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La batalla de la cabeza de caballo

Un consorcio de Oxford reproduce en mármol, con la tecnología de impresión 3-D, una de las esculturas de Fidias expuestas en el Museo Británico y reclamadas por Grecia

La historia puede dar un giro inesperado gracias a la cabeza de un caballo, como sabrán los devotos de la saga cinematográfica de El Padrino. 

Un robot en Carrara (Italia) talla el mármol para obtener la réplica de la cabeza de caballo de Selene.La batalla de la cabeza de caballo

SOLUCIÓN

La solución a un desencuentro agrio e interminable puede encontrarse en la tecnología de impresión 3D. La cabeza de esta historia corresponde a uno de los dos caballos que tiraban del carro de la diosa Selene, la Diosa Luna. Aparece surgiendo de las aguas, como símbolo del amanecer, en el frontón oriental del Partenón, el templo dedicado a la diosa Atenea. 

Es la cabeza de caballo más conocida universalmente en toda la historia del arte. Y forma parte del botín que Thomas Bruce, el séptimo conde de Elgin, logró trasladar desde Atenas hasta Londres. Casi la mitad de las estatuas del Partenón, que Bruce llegó, en algunos casos, a ordenar serrar violentamente para separarlas del edificio. 

Era entonces embajador del Imperio Británico ante el Imperio Turco-Otomano, bajo cuyos dominios estaba Atenas. Acabó vendiendo las esculturas al Museo Británico en 1816 (BM, en sus siglas en inglés) por 35.000 libras, unos tres millones de euros al valor actual. El Gobierno democrático griego lleva décadas peleando por la reunificación de los mármoles, que se han convertido en un símbolo de orgullo nacional herido.

  • En marzo de este año, el equipo del Instituto de Arqueología Digital (IDA), basado en Oxford, pidió permiso al museo para escanear piezas de los mármoles. Querían trabajar en réplicas de exactitud submilimétrica, que ayudaran a resolver de un modo positivo un conflicto que ha elevado la tensión de partidarios y detractores de la devolución durante demasiado tiempo.

“Durante cincuenta años, el MB ha justificado la retención de las piezas en la idea de que el propósito de la institución era enciclopédico, y que además de preservarlas, las situaban en un contexto histórico y cultural más amplio para que la gente entendiera su importancia”, explica con ironía Roger Michael, el director ejecutivo del IDA.

El museo, receloso de la idea, rechazó la propuesta. Pero la entrada es libre, y nadie retiene el derecho intelectual sobre obras con veinticinco siglos de historia. Dotados de iPhones a los que incorporaron sensores Lidar, una tecnología fundamental para la reproducción posterior en impresión 3D, un equipo de técnicos del instituto tomó fotografías de las obras expuestas.

En una fábrica de Carrara (Italia), robots equipados con puntas de diamantes para tallar el mármol trabajaron sin parar durante cuatro días para culminar la cabeza del caballo de Selene. Roger la presentaba este martes en un lugar londinense tan simbólico como la Casa Museo de Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis vivió allí sus últimos años. En el despacho permanece el legendario diván, y todas las estanterías están inundadas de las figuras de culturas antiguas a las que Freud era tan aficionado. Junto al escritorio hay un busto de la diosa Atenea.

“Freud desarrolló la teoría de las relaciones objetales. Por eso hemos elegido este entorno”, explica Roger. “Los objetos, decía, eran espejos de nuestra alma. Cuando los observamos, vemos en ellos lo que nosotros mismos incorporamos”. Defiende este filoheleno que tiene algo de aventurero, algo de idealista y, también, algo de vanidoso, que su propuesta puede darle la vuelta a una situación enquistada, al cambiar el modo de plantear la exhibición del arte. “Los propios romanos tenían miles de copias de obras griegas, que hicieron suyas. El BM tiene más de 10.000 replicas por todas sus salas, que ayudan a explicar convenientemente en qué consistía el pasado.



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