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Enero es el mes más negro

Movidas por la atracción que genera BCNegra, las editoriales se vuelcan en la ficción criminal en un mes lleno de novedades de un género en continua en expansión y transformación y que se ha convertido en una de las tablas de salvación del sector

Policías de diverso pelaje moral, víctimas no siempre inocentes, detectives frustrados, psicópatas, ladrones y timadores, mafiosos, corruptos, héroes y seres abyectos son algunos de los miembros de la curiosa tropa que toma por asalto las librerías cada mes de enero. El inicio del año se tiñe de negro literario y, con la resaca navideña presente todavía en los estómagos y los bolsillos de los lectores, las editoriales apuestan por un género que se ha convertido en un auténtico refugio. “Desde hace tiempo, el género negro es el más leído en todo el mundo. Su éxito no es fruto del peculiar momento que vivimos, sino que ha ido creciendo con mucha fuerza, y singularmente en España durante los últimos 10 años. Dicho esto, es indudable que el confinamiento total ha alterado los planes de publicación de las editoriales, que no solo han tenido que recortar el número de títulos, sino también dejar para momentos más propicios los más arriesgados, apostando por obras más identificables y seguras. Sin olvidar que la novela negra es uno de los géneros más resilientes, incluso en tiempos de crisis: siempre es altamente reconfortante ver que su línea narrativa parte del caos, pero acaba llegando a una solución y un regreso al orden”, sintetiza Anik Lapointe, editora de Salamandra y precursora del género en español desde que dirigiera la Serie Negra de RBA.

Enero es el mes más negro

La ficción criminal en España —aderezada ahora por un creciente gusto por el true crime, género de larga tradición en otros países y del que este mes tenemos un buen ejemplo en Poli, de Valentin Gendrot (Principal)— es un campo de batalla cruel y diverso en el que la superproducción, la búsqueda como sea del siguiente éxito o la copia de patrones establecidos se alterna con apuestas literarias de calidad —en enero, Seis Cuatro de Hideo Yokoyama (Salamandra); Catedrales, de Claudia Piñero (Alfaguara) o Tres, de Ndor Mishani (Anagrama), por ejemplo —, recuperación de clásicos (Tusquets publica dos novelas del comisario Bärlach, del siempre exigente Friedrich Dürrenmatt; Siruela edita una antología Villanos victorianos en su biblioteca de clásicos y con Una mujer endemoniada RBA completa la publicación de toda la obra de Jim Thompson), grandes series (sigue adelante Benjamin Black con su patólogo Quirke (séptima entrega) y no se pierdan al detective canalla Hary McCoy en Hijos de febrero (Tusquets), segunda novela de Alan Parks) y descubrimiento de nuevos talentos —atentos a Romy Haussmann y su thriller Mi dulce niña, (AdN)—. 

En busca de la campanada

Una sólida comunidad de lectores, un circuito de festivales, éxitos internacionales… el pastel es jugoso; la apuesta, arriesgada. “Como ocurre con la literatura en general, las ventas se concentran en unos pocos títulos y probablemente cuatro superventas llevan a pensar que las masas se lanzan sobre toda a la novela negra. Si ha existido un verdadero boom ha sido exclusivamente en términos cuantitativos, la sobreproducción es salvaje y esto dificulta mucho la visibilidad de las perlas. Pero sin duda que hay un público interesado y esto lleva a los sellos a renovar constantemente la apuesta, impulsados a su vez por la confianza en dar la campanada”, resume Lozano.

“Mi amigo Manuel Vázquez Montalbán y yo nos teníamos que hacer perdonar para que nos aceptaran en los sillones de los escritores serios y auténticos. Nos preguntaban ¿por qué no hacéis literatura de verdad?”, recuerda el escritor Juan Madrid, uno de los pioneros de la novela negra en España, premiado el año pasado con el Pepe Carvalho de BCNegra por toda su carrera. Mucho ha cambiado la situación desde que el autor de Días contados fuera a la primera Semana Negra de Gijón hace más de 30 años. Para llegar hasta aquí, se ha pasado por una época de literatura de culto para iniciados, tiempos en los que una visita de Dennis Lehane a Barcelona podía pasar casi desapercibida. Las barreras del gueto se derribaron, según la opinión general del sector, gracias a Stieg Larsson y la serie Millennium. “Creo que le debemos agradecer este redescubrimiento de la literatura —a partir de la literatura policiaca— para muchos lectores que habían dejado de leer o nunca lo habían hecho”, asegura Maria Fasce, editora de Alfaguara y Lumen y creadora del fenómeno del thriller Carmen Mola.

Cinco novedades negras

‘Seis Cuatro’, Hideo Yokoyama.

Un secuestro y asesinato sin resolver 13 años antes en un país en el que casi ningún crimen queda sin castigo es el punto de partida de esta monumental novela policial en la que a través de los ojos del agente Mikami observamos las miserias cotidianas del sistema. Un procedimental impecable acompaña a una obsesiva apuesta literaria, un amor por los detalles y las miradas, y una construcción compleja del protagonista, a la altura de los mejores del género. El amor o la reflexión sobre la pérdida también tienen lugar en esta historia que está a la altura de sus inmensas ambiciones. 

‘Cielo interminable’, Kate Atkinson. 

Después de casi una década de ausencia vuelve el detective Jackson Brody. Gracias a la misma capacidad para dotar a sus protagonistas de una voz especial -con cierta ironía y un gran discurso interno- que le ha valido para ganar el Costa dos veces con sus novelas históricas o para escribir la excelente historia de espías La mecanógrafa, Atkinson ha sido capaz de construir uno de los grandes personajes del género. En esta quinta entrega de Brody viene con sorpresas, pero quien quiera disfrutar desde el principio está de enhorabuena, porque AdN publica en bolsillo también las dos primeras de la serie (Expedientes e Incidentes). 

‘El abstemio’, Ian McGuire. 

Adscrita a la moda de la novela negra histórica, esta historia parte de un hecho real, la ejecución de los llamados Mártires de Mánchester en 1867, para narrar una trama de barrios bajos, asesinos a sueldo y policías frustrados. O’Connor, el protagonista, es un agente irlandés de porte melancólico y afición por la botella que trabaja con la policía británica contra los rebeldes fenianos y que es visto con malos ojos por unos y otros. Su lucha contra Doyle, implacable asesino a sueldo, es la trama central de una novela que nos lleva con pulso por lo más sucio de un apasionante momento histórico. 

‘Tres’, Dror Mishani. Anagrama.

Tres visiones de un monstruo y de sus tres víctimas (Orna, Emilia y Ella) a través de un narrador omnisciente que deja que todo vaya pasando con aparente normalidad hasta que se desata el primer crimen. Hay algo de Patricia Highsmith en el relato que hace Mishani, uno de los mejores autores israelíes del género, del mal cotidiano y obsesivo ejercido por personas perfectamente integradas en la sociedad. La última parte, más policial, junta las piezas y da sentido al conjunto. El lector encuentra una solución, pero en ningún caso un consuelo.

‘Quirke en San Sebastián’, Benjamin Black. 

El patólogo Quirke está feliz, casado y de vacaciones en España con su mujer, Evelyne. Lejos queda el abuso crónico del alcohol, la pena y la grisura de Dublín, los muertos y los olvidados por la sociedad. O, al menos, eso cree. Pero el bienestar no va con él y los fantasmas del pasado vuelven en un caso que implica a su hija Phoebe, qué gran personaje, y que sigue con el mismo estilo literario de anteriores entregas. Hay quienes dicen que en las novelas de Quirke pasa poco. Yo diría lo contrario: pasa la vida, pasa todo.



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