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Ayer acabó su tarea el notable Dr. Rigoberto Gutiérrez Ochoa

Se desprendió del racimo de médicos eminentes, forjados en el crisol del Centro  Hospitalario 20 de Noviembre de Ciudad México, el Dr. Rigoberto Gutiérrez Ochoa, urólogo entregado a sembrar el bien y la salud entre los habitantes de la comarca y del sur del Valle de Texas, donde su fama fue extensa, y hombre de cualidades excepcionales, además de golfista de alto nivel.

El Dr. Rigo fue parte importante de la generación que creció al amparo del Dr. Eduardo Echeverría Álvarez, uno de los pioneros y jefe de Urología en el 20 de Noviembre, en donde fue admitido por gestiones de sus colegas José Ángel Cantú Reséndez y Hugo Garza Ruiz, también figuras de peso en el campo de la medicina en la comarca. Su enorme calidad humana le granjeó el aprecio de todas las personas que lo conocieron, pues además de ser un permanente estudioso de la urología, se interesó por la cultura y por el acontecer político local y nacional.

Ayer acabó su tarea el notable Dr. Rigoberto Gutiérrez Ochoa

La búsqueda incesante de los avances en la medicina de su especialidad, lo llevaron a conocer técnicas innovadoras que aplicaba a sus pacientes con resultados notables, por lo que su fama se extendía constantemente. Como acontece con todos los hombres que conocen el valor de su tarea, aunque atendía la mayor parte de sus pacientes en su consultorio privado de la calle Ortiz Rubio, jamás dejó la consulta domiciliaria.

Cuando uno de sus grandes amigos, don Heriberto Deándar Martínez, con el cual convivió en las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México, uno en la Facultad de Ciencias Política y el otro en la de Medicina, sufrió un deterioro de su salud, el Dr. Gutiérrez Ochoa no dejó un solo día de visitarlo y de tomar las medidas necesarias para su pronta recuperación.

Ayer, el Dr. José Ángel Cantú Reséndez, poco antes de iniciar la primera de las tres cirugías que practicó ayer, recibió la noticia del fallecimiento del Dr. Gutiérrez y recordó tanto sus inicios como residentes en el Centro Hospitalario, como la entrega de los médicos que ahí se forjaron bajo el espíritu del Juramento de Hipócrates, una de cuyas partes sustanciales dice: “…Cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionalmente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas. Guardaré reserva acerca de lo que oiga o vea en la sociedad y no será preciso que se divulgue, sea o no del dominio de mi profesión, considerando el ser discreto como un deber en semejantes casos. Si observo con fidelidad mi juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí, la suerte adversa”.

Honrado siempre entre los hombres fue el Dr. Rigoberto Gutiérrez Ochoa, un médico cuya vida estuvo dedicada al bien de sus semejantes y la alegría de cuantos le conocieron.