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‘Síndrome de la madresposa’

«¡Basta de ser la mamá de tu esposo!»

-Le escoges la ropa que se va a poner. 

-Le haces la maleta cuando salen de viaje. 

‘Síndrome de la madresposa’

-Te la pasas buscándolo en el celular para ver dónde anda. 

-Le impones hora de llegada. 

-Le prohíbes que vea a personas que no te agradan. 

-Estás decidida a que deje algún hábito. 

-Él termina haciendo las cosas a tu manera para llevar la fiesta en paz. 

¿Alguna de estas actitudes o situaciones te resultan familiar en tu matrimonio o relación de pareja? Si por lo menos te identificaste con tres de las anteriores, es muy probable que padezcas el síndrome de madresposa y si no resuelves esta situación, eventualmente será la fórmula más efectiva para asesinar la pasión. 

Yo sé que probablemente tu pareja no tenga la disciplina y el orden que tú tienes y seguramente tú diriges la orquesta porque si no, las cosas no salen bien. Además, estás convencida que todo lo que le dices y haces es “por su bien.” Cuando te portas así con tu pareja, no estás permitiendo que se haga cargo de sus responsabilidades, fomentas su actitud infantil y lo haces sentir sumamente frustrado. Te preguntarás qué ganas con esto. Mucho: te da una sensación de control y de sentirte necesaria o indispensable para él. Esto, a la larga, tiene efectos secundarios muy graves porque nadie quiere encamarse a la mamá o viceversa, encamarse al hijo. ¿Te hace sentido?

Nadie quiere acostarse con alguien regañona, controladora, castrante y sobreprotectora. Si adoptas y te tatúas este rol, tu pareja te deja de ver como mujer y el sexo se volverá algo obligatorio, escaso, aburrido o de plano extinto. Me ha tocado ver muchos matrimonios que terminan en divorcio porque ella prefiere ser divorciada que soltar el control. Se los juro que es cierto. 

Deja de justificar tus conductas diciendo que eres así porque él es como un “niñote” o tu hijo mayor. Te diré algo: la gente responde a la forma en como lo tratas, así es que, si decides seguir siendo la nodriza de tu “niñote”, no te sorprenda que quiera ir a “jugar” a otro lado, porque contigo recibe más regaños que caricias. # Anótele

¿Qué puedes hacer? Además de recomendarte que busques orientación profesional, te daré algunas recomendaciones básicas (de 911) para que comiences a tomar acción. 

1. Borra de tu vocabulario las frases maternas. “Pobrecito de mi nene” (cuando le duela la panza) es una expresión de mamá y no de esposa. Referirte a él como tu bebé o tu chiquito, no es tratarlo como adulto y terminará buscando a alguien que sí. 

2. Encárgate de tu parte. Si se han repartido las tareas del hogar, sólo haz lo que a ti te toca. Si haces lo de ambos, terminarás agotada, fastidiada, sin ganas de nada (literal) y reclamándole que él no hizo su parte. Si los problemas domésticos son un gran dilema y está en sus manos contratar ayuda, es preferible que lo hagan. 

3. Haz espacio y tiempo para ti. Si descubres que hay un exceso de atención en él y en sus asuntos, es momento de que te frenes en seco. Probablemente, resolver su vida te es mucho más fácil que hacerte cargo de la tuya. (¡Qué fuerte!)

4. Los regaños son para los niños. Entre más lo regañes, más lo harás sentir como un imbécil, un tarado o un retrasado mental. Deja de preguntarle: “¿Qué harías sin mí?, porque la respuesta no te va a gustar: “disfrutar más de la vida.”

5. En lugar de exigir, agradece. El marido llega a la casa y tú con cara de perro bulldog esperando el momento de que se quiete la ropa para decirle: “Mira Manuel, yo no soy tu sirvienta ni tu criada. Ya me harté de andar recogiendo tus calzones y tu mugrero” ¿Sabes qué lograste? Únicamente que Manuel cerrara los canales de comunicación. Insiste en pedir las cosas con amabilidad (“Amor, la próxima vez, podrías por favor…”) y agradece cuando haga las cosas (“Mil gracias amor, me encanta cuando…”)

Si tienes vocación de “cuidadora”, créeme, el matrimonio no es para ti. Mejor pon un kínder. Por supuesto que es necesario trabajar en equipo para hacer funcionar una familia, pero en un equipo no se necesita una dictadora que someta, sino una líder que inspire. En ti está hacer la diferencia. Nos leemos la próxima semana ¡y anótele!

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