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Recordando a Juan Cuéllar Ayala ‘Don Juan Botas’

Hoy quiero invitarte a realizar Un Viaje al Pasado recordando a un gran hombre, ser extraordinario que dejó huella en nuestra ciudad y corazones, estricto, amable, altruista, sencillo y muy querido por su familiares y a amigos muy especialmente la gente de su barrio, me refiero a Juan Cuéllar Ayala “Don Juan Botas”.

Juan Cuéllar, nació el 4 de mayo de 1929, en Indé, Durango, hijo del señor Sixto Cuéllar y de la señora Octavia Ayala, tuvo 3 hermanos, Domingo, Matilde y Julián Cuéllar Ayala. Llega a Río Bravo con toda la familia en el año de 1950, cuando tenía 21 años y toma posesión en unos terrenos de la colonia Martínez, hoy colonia Morelos.

Recordando a Juan Cuéllar Ayala ‘Don Juan Botas’

Su primer trabajo fue de carpintero, y después de albañil, trabajó en donde precisamente le nació el mote de “Juan Botas” pues cada que hacían la mezcla con grava, arena y cemento, para hacer el vaciado, él, a cada rato limpiaba y cuidaba mucho sus botas, siempre estaban perfectamente limpias, y el jefe de la obra fue quien le pone ese apodo pues a cada rato  le llamaba diciendo, “el muchacho de las botas”. También hizo muchos otros trabajos, hasta llegó a irse a la Unión Americana como bracero a las pizcas de algodón. Un buen día con sus ahorros decide emprender su propio negocio, saliendo a ranchos y ejidos a vender mercancía de mercería en una canasta, después de un tiempo, compra una camioneta, como buen comerciante, la usa para salir a vender lonches, sodas, cervezas, entre otros productos. 

Por su esfuerzo y arduo trabajo, Juan logra poner un tendajo, en donde por cierto, conoce a una clienta, una señorita llamada Gloria Carrizales Ramírez, una joven muy guapa que a diario hacia sus compras en dicho negocio, rápidamente se gana su corazón, después de un corto noviazgo   en el año de 1957 se casa con ella y procrean una hermosa familia conformada por 8 hijos, 5 hombres y 3 mujeres, Juan N, Juan, María del Carmen, Mónica, Efraín, Isaac, Judith y Elías Cuéllar Carrizales. 

Ya en el año de 1961 apoyado por su esposa, emprende un súper mercado, Juan, personalmente atendía el negocio, vendía artículos para el hogar, ferretería, ropa, calzado, frutas, huevos, productos enlatados, planchas, talladores, molcajetes, petróleo por litros, brillantina suelta, galletas, bonetería, verduras y carnes frías entre otros artículos. Muchos de sus productos se los surtían los hermanos Gómez, los Betancourth, los hermanos Juárez, Don Virgilio Palacios y la familia Alarcón, el negocio fue creciendo, gracias al auge algodonero, hasta que llegó Hacienda con eso del impuesto sobre el valor agregado (IVA) y Don Juan por sus pocos estudios no entendía mucho de esos trámites, cuentan que su contador le hacía transas, y perdía más de lo que ganaba, por lo cual decidió reducir el negocio a una pequeña tienda de abarrotes.

En el año de 1967 llegó el temible y muy recordado huracán Beulah, azotando fuertemente en la ciudad, provocando inundaciones y destrozos  jamás antes vistos, las casas prácticamente estaban debajo del agua, otras destrozadas o sin techo, esto le dio mucha tristeza a Don Juan que se sentía impotente al no poder ayudar a su gente, fue entonces que ofreció su negocio como albergue, dándoles a muchas familias, cobija, abrigo, agua y comida durante algunos días, mientras la ciudad tomaba su cauce y volvía a la normalidad.

En el año de 1970, al ver a tanto niño y personas de bajos recursos busca la manera de llevarles algo de alegría, en una fecha tan importante como lo es la navidad, entonces el 25 de diciembre el con toda su familia organizan la primera posada navideña pública, en donde cerraba la calle al tránsito y les ofrecía a los asistentes, música, baile, payasos y diversión, en especial a los niños que se divertían rompiendo la piñata, la cual contenía en su interior una inmensa cantidad de dulces, los cuales al romperla se arrojaban a recogerlos, al terminar de romper la piñata hacían una enorme fila de hasta de varias cuadras para que les entregaran  sus bolsas repletas de dulces, cacahuates, galletas de animalitos, colaciones y naranjas, además de muy  buenos regalos como juguetes, balones, muñecas, juegos de té, bicicletas y ropa, por lo cual esto se volvió toda  una tradición y así cada fin de año hacía lo mismo, ver a la gente que le rodeaba feliz, llenaba su corazón de alegría, no ocupaba otro pago, no buscaba algún cargo político, el ayudaba por gusto, quería ver a los niños contentos y porque el provenía de una familia muy humilde, que hubo años en que no recibió ningún regalo, solo el amor y cariño de sus padres y esto le causaba tristes recuerdos y nostalgia.

Don Juan Botas, desafortunadamente fallece en el año 2000, dejando un legado de amor, las personas que lo conocimos, lo recordamos con un ser altruista y de buen corazón, había gente que a veces no podía pagar su canasta básica, entonces él les regalaba lo que necesitaban y si otras veces hasta económicamente los apoyaba.

En la actualidad sus hijos y nietos continúan con la tradición de las celebraciones de las posadas, las cuales se realizan cada 25 de diciembre  como un homenaje a Don Juan, llevando música, comida, entretenimiento, diversión y regalos a toda la comunidad riobravense que asiste a dicho festejo. Sus hijos lo recuerdan como un padre muy estricto, pero agradecen que gracias a esa disciplina que les inculcó, son unas personas de bien.

Es por eso y más que hoy recordamos a Juan Cuéllar Ayala, “Don Juan Botas” como un gran ser humano y como hijo adoptivo de nuestra querida y hermosa ciudad de Río Bravo.

¡Muchas gracias por hacer juntos Un Viaje al Pasado, hasta la próxima!

Nachobecerril58@gmail.com