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Niños y robots: ¿una amistad para toda la vida?

Los robots sociales podrían convertirse en una parte de la existencia de los niños actuales como fuente de compañía y apoyo emocional

Hace un par de navidades estuvimos haciendo memoria. Rescatamos del olvido a los robots con los que jugaban las generaciones pasadas y los comparamos con los de ahora. Nuestra historia empezaba con una autómata de los años cincuenta, y cobraba cierta vida hacia finales de los ochenta, con la llegada de las impresionantes mascotas robóticas capaces de dar media vuelta al chocar con una pared, si no las tumbaba el golpe. Para los millennials y sus mayores, los robots de la infancia eran un juguete tan poderoso como lo fuera su imaginación. La relación que podías establecer con ellos no era tanto más compleja que la que ofrecía un osito de peluche.

Will Robinson junto a su inseparable robot en una escena del remake de la serie televisiva de los 60, “Lost in Space”.Niños y robots: ¿una amistad para toda la vida?

¿Cómo lo hacen? Siendo todo lo humanos que pueden. "Para que un robot sea social y, en nuestro caso, emocional, te tiene que transmitir que hay vida en su interior. En algunas ocasiones tiene que hacerte olvidar que estás delante de un dispositivo electrónico", precisa Del Río. Ahí entran ciertas marcas de comunicación verbal y no verbal e incluso sensores de tacto que permiten al robot reaccionar de manera más natural ante su entorno. "Eso son las bases, pero si no tratas de que el propio robot analice la información y reaccione de forma más o menos inteligente, de forma que transmite que hay alguien ahí dentro tomando decisiones, es difícil que creas que ahí hay inteligencia".

El potencial de estos robots ha sido objeto de estudio para un equipo de investigadores de la universidad de Washington. "Rodeados de tecnología desde su nacimiento, los adolescentes de hoy en día son los más propensos a tener relaciones con tecnología de alto nivel, incluidos robots en sus futuros empleos, su educación y sus hogares", señalan en el estudio publicado en el International Journal of Social Robotics.

En el artículo se identifican los robots sociales como un valioso interlocutor en la relación con los adolescentes, que retratan como "una población única y vulnerable, mucho más propensa a sufrir estrés, depresión y ansiedad". En este sentido, se destaca el potencial de estos compañeros robóticos como un medio para prestar apoyo emocional e incluso recopilar datos relativos a la salud mental de los estudiantes. "Los participantes de nuestro estudio reconocieron sus propias experiencias de estrés y su deseo de expresar sus sentimientos negativos con nuestro prototipo", recogen.

Niñez, adolescencia y más allá. ¿Significa esto que las edades más avanzadas se quedan fuera del reparto? Todo lo contrario. Que los robots hayan llegado más tarde a nuestras vidas no elimina su potencial utilidad. "En las personas más mayores se da un problema principalmente de soledad. Ahí los beneficios son enormes. Al fin y al cabo somos seres sociales. En el momento en que pasas mucho tiempo solo, la actividad social se ve disminuida y eso acaba afectando a tu estado anímico", explica Del Río.

De hecho, el director ejecutivo de Aisoy encuentra similitudes en las necesidades que los robots sociales pueden cubrir en uno y otro grupo de edad. "Siempre que hay una necesidad de relación social o bien una carencia desde el punto de vista emocional, el hecho de tener una herramienta que ayuda a equilibrarlas es bueno".

Donde hay cambios es en la estrategia a seguir. Se estima que una de cada dos personas se verá afectada por un deterioro cognitivo. En los niños se trabaja más la prevención.




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