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No era la manera

Bernie Vega era el encargado del área de servicios en una planta petroquímica donde trabajé. “Pelao” simpatiquísimo, muy servicial y de figura harto graciosa (decía la raza que si Bernie no existiera, Walt Disney lo hubiera inventado). Andaba siempre sonriente y dispuesto a resolver nuestras muchas necesidades en esa naciente empresa. ¿Que la lámpara está fallando? Háblale a Bernie Vega. ¿Que Goyito se quedó encerrado en el baño? Háblale a Bernie Vega. Bernie cumplía con esmero su sencilla, pero importante labor en ese lugar. 

Pues resulta que después de un tiempo, me cambian a Bernie como encargado al área de nóminas (éramos más de 300 empleados).

No era la manera

Su tranquilo entorno laboral se vio de repente trastocado y sus jornadas aumentaron considerablemente, especialmente en días previos a la quincena y ya no era raro verlo trabajar hasta altas horas de la noche.

Una noche, un compañero se topó con Bernie, que deambulaba como zombie por entre los pasillos, taciturno, despeinado, ojeroso y sin esa sonrisa que le caracterizaba en sus días de tranquilidad. Y le pregunta mi compañero: “¿qué pasó Bernie, cómo te ha ido?” y este le responde, tras reflexionar unos segundos: “pues… he aprendido mucho… ¡pero no era la manera!”.

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LECCIONES DE LA VIDA

La vida a veces nos enseña cosas por la vía difícil, a través del dolor, del sufrimiento, de las adversidades. Aprendemos a veces mediante experiencias que, si tuviéramos la opción, preferiríamos no tener que vivirlas, pero que por lo general, invariablemente llegan y entonces, tras vivirlas, decimos como Bernie: “he aprendido mucho… pero no era la manera”.

Aquí lo importante es recordar lo que dijo el Señor: “mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos”. En otras palabras, “tus maneras no son mis maneras”.

Recuerdo una parábola que leí hace tiempo, acerca de una tacita que va describiendo el proceso que tuvo que vivir para pasar de ser un montón de barro amorfo a una bella taza labrada y de hermosos colores. Describe la tacita cómo su creador tomó el trozo de barro y lo empezó a moldear, dándole vueltas y vueltas que la mareaban. Luego la metió en un horno muy caliente y la tacita se preguntaba por qué su creador querría quemarla y le rogaba que la sacara de ahí, pero él sólo le decía: “aguanta un poco más, todavía no es tiempo”. Cuando la sacó del horno, la puso en una repisa para que se refrescara, pero poco después la empezó a pintar y los gases de la pintura la ahogaban. Después de pintarla, la volvió a meter en otro horno aún más caliente que el primero. En ese momento, dice la tacita en la parábola: “me di cuenta de que no había esperanza. Nunca lograría sobrevivir a ese horno. Le rogué a mi creador, lloré, le imploré que me sacara de ahí, pero él sólo movía la cabeza, diciendo: ‘aguanta un poco más, todavía no es tiempo’”.

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LA MEJOR VERSIÓN DE UNO MISMO

Finalmente, su creador la sacó y la puso en una repisa que era aún más alta que la primera y después de un rato le da un espejo, diciéndole: “mírate, esta eres tú”. Dice la tacita: “¡yo no podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo! Lo que yo veía era hermoso”. Y entonces el creador le explica que todo lo que le hizo era necesario para poder obtener de ella la imagen que tenía en mente cuando la comenzó a formar.

Me encanta esta parábola, porque es una fiel representación de la vida misma. Cuando jóvenes, somos como el barro amorfo y entonces el creador nos toma entre sus manos y nos empieza a dar forma, sometiéndonos a procesos necesarios, pero muchas veces dolorosos. Y nosotros nos preguntamos por qué Dios quiere hacernos sufrir y le rogamos que nos quite ese dolor. A veces, apenas hemos pasado por una experiencia dura y estamos tomando aire, cuando atrás viene otra, tal vez más difícil. Pero igual que la tacita, que cuando salió del segundo horno la pusieron en una repisa más alta que la primera, así nosotros. Cuando superamos una prueba dura, no volvemos a ser los mismos. Hemos crecido, nuestro espíritu se ha fortalecido.

El Creador tiene muy claro en su mente la imagen de lo que cada uno de nosotros puede llegar a ser y tiene muy claro en su mente lo que necesitamos pasar para poder llegar a adquirir esa imagen. Así que nunca reniegues de las pruebas duras, pues a través de ellas, el Creador está obrando en ti, aunque en el momento te pueda parecer que esa, no era la manera.