- todas las hieleras con planta propia y todos los contactos en palapas, en camastros y en la arena son míos".

Después de comprarle dos cervezas a los socios del señor paletero, me dije, "seguro Breton y Kafka deben sentirse mexicanos".

Surrealismo mexicano. Versión I

Tras el último sismo que devastó a México, el último presidente exclamó frente al Congreso: ¡México sigue en pie!, ¡nadie, ni la Naturaleza enemiga, ni los narcotraficantes compadres, ni los gringos odiosos, y ni siquiera la literatura pueden contra este glorioso país!…

... Ni un aplauso, ni una ovación, ni un senador de pie, ni un diputado emocionado. Nadie, nada. Sólo el último presidente.

Surrealismo mexicano. Versión II

—No es mi culpa, aseguró Jaime, senador en activo del partido en el poder, el mismo partido de siempre, pero diferente al mismo de ayer.

— ¿Entonces?, ¿de quién es la culpa?— preguntó el juez. —Usted ha robado; suficientes situaciones y documentos lo comprueban. No mienta, si dice la verdad, la condena será menor: dos días a lo sumo, y un día en una suite de lujo si... usted sabe.

—La culpa es de los senadores de los otros partidos. No se robaron todo, lo hicieron mal y dejaron mucho dinero en el banco para las víctimas del terremoto. Ellos, señor juez, son los responsables, ¿me entiende?