buscar noticiasbuscar noticias

Memorias del malestar: escritores que narran su trastorno psicológico en primera persona

La salud mental protagoniza uno de los grandes debates de los últimos años. Una oleada de autores, de Rosa Montero a Eloy Fernández Porta y Almudena Sánchez, exponen sus dolencias en obras confesionales que desafían el tabú

Durante décadas, una desconocida hostigó a Rosa Montero. Sus silencios y, poco después, sus insultos, comenzaron a sonarle en el contestador en 1979. Su figura inquietante —borrosa y a la vez intensamente perceptible— fue reapareciendo en distintos momentos: llegó a solicitar entrevistas a su nombre y hasta suplantó a la escritora en la oficina de admisiones de una universidad donde iba a trabajar como profesora invitada.

Memorias del malestar: escritores que narran su trastorno psicológico en primera persona

El “mar oscuro” del trastorno psicológico, su voracidad arrasadora así como su vinculación con la creatividad, ha sido una de las obsesiones vitales y literarias de la autora. “Es algo que he ido devanando e intentando responderme desde siempre”, explica. Muchos personajes de sus novelas están marcados por algún tipo de dolencia y en 2003 publicó La loca de la casa, un híbrido de ensayo y biografía con el que se internó en las grutas de la originalidad, la fantasía y la “mal llamada” locura.

Casi 20 años después, Montero vuelve a rondar ese laberinto en El peligro de estar cuerda. Celebra que aquí ha conseguido dar contestación, si bien necesariamente parcial, a los interrogantes que la “perseguían”. ¿Qué vasos comunican el genio y la sinrazón? ¿Hace falta perder la cabeza para convertirse en un artista sublime? ¿Y cuál es su lugar como escritora en esta disyuntiva? “La respuesta es polivalente”, adelanta, “y está sacada de la neurología, de la psiquiatría, de la observación”.

El peso de la enfermedad mental en la literatura podría medirse en toneladas. Enumerar la cantidad de libros que la abordan resultaría inabarcable: para el suyo, Montero se pasó años leyendo sobre el asunto. Desde el Quijote a La campana de cristal, de La metamorfosis a El resplandor, infinidad de autores han imaginado a hombres y mujeres tocados por la depresión, la ansiedad, la bipolaridad, la esquizofrenia… No es ningún secreto que muchas veces esos personajes han sido un desdoblamiento de sus creadores: imágenes que en el espejo deformante de la novela les devolvían un reflejo de sus abismos.

El peligro de estar cuerda invoca a algunos de esos artistas que han tratado la enfermedad mental en su obra, la han sufrido, o ambas cosas: August Strindberg, Alda Merini, Emily Dickinson, Virginia Woolf. Sus biografías —­que muchas veces se han adornado con la brillantina del glamur, romantizando el sufrimiento como fuente de la pulsión creativa— se entremezclan con historias personales de la autora como la de su acosadora (aunque advierte: en este apartado hay alguna que otra invención), y una cascada de datos basados en estudios científicos.

2021 fue el año de la salida del armario del trastorno mental”

Es en la intersección entre la objetividad y el testimonio donde Montero se encuentra con otros autores que recientemente han planteado el tema de la salud mental desde la primera persona, despojados de la coraza defensiva que proporciona la ficción: nombres como Eloy Fernández Porta, Luiz Schwarcz, Almudena Sánchez, David Jiménez Torres, Samantha Harvey y Esmé Weijun Wang. Sus libros son pura confesión: rasgan una mirilla a la intimidad y coinciden en la cualidad contenida de sus estilos narrativos. Son textos que rehúyen la hipérbole, ordenados y limpios como artefactos comunicativos.

“Me despierto demasiado temprano y el rumor de las termitas me ataca desde primera hora. Mientras desayuno tengo que repetir en voz alta: ‘Para, para, para, por favor, por favor, por favor”.

