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La danza pendiente de Isaac Hernández

El bailarín mexicano, considerado uno de los mejores del mundo y titular del English National Ballet, busca impulsar en su país la danza clásica a fin de atraer talento de otras partes del mundo y desarrollar artistas en la escena internacional

La tienda de zapatillas y puntas de ballet del Centro Nacional de la Artes está muy solicitada. Un grupo de chicas compran medias de último minuto. Isaac Hernández, el primer bailarín del English National Ballet, está a punto de dar una clase magistral a unos 40 adolescentes que sueñan con un día bailar en los grandes escenarios de México y el mundo.

La danza pendiente de Isaac Hernández

‘DEMIPLIÉ, TANDU, DEMIPLIÉ’

Los chicos, nerviosos y emocionados, repiten en sincronía los pasos al unísono que el bailarín mexicano les pide. Es el sueño de muchos de ellos: compartir el escenario durante una hora con uno de los máximos representantes de la danza clásica del mundo. Durante la lección, el artista suelta perlas de sabiduría sobre lo que ha aprendido en 20 años de carrera.

“Utilicen la música. Es algo que los bailarines no entienden hasta muy tarde en la vida”, les dice. Además de esta clase, Hernández ha traído a México algunas audiciones de la compañía británica a la que pertenece.

“Estos chicos tienen una posibilidad que yo no tuve en su momento, de poder tener acceso a esos maestros y a esas clases, a la oportunidad de ser becados por el English National Ballet. Quiero inicitarlos a que crean que tienen todas las posibilidades. Creo que México, hoy más que nunca, está dispuesto a ver las cosas de una manera diferente”, cuenta.

Hernández comenzó en el ballet a los ocho años. Su padre, el bailarín Héctor Hernández, lo preparó con estándares altísimos en su casa en un barrio de clase media en Guadalajara, donde vivía con sus diez hermanos. Pirueta tras pirueta, Isaac Hernández consiguió ayudas gubernamentales para prepararse más en el extranjero hasta llegar a las grandes compañías de Estados Unidos y Europa. En 2015, el English National Ballet lo acogió como su primer bailarín y desde entonces no ha hecho más que brillar en los escenarios.

UNA OPORTUNIDAD DE ORO

A los 15 años, Hernández empezó a pensar con el Benois de la Danse como quien sueña con el Nobel o el Óscar.

“Son de esos premios que no te atreves a desear o más bien lo quieres secretamente. He visto a muchos grandes bailarines retirarse, tener carreras excepcionales sin recibir este premio. Pensaba que sería una gran fortuna estar nominado y poder aspirar a ese premio, pero me estaba haciendo a la idea de que tal vez eso no llegaría. El hecho de que llegue a los 28 años me llena de inspiración para poder seguir adelante. Llega en un momento donde recarga a mi persona de energía para ofrecer lo mejor de mi en los mejores años de mi carrera”, dice emocionado.

Hernández llegó doblemente nominado por la versión del clásico “Don Quijote” del bailarín y coreógrafo ruso Mikhail Baryshnikov que interpretó en la Ópera de Roma y por las funciones de la producción “La Sylphide” de Frank Anderson que en enero pasado presentó con el English National Ballet en el Coliseo de Londres. “Don Quijote”, reconoce, es su favorita por tratarse de un ballet muy técnico y brillante.

El galardón lo llevará los próximos dos años por los mejores teatros del mundo: Luxemburgo, Chicago, Roma, Moscú y Buenos Aires. La cúspide de su carrera, sin embargo, no lo aleja de México. Con constantes viajes a su país se ha empeñado en hacer crecer su proyecto personal: Despertares. En 2013, comenzó con galas en las que reunió a estrellas de la danza clásica para acercar el género a un público muy diverso en Ciudad de México y su natal Guadalajara. Ahora, su aspiración ha crecido hasta ofrecer una semana de actividades en torno al ballet en México. Su enfoque es el del desarrollo de las industrias creativas como motor económico.

El modelo que anhela es el que países como Alemania y Reino Unido han apostado con la popularización de la cultura, que durante muchos años ha estado reservada para los sectores más privilegiados de la sociedad.

La clase en el Centro Nacional de la Artes está a punto de terminar y Hernández ya les ha contado a los chicos las dificultades para lograr coreografías y para vencer el tedio.

Cada paso que les ha enseñado para perfeccionar su técnica de ballet ha llevado un mensaje persistente: “para que un paso valga la pena hay que hacerlo un millón de veces”. (EP)




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