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La ira es mala consejera

Si el dolor provocó las manifestaciones de ira que se vieron en Puebla, al pie de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, que la conciencia encamine los ánimos a la serenidad y la cordura

Los momentos de crisis pueden ser el crisol de la grandeza humana, en el que se forjan los más altos valores; o la cripta en que se entierran los sueños que elevan el espíritu. Es en los pasajes difíciles en los que emana la natural tesitura del alma con sus posibilidades infinitas. Quizá por ello el liderazgo social está obligado a ser ecuánime, claro y preciso; sin el menor resquicio para la dubitación; sin posibilidades de un mal entendimiento.

No fue así durante las honras fúnebres de la pareja gubernamental de Puebla y de sus acompañantes; no ha sido así durante las manifestaciones de duelo por parte de familiares, amigos y correligionarios. No se han guardado las formas y las composturas que corresponden a la responsabilidad social y política de los declarantes y manifestantes. Por el contrario, se ha dado pie para que ocurran interpretaciones torcidas y peligrosas.

La ira es mala consejera

Durante las exequias, Luis Banck Serrato, jefe de la Casa de Gobierno de Puebla, expresó, en lo que fue definido por los medios como un discurso incendiario, que encarnó la ira del morenovallismo, que: “En nombre de sus familiares, colaboradores y amigos, exigimos que se lleve a cabo una investigación profesional, independiente, y que no deje ninguna duda sobre las causas del accidente. Un accidente que atentó contra la luz de esperanza para contar en nuestro país con un contrapeso democrático efectivo. Reclamamos justicia, quienes los conocimos, quienes los queremos, quienes creemos en sus causas. Lo reclama también la paz que México requiere”. Palabras de dolor, confusas y hasta contradictorias.

Pedir una investigación a fondo es ahora más certero que nunca y en ello están de acuerdo todos los que en este país viven y trabajan; muchos con la convicción de que ahora sí no habrá forma de tapar el sol con un dedo como sucedía con el ancien régime. Reconocer que se trató de un accidente, tiene mucho sentido lógico, lo que habría que ver es cómo ocurrió y por qué. Dos veces se menciona la palabra accidente; pero, al final se clama por justicia.

¿Cómo se puede clamar o reclamar justicia en un accidente? La única posibilidad para ello es que se sepa algo que aún no se ha comunicado a ese México que requiere de paz. Las palabras de Blanck lograron, voluntaria o involuntariamente, que las masas presentes en el evento lanzaran en coro un grito pidiendo justicia. ¿Qué justicia? ¿Cómo se les pueden ofrecer en un accidente, más que investigando a fondo lo sucedido, que no se restringe a la caída del helicóptero, sino que tiene que ver con la presencia de Rafael y Martha Érika en el lugar de partida y su destino, aparentemente en la Ciudad de México. Eso no se conoce aún.

El colmo fue que durante la ceremonia luctuosa, convertida en un escenario político en que afloraron las peores facetas del panismo poblano, se escuchó el grito de “asesinos” en relación con la presencia de funcionarios del gobierno federal en la Plaza Victoria. ¿Por qué? ¿Asesino, quién? Sin un conocimiento preciso de los hechos, no hay forma razonable de hacer tan atrevidas imputaciones; menos, mucho menos inducirlas entre las masas enardecidas.

El accidente se esclarecerá porque en ello hay intereses que van más allá del deseo de los deudos, amigos y simpatizantes de los fallecidos; que tienen que ver con la industria aérea; entonces, por el bien del partido político de quienes se siente afectados y por la salud de la República, tendrán que hacerse las rectificaciones pertinentes, atajando las campañas de odio que tan funestos resultados dieron en épocas recientes.

Quizá sea bueno recordar que sólo queda apelar a la civilis sapientia, esa conciencia democrática de quienes desean vivir en libertad según la prudencia, la razón y la justicia, sacrificando tanta individualidad como convenga al cuerpo social.

Si el dolor provocó las manifestaciones de ira que se vieron en Puebla, al pie de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, que la conciencia encamine los ánimos a la serenidad y la cordura.