Los brotes negros, el libro en el que Eloy Fernández Porta detalla con la contundencia de una bola de demolición sus crisis de ansiedad, surgió como una propuesta a su psicóloga conductista. “Empecé a escribir a mano, algo que nunca había hecho, y fue un proceso muy físico, de descripción de síntomas, sensaciones, como pequeñas escenas teatrales. La idea inicial era explicar las reacciones físicas, los excesos del cuerpo: mostrar cómo no era dueño de mis pensamientos y cómo aparecían las rumiaciones, las ideas intrusivas y las obsesiones”, recapitula.

Desde el punto de partida del yo, el ensayista fue excavando túneles en un relato que se expandió al barrio, a su ciudad, Barcelona, y de ahí al mundo, y que toca ideas como la masculinidad tóxica, la gestión de las emociones y la violencia que ejerce el capitalismo. “Es una literatura del síntoma, que puede ser entendido en sentido individual, pero en él se revelan males comunes”, ilustra.

Al contrario que en otros textos, para Los brotes negros Fernández Porta apenas se apoyó en la bibliografía. Saltó sin red a la escritura. Por supuesto, existen antecedentes de no ficción testimonial sobre salud mental: títulos como Esa visible oscuridad, de William Styron, o los más recientes Expuesta, de Olivia Sudjic, y Yoga, de Emmanuel Carrère.

Lo llamativo es que, si, hasta hace no tanto, esos volúmenes caían más o menos a cuentagotas, de un tiempo a esta parte se ha desatado una pequeña tromba. “Puede que hoy en día sea más fácil hablar en primera persona. Vivimos en un mundo en que las cosas ocultas se descubren, se abren, y no solo por las redes sociales, donde se hace una exposición constante de la vida personal”, barrunta el editor y escritor Luiz Schwarcz, cuyo libro El aire que me falta sobrevuela su prolongada depresión y un trastorno bipolar de diagnóstico tardío. “Además, la comprensión de las dolencias psicológicas es mayor ahora que antes”.

El pasado domingo, una de esas colas interminables que a veces serpentean entre las casetas de la Feria del Libro de Madrid —normalmente para conseguir la firma de un youtuber o algo parecido— desembocaba en un atril tras el que saludaba el presentador Ángel Martín, quien reveló los pormenores de su brote psicótico en Por si las voces vuelven, superventas que ha dado pie a un podcast homónimo donde ya han charlado “sin ningún tipo de filtro” desde el pianista James Rhodes a la propia Rosa Montero. Ese mismo día, distintas ciudades acogían manifestaciones del Orgullo Loco, activistas por la salud mental que demandan un trato digno para los enfermos. No se trata de un movimiento nuevo, pero está ganando visibilidad. Como el éxito del libro de Martín, es una muestra de que nunca habían sido tan públicas las aflicciones privadas. “2021 fue el año de la salida del armario del trastorno mental y esto fue provocado por el empeoramiento general de la salud mental en el mundo por la pandemia”, certifica Montero. 

Con sus autobiografías, estos escritores se anticiparon a la tendencia. Montero cuenta que empezó su libro hace cuatro años y el de Schwarcz, aunque acaba de editarse en España, se publicó originalmente en 2020 en Brasil. Fármaco, de Almudena Sánchez, se escribió antes y salió el mismo 2021. “Es terrible que tenga que venir una pandemia para que hablemos de salud mental”, reflexiona la autora. “La pandemia nos ha permitido expresarnos, pero decir esto es muy chocante”. ¿Una mayor concienciación significa que ya no acecha la sombra del estigma? Sánchez evoca sensaciones de “impudicia” y “exposición” al ver publicado su texto, una aserción que repiten en términos diferentes.

imagen-cuerpo

Lecturas

El peligro de estar cuerda. 

Rosa Montero. 

Los brotes negros. 

Eloy Fernández Porta. 

El aire que me falta. 

Luiz Schwarcz.

Por si las voces vuelven. 

Ángel Martín. 

Fármaco. 

Almudena Sánchez. 

Sedados. 

James Davies.

El mal dormir. 

David Jiménez Torres. 

Un malestar indefinido. 

Samantha Harvey. 

Todas las esquizofrenias. 

Esmé Weijun Wang. 



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD