‘¿Sientes que has fracasado en el amor?’

Cada vez estoy más convencido que las cosas que nos suceden en la vida (nos gusten o no, las entendamos o no), son justamente las situaciones que necesitamos para seguir madurando. Estarás de acuerdo conmigo que es inevitable tener “pérdidas” en la vida; lo escribo entre comillas porque me he dado cuenta que detrás de cada pérdida hay una ganancia, aunque al principio no la podamos ver.
¿Por qué hay personas que les duele más que a otras cuando se termina una relación?
Primero que nada, necesitamos subrayar que el tamaño del dolor (o sufrimiento) no es proporcional al tamaño del amor. Muchas veces duele más el ego, que el corazón. (Anótele)
Hay personas que son particularmente frágiles y vulnerables al rechazo y cuando la relación llega a su fin, no ven que la relación terminó, sino que a ellos los dejaron de querer; por otro lado, existen quienes se relacionan con apegos ansiosos, es decir, que viven en un constante temor a que los vayan a abandonar. ¿Te reconoces en algunas de estas dos categorías?
Es necesario entender que el tiempo que dura un matrimonio no determina el éxito que hayan tenido como pareja. En la mayoría de los casos, obedecemos a creencias sociales como, por ejemplo: “El matrimonio es para toda la vida. El amor es eterno. Si te esfuerzas y te sacrificas lo suficiente te van a amar más.” Momento. El hacer algo por los demás, en todo caso, genera gratitud y no necesariamente amor (Y mucho menos garantías).
Imagina que espantoso sería si efectivamente eso de “para toda la vida” fuera una ley y una vez que te casas tu pareja «saca el cobre» y ya no tienes ni para dónde correr. ¡Qué horror! La prueba y el error son parte de las dinámicas de pareja. Algunas ocasiones funcionará y otras veces no. Así es la vida.
Fortalecer el músculo del desapego es una de las materias más complejas de acreditar en la carrera de la vida. Necesitamos comprender y aceptar que nadie le pertenece a nadie y que al final del día todo se transforma. Tenemos una gran necesidad de perpetuar situaciones que no pueden ser para siempre. Es tan absurdo (y ridículo) como las personas que se aferran a lucir veinte años más jóvenes hasta que terminan con el rostro deformado.
En esta vida no hay fracasos, sólo aprendizajes. Yo no creo en la “perfección”, pero sí creo en la excelencia y la excelencia es el cumulo de “errores” capitalizados en aprendizaje. Las personas llegan a tu vida en el momento que están supuestos a llegar y parten cuando están supuestos a partir. ¿Duele? Claro que duele. Y estarás de acuerdo conmigo que las experiencias más dolorosas son de donde más podemos aprender, hacer conciencia y crecer.
Hagamos un breve ejercicio para reflexionar. Toma una hoja en blanco. Divídelas en tres columnas. En la primer columna escribe la palabra “tú”, en la segunda “yo” y en la tercera “nosotros”. En cada columna escribe las causas o razones por las que la relación no funcionó. Por ejemplo:
Columna TÚ: “Es que ella era una histérica y cuando se enojaba me dejaba de hablar hasta una semana”.
Columna YO: “Yo la acosaba con mensajes y llamadas; me volvía loco de celos si no sabía dónde y con quién estaba”.
Columna NOSOTROS: “Los dos llevábamos los pleitos hasta el límite. Hacíamos las discusiones eternas y terminábamos ofendiéndonos indiscriminadamente”.
En todas las relaciones la responsabilidad es compartida. El ejercicio anterior es para que puedas ver por escrito aquello en lo que “fallaste”, aquello que no te acomodó bien de la otra persona y la dinámica que la relación tomó por las acciones y reacciones de ambos. Si te sigues repitiendo sin parar que no volverás a tener una relación, que nadie te gustará más que tu ex, te diré algo: “Pide y se te dará”. A eso se le llama profecía auto-cumplida. Te puedo asegurar que si haces una profunda reflexión terminarás por darte cuenta que, aunque fue doloroso, era lo que tenía que suceder. No has fracasado, sólo has aprendido y te puedo asegurar que eventualmente el dolor desaparecerá, te lo firmo. Nos leemos pronto.
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