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Un planeta que poco a poco se asfixia en plástico

Consumidores, instituciones y empresas empiezan a tomar medidas de prevención

El cachalote hallado en una playa de Murcia en febrero llevaba muerto unos 15 días. Fue en el cabo de Palos, cerca del faro. En las fotos que hicieron los equipos de rescate se le ve junto a la orilla solo, enorme, fuera de lugar. Un tractor lo remolcó a tierra. Lo midieron, lo pesaron. Trasladaron sus seis mil 520 kilos a un almacén. Diez metros de mamífero inerte quedaron en el suelo.

Un planeta que poco a poco se asfixia en plástico

La idea era obtener muestras de sus órganos para analizarlas. Pero mientras avanzaban a través de la carne y la grasa, prácticamente metidos dentro del animal, encontraron que todo el aparato digestivo, desde los estómagos al recto, estaba lleno de plástico.

Sacaron de su interior 29 kilos de bolsas, sacos de rafia, cuerdas, un trozo de red, un bolso de playa y un bidón. Limpiaron y clasificaron el material. Al terminar, se quedaron con una causa de muerte clara, la ropa apestada de olor a grasa rancia y una persistente sensación de tristeza.

“Se atracó de plástico y además tuvo la mala suerte de comerse un bidón. No fue capaz de expulsarlo y eso provocó un tapón que le colapsó el sistema digestivo”, relata Escribano. Pudo morir por la obstrucción o porque esos materiales le perforaran el intestino. El cachalote debería haber pesado el doble para su edad. Pasaba hambre con la tripa llena de plástico. Calcularon que era un adolescente, que debía tener 15 años de los 70 que puede llegar a vivir esta especie, habituada a sumergirse a gran profundidad para pescar calamares.

“Él intentaba alimentarse. En uno de los estómagos tenía unos picos de calamar, pero muy poquitos. Es la peor muerte que hay”. De los dos mil 500 animales vivos que pasan cada año por el centro de recuperación, las más afectadas por el plástico son las tortugas bobas. “Es la principal causa de ingreso de esa especie, bien por ingestión, bien porque se les enredan las aletas en estructuras plásticas. Algunas llegan amputadas. Antes el problema era la pesca, ahora es el plástico”, cuenta.

Lejos de la playa, el acto cotidiano de volver a casa del supermercado y colocar la compra en su sitio empieza a tener algo de perturbador para cada vez más ciudadanos. Ambos escenarios están conectados por el mismo desastre, el de los 150 millones de toneladas de plástico que se estima que hay en los océanos y cuyo peso para 2050, será mayor que el de los peces, tal y como se comentó hace dos ediciones. Ese ejercicio de contemplar la cantidad de envoltorios, bolsas y botes colocados sobre la mesa de la cocina da la idea de la asombrosa capacidad que tiene un solo hogar de generar desechos plásticos.

El problema se agrava si se tiene en cuenta que, a escala mundial, sólo se ha reciclado el 9% de todo el material que se ha producido. Una de las principales razones es que es más fácil y barato fabricarlo que reciclarlo.

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IMPLEMENTAN ESTRATEGIAS

En los últimos tres años, el plástico ha entrado de lleno en la agenda política internacional y en la de las multinacionales, que empiezan a notar la presión ciudadana para que minimicen la producción o eliminen el plástico de usar y tirar. La Comisión Europea presentó a finales de mayo su estrategia para reducir la contaminación por plástico, que deberán aprobar los países. Los palillos de los oídos, los platos y cubiertos de ese material estarán prohibidos para ser sustituidos por alternativas sostenibles.

Estas medidas, que también prevén que la industria se responsabilice en parte de la limpieza y reciclaje de la basura plástica que genera, son sólo el principio de una solución a un problema complejo y global. El giro hacia una economía circular, en el que se reutiliza o se recicla casi todo el material, está todavía gestándose, igual que el establecimiento de sistemas de reciclaje eficaces en países que encabezan la lista de los que más plástico vierten al mar, como China, Indonesia y Filipinas.

La actitud de los consumidores empieza a cambiar las cosas. El caso de las bolsas es una prueba clara. A partir de este 1 de julio se cobra por ellas en los comercios —una medida procedente de la Unión Europea— y algunas empresas ya perciben que es necesario ir más allá, como la cadena alemana de supermercados Lidl, que directamente las suprimirá de todos sus establecimientos antes de final de año.

El 87% de los europeos está preocupado por el impacto medioambiental del plástico, según un Eurobarómetro sobre el tema publicado en 2017. Pero eso todavía no se traduce de forma masiva en un cambio de comportamiento en la vida cotidiana.

PERO, ¿PODEMOS VIVIR SIN PLÁSTICO?

La respuesta corta es no. Desde que su uso empezó a generalizarse en los años 50, este material está por todas partes: desde componentes para los automóviles hasta juguetes, muebles de oficina, máquinas de diagnóstico médico, botes de detergente y bolsas de papas fritas. Pero sí se puede evitar su utilización y reducir al máximo el de usar y tirar.

LA BATALLA CONTRA EL PLÁSTICO

La guerra contra el plástico ha avanzado con gran rapidez si se compara por ejemplo con la del cambio climático. “Todo el mundo entiende el problema, es más tangible. Sólo hay que ir al supermercado, a la playa…”, explica Ferran Rosa, de la ONG Zero Waste Europe, con sede en Bruselas y dedicada a reducir residuos, que agrupa a 30 entidades de 25 países europeos.

La propuesta de la Comisión es un síntoma de ese avance. “Es un paso adelante, aunque se centra mucho en el reciclaje y menos en la reducción de envases. Pero hace un año y medio esa legislación era impensable”, comenta. “Apostamos por la reducción del plástico en origen y creemos que el de un solo uso, como platos y cubiertos desechables y popotes, es prescindible. Se trata de hallar soluciones más inteligentes. Por ejemplo, en las fiestas de los pueblos, donde hay miles de vasos de plástico desechables, se puede poner un depósito de vasos reutilizables”.

También trabajan por “des-socializar” el plástico de un solo uso. “Igual que el tabaco antes se percibía como algo atractivo y ahora se sabe que es perjudicial y está mal visto, en unos años lo que ahora nos parece normal con el plástico, como beber cocteles con popotes o comprar bolsas cada vez que se va al supermercado, se verá como algo marciano”.

EL COMPROMISO COMIENZA CON UNO MISMO

Hemos tardado en darnos cuenta. Casi 500 años para que una bolsa o botella se desintegre. El 85% de los peces, con residuos plásticos en su interior. ¿Puede discutirse que no nos afecta?

La Unión Europea ya extrema medidas. Limitaciones acertadas, pero el compromiso comienza con uno mismo.

Podemos obviar el problema, pero por más que vivamos en uno u otro lado, el planeta sigue siendo el mismo para todos. (EP)




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