Columnas > EL JARDÍN DE LA LIBERTAD

Del pato a la boca

Considerado como uno de los más exquisitos manjares de la gastronomía china, alguna vez destinado exclusivamente para el paladar de los emperadores y sus invitados más ilustres, se dice que la receta del pato laqueado tiene su origen en los fabulosos viajes de Marco Polo y se ha ido perfeccionando para convertirse incluso en un ritual culinario extraordinario. También se dice que parte del secreto de un buen pato laqueado está en la selección del animal y lo crujiente es una de las claves de su exquisitez. Bueno, hasta servirlo representa un arte, pues se hace muy caliente y en forma de finísimas rodajas.  

Y no es para dárselos a desear queridos lectores, pero seguramente con todo ese ritual milenario se sirve el platillo emblemático del restaurante Hunan Reforma en la CDMX, que ofrece una filosofía de servicio al cliente en un ambiente sofisticado rodeado de obras de arte para degustar platos deliciosos de la alta cocina china. Un bello espacio diseñado para ser  visitado por notables "hombres de negocios" y por integrantes de las "buenas familias" de la capital que en su espléndida decoración incluye una sala de espera con una biblioteca especial para sus letrados visitantes.

Del pato a la boca

"Lo que hemos hecho, regresa a nosotros, ya sea hoy, mañana o más tarde. Y eso es nuestro karma". M. Maesh

Y no es para dárselos a desear queridos lectores, pero seguramente con todo ese ritual milenario se sirve el platillo emblemático del restaurante Hunan Reforma en la CDMX, que ofrece una filosofía de servicio al cliente en un ambiente sofisticado rodeado de obras de arte para degustar platos deliciosos de la alta cocina china. Un bello espacio diseñado para ser  visitado por notables "hombres de negocios" y por integrantes de las "buenas familias" de la capital que en su espléndida decoración incluye una sala de espera con una biblioteca especial para sus letrados visitantes.

En ese ambiente de "gente bonita" y "buenos vinos", llegó al festín del pato hace unos días un hombre que fue educado, casi casi como un emperador. Integrante de una familia de alto nivel económico y reconocido igualmente como miembro del "linaje del poder tecnocrático mexicano" (hijo de ministro y nieto de gobernador); Emilio Ricardo fue formado desde niño en las mejores escuelas del país, para después llegar a cursar maestría en la Universidad de Harvard, considerada por muchos como la cumbre de la educación en el mundo. Con esas prendas académicas y de cuna, todo parecía indicar que Emilio se convertiría en lo que todos los padres quieren para sus hijos: una buena persona, un buen ciudadano.

Pero vaya usted a saber dónde la puerca torció el rabo. Cómo es que un joven bien formado, culto, refinado, privilegiado, sin necesidades apremiantes, que parecía tener todo resuelto; está recluido ahora en un penal acusado por graves delitos en perjuicio de su país. ¿En qué momento alguien que lo ha tenido todo, cruza la frontera para hacer el mal a una nación? ¿En qué fallaron la familia, las universidades, las instituciones que lo formaron? ¿O fue el sistema dominante con su afán insaciable de lucro que a todos infecta y esclaviza? ¿Fue la avaricia, ese delirio de poder que desde tiempos inmemoriales envilece, embrutece y corrompe a tantos?

Persiste, bien dice el clásico, una supremacía del tener sobre el ser, una dictadura del lucro y la posesión que domina cualquier ámbito y los comportamientos cotidianos. Por tener más y más, por aparentar más y más, por ostentar más y más, hay gente capaz de todo. Y luego está el karma. El pasado nueve de octubre Emilio Ricardo llegó con su traje de alta factura y brazalete de localización a la bella terraza del Hunan, para degustar la cena más cara de su vida, porque la pagó con cárcel. Después del pato laqueado, su fino paladar tuvo que conformarse con los huevitos y el atole del penal. El súper poderoso y hasta antes intocable ex director de Pemex, acusado por delitos de lavado, asociación criminal y cohecho por más de diez millones de dólares, quien había sido detenido hace meses y tratado como testigo colaborador protegido, fue alcanzado por el brazo de la justicia, aunque algunos dicen que más bien por la furia de una mujer. La periodista Lourdes Mendoza, a quien Emilio Ricardo había señalado en las imputaciones como receptora de un soborno marca Chanel. Y fue ella quien tomó y publicó las fotografías del presunto delincuente sibarita junto a sus bellas acompañantes.

Lo cierto es que del pato a la boca, el susodicho terminó en prisión donde esperará la sentencia definitiva. Y con ello más preguntas e imputaciones surgen en uno de los casos más sonados de corrupción en nuestro continente: la trama de Odebrecht, un festín mediático en el que están implicados peces bastante obesos. Y la saga parece no tener fin. Muchos capítulos más vendrán de la terrible y muy dañina historia de corrupción. "Yo fui un instrumento dentro de un aparato del Estado", dijo Emilio Ricardo en su defensa. Y sin duda lo fue, pero esos dichos equivalen sólo a culpar a otros, como si no tuviera conciencia propia, libre albedrío, voluntad personal.

El caso de Emilio Ricardo no es por desgracia un caso aislado en nuestro México. Muchos jóvenes y no tan jóvenes como él sucumben ante los cantos de las sirenas de la corrupción, persiguiendo tener antes que ser. Y nadie se va sin pagar. De una forma u de otra. Ejemplos sobran. Ya lo decía Montaigne: la pobreza de bienes es remediable, la del alma es irreparable.