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El divertido infierno del románico

Un curso con expertos en arte y sociedad medieval desentraña la riqueza en la representación del diablo en las iglesias de ese período

No ha hecho falta oler el nauseabundo rastro del azufre, ni que el calor aumentase hasta resultar infernal para sentir su presencia.

Pinturas del primer gótico que se conservan en el interior de la ermita románica de Santa Eulalia, en el barrio de Santa María, en Palencia.El divertido infierno del románico

“Durante la Edad Media, el diablo era un ser tan real como la vida misma”, dice Pedro Luis Huerta, director del curso, organizado por la Fundación Santa María la Real. “En el arte del románico el Maligno es muy representado con una forma que va evolucionando”, añade, hasta perfilarse la más familiar en nuestro imaginario: “con garras, peludo, cuernos y el cabello llameante si no tiene cuernos”.

“En el relato del cristianismo el diablo está ya en el pecado original, aunque fuera como serpiente”, señala Huerta.

“Su presencia en el Antiguo Testamento, no obstante, es limitada, mientras que es mucho más rica y variada en el Nuevo Testamento, sobre todo por el Juicio Final, gracias a la importancia de los Beatos”, agrega Ángela Franco Mata, del Museo Arqueológico. Esta investigadora destacó en su conferencia que el episodio evangélico de la Matanza de los inocentes es una peculiaridad hispana cuya iconografía traspasó fronteras.

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EL DIABLO VISTO COMO ARTE

Además de reptil, el demonio ha sido representado como dragón, león, mono o animales híbridos. Así, los 80 alumnos participantes en el curso han podido observar ejemplos de Satán entre el centenar de construcciones románicas de los pueblos y aldeas del entorno. En lo alto de una columna, un ser repugnante con escamas abraza a un avaro. Sabemos que este lo es porque lleva por castigo una pesada bolsa con monedas colgada al cuello. Como si fuese una secuencia, en otra columna ese demonio tira de la balanza del Juicio Final para llevarse al infierno por toda la eternidad el alma del tacaño.

Casi un cómic parecen las pinturas murales de una ermita del siglo XIII, “Santa Eulalia”, acostada en una ladera de barrio de Santa María. De tradición románica, aunque ya del primer gótico, en una pared hay varios niveles, con demonios de color ocre avivando el fuego con fuelles, mientras otro empuja a los desdichados al infierno y a su lado varios más son sometidos a toda clase de torturas. En el repertorio del románico hay demonios enseñando la lengua, golpeando o colgando de los genitales a sus víctimas.

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Detalle correspondiente al infierno en la fachada principal de la iglesia de Sainte-Foy de Conques en Aveyron, Francia.

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UN INFIERNO MUY ENTRETENIDO

Que este infierno es muy entretenido lo corroboró en su conferencia Miguel Cortés Arrese. “En el románico del Occidente europeo se suele adornar con el Juicio Final el pórtico principal de iglesias y catedrales con una descripción detallada de tormentos y suplicios, temidos pero atractivos”.

Cita como excepcional la catedral de Santiago de Compostela, con la imagen de un glotón con un pan tan grande que no le cabe en la boca o un borracho colocado bocabajo, lo que le impide beber vino. Sin embargo, en el arte bizantino se desarrolló una peculiar forma de Satanás. “Eran etíopes, negros, musculosos, de labios abultados”. ¿Por qué? “Representaba al enemigo real que amenazaba sus fronteras”.

Así que el infierno son los otros, como dijo Sartre, ya vinieran de fuera o no. A ello dedicó Agustín Gómez su charla “La alteridad demonizada”.

“En la sociedad medieval, cada miembro tenía una función: rezaban o combatían o trabajaban porque así lo quería Dios”. ¿Qué sucedía con los que estaban fuera de estos estamentos? Eran pecadores sin remedio.

“Los textos e imágenes establecen cuatro grupos: los de trabajos indignos, sobre todo relacionados con la avaricia y la usura; los que se salían de la orientación sexual habitual, los practicantes de otras religiones y los que no tenían oficio, ni beneficio: “juglares, pobres y lisiados”, dice.

De cómo ahuyentar al diablo, Vade retro, Satanás, se ocupó el profesor de la UNED de Zamora José Luis Hernando Garrido.

“Los talismanes solían estar ligados a santos, porque podían haberlos tocado, mientras que los amuletos eran objetos a los que se atribuye un poder”.

El profesor José Luis Hernando Garrido hizo hincapié en que la medieval era una sociedad muy temerosa. El miedo al mal de ojo, a la mirada de Satanás, les llevaba a proteger a los niños con dijeros, unos cinturones de los que colgaban conchas de mar, patas de tejón, cascabeles…”.

El repertorio antiLucifer incluía la representación de penes (creían que el mal de ojo secaba fluidos como el semen, así que se le mostraba al diablo un órgano sexual para que se entretuviese), gestos como poner los cuernos o hacer una higa, escupir para expulsar lo perverso, cruzar los dedos, tocar madera…

¿Existen entonces las tinieblas pobladas por demonios? Si eres polaco, católico y presidente del Consejo Europeo, como Donald Tusk, lo crees sin duda. Hace dos meses, harto de la incapacidad británica para dilucidar cómo salir de la Unión Europe, Tusk estalló ante la prensa: “me pregunto en qué lugar especial del infierno acabarán los impulsores del Brexit”.

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LOS ÍDOLOS PAGANOS SON DEMONIOS

“El cristianismo empezó como una religión contraria a idolatrar imágenes, en reacción al paganismo, pero acabó haciendo lo que condenaba”, explicó Alejandro García Avilés. Sin embargo, con la iconografía románica esta postura es: “un equilibrio difícil de sostener, así que se argumentará que si las esculturas o pinturas están inspirados en santos y vírgenes, entonces sí son permisibles”, añade. “El cristianismo creyó que detrás o merodeando las escultura paganas se hallaba el diablo”, contó García en su intervención. Una creencia que propagó el miedo a que esas estatuas pudieran cobrar vida.




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