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Caravaggio, el pintor de los cuadros desaparecidos

Los vaivenes de la vida criminal que llevó el artista italiano y el olvido qué sufrió su obra durante varios siglos hicieron que muchos de sus lienzos se perdiesen y que periódicamente algunos reaparezcan donde nadie los esperaba

Caravaggio (Milán, 1571-Porto Ercole, 1610), el gran artista del Barroco y de la Contrarreforma, fue un pintor muy apreciado en su época, cuyos servicios se disputaban nobles y cardenales, que encima le ayudaban a salir de todos los líos en los que se metía. Porque además de un creador que revolucionó la historia del arte, Caravaggio, seudónimo de Michelangelo Merisi, fue un asesino pendenciero ?algunos biógrafos creen que incluso llegó a ser un proxeneta? que tuvo que huir varias veces para evitar la cárcel. Tras su muerte, su obra cayó en el olvido, aunque fue recuperada en los años cincuenta del siglo pasado por el crítico de arte y profesor italiano Roberto Longhi. La combinación de vida criminal y olvido ha hecho que muchas pinturas se perdiesen a lo largo de la historia: la obra y la vida de Caravaggio se pueden contar también a través de sus cuadros desaparecidos.

Unos trabajadores cuelgan un posible ‘caravaggio’, ‘Judith y Holorfenes’, días antes de una subasta en Francia, en verano de 2019Caravaggio, el pintor de los cuadros desaparecidos

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‘El prendimiento de Cristo’, de Caravaggio.

Dos caravaggios se perdieron en la batalla de Berlín durante la Segunda Guerra Mundial, otro fue robado por la mafia en Palermo y otro desapareció en un terremoto en Nápoles en 1798. Tampoco se sabe si se perdieron obras cuando fue desahuciado en Roma o cuando tuvo que salir disparado de la ciudad tras cometer un asesinato. Es seguro que cuando falleció, durante su viaje de regreso a la capital, se desplazaba con tres pinturas con las que pretendía comprar su perdón al poderoso cardenal Scipione Borghese, de las que solo se conserva un San Juan expuesto precisamente en la galería Borghese de Roma.

De hecho, cuando Caravaggio murió en Porto Ercole, el secretario de Estado del Vaticano envió una misión para saber no tanto lo que había sido del artista “sino lo que había pasado con su equipaje”, escribe Peter Robb en M. El enigma Caravaggio (Alba). “Sin duda había estado esperando que llegara a Roma con un cúmulo de pinturas nuevo, el quid pro quo por el perdón que había elaborado trabajosamente”, explica el experto australiano, quien señala que dos de los hombres más poderosos de Italia en aquel momento, el virrey de Nápoles y el secretario de Estado, se disputaban aquellos cuadros.

Pero al igual que los caravaggios desaparecen, vuelven a resurgir de forma misteriosa. Una de las noticias culturales del año ha sido la aparición en una subasta en Madrid de un eccehomo atribuido en un principio a un autor desconocido y con un precio de salida de 1.500 euros. Sin embargo, en apenas unos días los especialistas en el pintor barroco lo identificaron como un caravaggio sin ningún género de dudas y comenzaron a surgir documentos que lo relacionaban con el pintor: en el mercado internacional podría haber alcanzado los 100 millones. No se ha llegado a saber cuándo lo pintó –seguramente en la primera etapa napolitana–, pero sí cómo llegó a España (a través del conde del Castrillo) y como acabó en poder de la familia Pérez Castro (por una permuta con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando).

Se trataba de un cuadro cuya existencia era conocida por los expertos, ampliamente documentado, con al menos dos copias de época, pero parecía que se lo había tragado la historia. Lo mismo ocurrió con una de sus obras más significativas, el Prendimiento de Cristo –que contiene un autorretrato del pintor–, una metáfora brutal sobre el poder del Estado pintada en los tiempos oscuros de la Contrarreforma, en 1602. Fue propiedad de la familia Mattei hasta el siglo XIX y luego se esfumó. Había acabado en el refectorio de los jesuitas de Dublín. Cuando decidieron restaurarlo en 1990, consultaron al historiador del arte italiano Sergio Benedetti, que entonces trabajaba en la Galería Nacional de la capital irlandesa. Aunque sospechó desde el principio que se encontraba ante un caravaggio perdido, Benedetti tardó tres años en autentificarlo y en trazar la historia de los diferentes propietarios. Hoy es una de las joyas de la Galería Nacional de Dublín.

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‘Natividad con San Francisco y San Lorenzo’, de Caravaggio. 

Antes del eccehomo de Madrid, apareció en 2014 otro posible caravaggio en el desván de una casa cercana de Toulouse, un Judith y Holorfenes que se vendió en Nueva York por entre 100 y 150 millones de euros. Aunque algunos expertos dudan de su autenticidad, la mayoría consideran que es un original, pintado en 1607 y desaparecido desde 1617. Nadie tiene la más leve idea de cómo acabó en aquel desván, aunque las sospechas apuntan a un antepasado, soldado de Napoleón, que lo pudo traer de alguna de sus campañas. ¿Existen más desvanes en el mundo, más conventos o salones madrileños con caravaggios olvidados? Los especialistas en el pintor nunca pierden la esperanza.

El investigador John Gash, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Aberdeen (Escocia) y notable caravaggista, asegura: “El cuadro perdido que más me gustaría recuperar es el retablo de La resurrección de Cristo de la capilla Fenaroli de Sant’Anna dei Lombardi, en Nápoles, que, junto con las dos pinturas laterales, desaparecieron (quizás fueron destruidos, quizás saqueados) tras el terremoto de 1798. Esta obra solo se conoce a través de descripciones escritas. En cambio, las pinturas del Museo Kaiser Friedrich de Berlín, San Mateo y El ángel y Cristo en el Monte de los Olivos, que probablemente fueron destruidas en 1945 (aunque podrían haber sido saqueadas por el Ejército soviético), se conocen a través de fotografías en blanco y negro”.

El galerista español José Antonio de Urbina, experto en arte antiguo, apuesta en cambio por un cuadro perdido que puede estar en España. “Juan Alfonso Pimentel, conde de Benavente y virrey de Nápoles, encargó en 1607 dos obras a Caravaggio para su capilla familiar de Valladolid, la Crucifixión de San Andrés, que acabó en Estados Unidos, y un San Genaro, que sigue desaparecido”, explica. El primer cuadro fue localizado en 1973 por el marchante madrileño José Manuel Arnaiz en un convento vallisoletano y obtuvo el permiso de exportación porque se pensaba que era una copia. Sin embargo, fue autentificado en Estados Unidos y hoy se considera de forma unánime un original, expuesto en el Museo de Arte de Cleveland. El otro lleva cuatro siglos desaparecido.

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'La Crucifixión de San Andrés' (1607) de Caravaggio forma parte de la colección de Museo de Arte de Cleveland, Estados Unidos, desde 1976.



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