Columnas > EL JARDÍN DE LA LIBERTAD

Feliz cumpleaños mamá

De nosotros quedará la misma huella, la semilla del viento en el agua... en el corazón de los arboles la palabra amor... 

Jaime Sabines

Feliz cumpleaños mamá

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, dice bien la canción. Uno vuelve siempre al origen, a la raíz, a la esencia. Uno vuelve y siente en cada latido a la tierra, el hogar, el amor. Es octubre otra vez y el viento de las horas barre las calles, los caminos, diría el poeta. El viento de las horas que añade hoy un año más a la cuenta vital de mi madre. Por eso vuelvo, para  aspirar de nuevo el aroma de su jardín y sentir en sus ojos el mismo cobijo de siempre, mi fortaleza, mi arraigo. Hoy escribo para celebrar y agradecer la siempre floreciente vida de mi amada madre.

89 años de vida productiva, edificante, plena. Una larga residencia en la tierra no exenta de espinas, pero siempre motivadora, vitalísima. Desde el momento de su nacimiento, el 19 de octubre de 1932, cuando un aire despiadado del norte azotaba y ella tuvo que luchar por vivir, mientras su madre atendía a su padre agonizante a causa de una úlcera hemorrágica. Y luego está su infancia en el campo; feliz, henchida de experiencias y aprendizajes, pero sin posibilidades de educación formal. Así se mudó a la ciudad siendo niña para vivir con una tía y terminar su primaria, porque deseaba saber, estudiar, prepararse, hacer.

Fascinante ha sido el largo viaje vital de mi madre. Ahora lo sé bien porque he tenido oportunidad de leer las memorias que durante la pandemia escribe con dedicada pasión. Nativa de nuestro municipio, sus recuerdos están unidos a nuestro amado Mante, a su historia, a su gente. La lucha de su padre junto a los constitucionalistas, la luminosa inteligencia de su madre, la mención de su niñez entre pájaros y flores, la influencia de sus maestras, el encuentro con los libros, el descubrimiento del amor junto a mi añorado padre. La formación de su familia, su trabajo por la comunidad, su intenso quehacer cultural, su incursión en la política, su vida espiritual. El relato de una mujer que decidió hacer de su vida un camino de lucha inquebrantable.

Leo las memorias de mamá y encuentro en ellas a otras mujeres extraordinarias de nuestra región. La profesora Adela Piña por ejemplo, quien fue una influencia definitiva en la vida de mi madre. Una mujer con múltiples inteligencias, quien con entusiasmo y sensibilidad enseñó a sus jóvenes alumnos, algo más que signos y datos contables, pues les motivó a plantearse metas y desarrollar proyectos, resaltando los valores humanos. Una mujer que supo forjar buenos ciudadanos y dejó profunda huella en nuestra ciudad con sus acciones. Para la historia, la presencia de la profesora Adela y sus alumnos en medio del inaugurado puente Magiscatzin, para cantarle un poema de su autroría al presidente Miguel Alemán, quien les ofreció un cheque en blanco, que ella enmarcó con proverbial honestidad. ¡De ese calado eran sus lecciones!

Todo eso y más ha vivido mi madre, quien presenció la forja de nuestra ciudad, el apogeo económico, el ingenio como centro, la cultura floreciente, la prosperidad del pueblo, el valor y los valores de su gente. Su historia es la nuestra, su recorrido nos define, su fortaleza nos arropa. Todos llevamos en nuestras células la memoria de nuestros padres, sus luchas, sus anhelos. Pienso en ello ahora y me pregunto. ¿Cuántas cosas tenemos de nuestra madre, cuántas vivencias, cuántas enseñanzas, cuánto para agradecer? No me alcanzaría la vida para escribirlo. Su mano sosteniéndome en el camino a la escuela, su corazón acompañándome en mis días de parto, su voz dándome aliento en mis tristezas, la fuerza de su oración acompañándonos siempre, su trabajo incansable por la comunidad, su ejemplo de mujer que no se vence.

89 y contando una energía envidiable, con unas manos que lo mismo deshierban, siembran, escriben, cosen y hacen deliciosos pemoles. Unos brazos que en esta pandemia han añorado los abrazos, unos ojos nublados por la ausencia de sus amados, un corazón  esperando en el amor y un espíritu nunca doblegado. Así es mi madre. Así ha llegado hasta hoy. Humana como todas, Con heridas y cicatrices, pero con la mirada en alto. La veo y agradezco al cielo por su vida, por su sostén, por ser la roca, la raíz, el alma de nuestra familia toda. La mujer que puso los libros en mi camino, me mostró el valor de lo femenino y me enseñó los secretos de la siembra, la que diario pide a Dios por mis hijos y nietos.

Por eso vuelvo a la tierra, a la raíz, a la esencia. Por eso creo que más allá de nuestras vidas, quedará grabado en el corazón de los árboles, la palabra amor.

¡Feliz cumpleaños mamá. Te quiero sin medida!