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El congo: justicia para uno de los mayores genocidios de la historia

El asesinato de George Floyd y la revuelta contra las estatuas coinciden con el 60 aniversario de la Independencia del Congo.

“Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti”, asegura Nietzche en Más allá del bien y del mal. 

Colonizadores y esclavos.El congo: justicia para uno de los mayores genocidios de la historia

El movimiento Black Lives Matter y la oleada de vandalización de monumentos, de la que no han escapado las estatuas de Leopoldo II, ha sumido al país en un periodo de reflexión que se plasmará en una comisión parlamentaria que tiene como objetivo investigar qué pasó. 

Hace tiempo que los historiadores han señalado a Leopoldo II como uno de los genocidas más cruentos de la Historia contemporánea, pero quizá una de las mayores incógnitas reside en cómo disfrazó de bondad y altruismo la imposición de trabajos forzados y el expolio de materias primas, con el aplauso de la comunidad internacional que llegó a cederle el territorio a título personal en la Conferencia de Berlín celebrada en 1884-85. 

Leopoldo II nació en 1835 y fue el segundo Rey de los Belgas de un Estado que había alcanzado su independencia en 1830, apenas cinco años antes, entre las reticencias de potencias como Rusia y Austria. 

Según el libro «El fantasma del Rey Leopoldo», de Adam Hochshild, el monarca siempre estuvo obsesionado por la Geografía y antes de cumplir los 20 años viajó por los Balcanes, Constantinopla, el Egeo y Egipto. «De vuelta a su país, pronunciaba tediosas conferencias sobre el papel potencial de Bélgica en el comercio mundial. En todos los lugares a donde iba buscaba oportunidades imperiales». 

En 1862, cuando visitó Sevilla, pasó un mes acudiendo al Archivo de Indias y estudiando el beneficio obtenido por España de sus colonias. Pero tras estos episodios de sinceridad juvenil, se dio cuenta de que el éxito de su empresa debía consistir en ocultar sus intenciones. Quería dinero y poder. 

No podía incomodar a otras potencias ni a sus súbditos, para los que cualquier veleidad colonial era impropia de Bélgica. 

En 1876 el monarca reunió en Bruselas una Conferencia Geográfica a la que invitó a exploradores, geógrafos, activistas en contra de la esclavitud, representantes de las misiones, directivos empresariales y militares. Votaron a favor de crear la Asociación Africana Internacional cuyo primer presidente sería, como no, el Rey Leopoldo. La gran farsa acababa de comenzar. 

El vizconde de Lesseps declaró que los planes del Rey de los belgas eran «la máxima obra humanitaria de su tiempo». Los testimonios de los viajeros que relataban con crudeza el comercio de esclavos por parte de los árabes fueron la coartada para el Rey Leopoldo. 

Su interés por África era la expansión de la fe cristina y las exploraciones científicas. «(…) Los horrores de este estado de cosas, los miles de víctimas masacradas por el comercio de esclavos cada año, el número aún mayor de seres absolutamente inocentes que son brutalmente arrastrados a la cautividad y condenados de por vida a los trabajos forzados, han conmovido profundamente los sentimientos de todos los que, a todos los niveles, han estudiado con atención esta deplorable realidad; y han concebido la idea de asociarse, de cooperar, en una palabra, de fundar una asociación internacional para poner punto final a este tráfico odioso que es una desgracia para la edad en la que vivimos, (...)», aseguró Leopoldo.

Cuando el explorador Henry Monrton Stanley surcó el Río Congo, Leopoldo II supo que había llegado su oportunidad. Se dedicó a financiar los viajes posteriores de Stanley y éste se convirtió en el valedor del monarca en la reclamación del territorio. 

Leopoldo observó con alivio que Reino Unido, sumido en diferentes crisis coloniales, no parecía interesado en conquistar unas tierras cuya ruta comercial estaba bloqueada por temibles cataratas. 

Para enmascarar todavía más las cosas , aquel empresario magistral creó una nueva organización del camuflaje, la Asociación Internacional del Congo.



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