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Hablando de libertad

Mañana es mi cumpleaños. Mi madre dice que nací con el redoblar de los tambores de las bandas que acompañaban el desfile por la calle Juárez.  Septiembre otra vez, con el mismo aroma fresco de sus mañanas, pero en un año atípico, distinto, doloroso; el año de la pandemia que parece no tener fin. Nunca he sido afecta a grandes celebraciones. De mi infancia recuerdo los pasteles en forma de bandera hechos por la tía Maruca, y los regalos siempre significativos de mi inolvidable padre.

Cuando tuve mayor conciencia, ya no quería fiestas, pedía viajes; y estos podían ser lo mismo a sentir el mar de Tampico, visitar alguna ciudad del país o ver familiares al otro lado del Bravo.

Hablando de libertad

Cuando cumplí 15 mis padres decidieron darme una sorpresa y me regalaron un viaje que me marcó en muchos sentidos. Conocí varios países al otro lado del Atlántico, me fascinó Grecia y especialmente me impactaron Egipto e Israel. Cierro los ojos y puedo sentir las aguas del Mar Muerto, recorrer de nuevo el Nilo en mi memoria, entrar a las majestuosas pirámides y visitar los maravillosos lugares santos. De ese viaje me vino la definición de mi primera vocación: la tierra. He amado las plantas desde niña, pero maravillada por el desierto florecido de los hebreos, soñé en regresar para estudiar una maestría con la que pudiera hacer algo así en nuestro México.

Para cuando celebré  mis diecinueve ya no vivía en mi Mante, me había casado y habité dos ciudades antes de llegar a esta Victoria que igual siento tan mía. Pero la costumbre de andar caminos el día de mi cumpleaños casi siempre se ha mantenido. Y mis mejores recuerdos son de los viajes en esta suave patria. He celebrado la vida respirando en familia el verde de Gómez Farías, contemplando la luna entre las aguas turquesas del Caribe, comiendo quesadillas en Oaxaca, visitando museos en Zacatecas, conmovida ante las pirámides en Yucatán,  embelesada con jardines surrealistas en Xilitla, y recuerdo especialmente una noche mágica en Morelia, uniendo mi “grito” a todo un pueblo, sintiendo hasta la entraña el orgullo de ser mexicana. 

Porque más allá del lugar donde pueda estar en mi cumpleaños, siempre habrá un vínculo profundo con la historia patria. Lo he dicho ya: nacer el día del inicio de la Independencia nacional y llamarse Libertad es algo así como un destino. La vida no me regresó a Israel para estudiar en su desierto florecido, pero me concedió una maestría en historia, para ver florecer el pasado de mi patria, para tomar conciencia de sus luchas, para pensar la libertad. Gritos por la libertad que la historia registra al infinito. En nombre de la libertad es que tantas guerras han definido el contexto y el pretexto. La conquista de la libertad a través de los tiempos ha sido motivo para el combate cotidiano, lo mismo en lo individual o en lo colectivo. El premio Nobel Albert Camus, llegó incluso a afirmar que “toda la historia del mundo es la historia de la libertad”. Un concepto ligado a la razón, a la conciencia de ser y sentirse libres. La libertad es el don más precioso que nos dieron los cielos, decía bien El Quijote a Sancho: “con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre, por la libertad se puede y debe aventurar la vida”.

Entre la tierra y la historia llego y agradezco este nuevo septiembre pensando como siempre la libertad. Amando a mi familia, a mi patria, a la vida. Parafraseando el canto de Whitman: mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire. Nacida aquí de padres cuyos padres nacieron aquí y cuyos padres también aquí nacieron. Nacida aquí y con hijos y nietos nacidos  aquí. Sintiendo amor carnal por este México, como Neruda. En sus dulzuras y en sus asperezas, en sus heridas y sus victorias. En mis despertares frente a la madre sierra, en las sonrisas de la gente, en los infinitos colores de las flores que son esencia y presencia en mi cotidiano vivir.

Este año mi viaje es al interior de mi misma. En este septiembre los tambores no suenan sólo para los victoriosos, sino también para los muertos, digo con el poeta. Celebramos la vida y la patria, pero nos dolemos por los que se fueron y los que padecen en esta pandemia histórica. Nos queda la tierra y la historia. La esperanza en la grandeza de este México hermoso que grita a la libertad y a la igualdad con amor encendido. Por mi parte celebro en casa con mis amados y agradezco el privilegio de vivir y convivir en este país. Mi suave patria.