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El primer acto: la ‘escuelita’

Prosigo con mi ejercicio de imaginación que empecé la semana pasada sobre lo que pudo haber pasado en el primer acto de nuestra existencia, cuando Dios nos explicó algunas de las cosas que encontraríamos al llegar a esta Tierra (que sería el segundo acto de la obra).

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El primer acto: la ‘escuelita’

El síndrome del producto terminado

Después de que comprendimos la importancia de tener un cuerpo y de que a cada uno nos tocaría el cuerpo perfecto para cumplir nuestra misión en esta vida, el Señor continuó hablando:

“Una vez que lleguen a ese hermoso lugar que creé para ustedes, empezarán a recibir lecciones. Estarán inscritos en una ‘escuelita’ de tiempo completo llamada Vida, en la que nunca deberán dejar de aprender. Así que eviten caer en ‘el síndrome del producto terminado’, que consiste en pensar que ya lo saben todo, que ya lo han aprendido todo. Mientras estén vivos, habrá lecciones que aprender y mientras no aprendan una lección, esta les será presentada de diferentes maneras hasta que la hayan entendido y asimilado. 

Tendrán muchos maestros en esa escuelita (los niños serán unos de los mejores), pero debo advertirles de una maestra en particular. Una maestra que a veces tal vez les parecerá que es exageradamente dura, a veces hasta despiadada, pero de que van a aprender con ella, van a aprender, eso ténganlo por seguro. Esta maestra a la que me refiero se llama ‘Adversidad’ y quisiera darles tres sugerencias para que puedan ‘aprobar’ sus lecciones con ella.

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Sugerencia número uno

 Entiendan el propósito de esta maestra. Entiendan el propósito de la adversidad en sus vidas. Cuando tengan que ‘tomar lecciones con ella’ entiendan que no es que yo no los quiera o que ya ‘los agarré de mis puerquitos’. Cada adversidad que se presente en sus vidas, vendrá con una lección que enseñarles, así que cuando eso ocurra, nunca pregunten: ‘¿por qué?’ ‘¿Por qué tengo que pasar por esto?’ Pregúntense mejor: ‘¿para qué?’ ‘¿Para qué Dios y la vida me están haciendo pasar por esto? ¿Qué necesitan ellos que yo aprenda?’. Y tengan por seguro que, aunque no sea lo que a ustedes les gustaría estar viviendo en ese momento, será algo que les ayudará en su vida posteriormente. Alguien allá en la tierra lo expresará de la siguiente manera: ‘pedí fuerzas… y recibí dificultades para hacerme fuerte. Pedí sabiduría…y recibí problemas para resolver. Pedí coraje… y recibí obstáculos qué superar. No recibí nada de lo que pedí… pero recibí todo lo que necesitaba’.

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Sugerencia número dos

 Aprendan a ‘crecerse al castigo’. Los toros, una de mis creaciones que será muy castigada en ciertas faenas, les enseñarán que ellos, entre más los castigan, embisten con mayor fuerza. Cualquier otro animal al que le hicieran lo que a ellos les harán, se sentaría a lamerse sus heridas, pero ellos no, ellos se crecen al castigo. Así que aprendan también de ellos. Cuando la adversidad los toque, no se sienten ‘a lamerse sus heridas’ y a tomar el papel de víctimas. Levántense y embistan los problemas, embistan a la vida con más fuerza. Llevarán en su espíritu mi soplo de vida, así que, literalmente, demuéstrenme de qué están hechos.

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Sugerencia número tres

Eviten la autocompasión y olvídense de ustedes mismos. Volteen a su alrededor y verán que siempre habrá personas en situaciones o circunstancias más difíciles que a las que a ustedes les toca vivir. Salgan de su burbuja y busquen las muchas oportunidades de ayudar a otros. Verán que al hacerlo, su propia carga se aligerará.

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Un último secreto

Pues eso es lo que quería enseñarles en esta ocasión, mis queridos hijos. Pero quiten esa cara de espantados, que les diré otro secreto: esta maestra, la adversidad, nunca les pondrá una prueba que no sean capaces de superar.

Ah, y con respecto al edificio escolar, ese bello planeta que les estoy obsequiando, les encargo que me lo cuiden mucho. Puse toda mi imaginación y habilidad para que quedara espectacular (mmh… modestia aparte). Así que procuren no hacer muchos destrozos por favor”. 

Si supiera que algunos iban a andar haciendo más destrozos que un chivo en una cristalería. Bueno, yo creo que sí lo sabía o al menos se lo imaginaba (conociéndonos).

Este ejercicio de imaginación

      culminará la próxima semana