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Amália Rodrigues, fado de la resistencia

Una biografía revisa el papel político durante la dictadura de Salazar de la legendaria cantante, que prestó apoyo económico a los comunistas. Portugal celebra su centenario a lo grande

Un juez de cartón piedra ordena al tribunal que escuche “una de las pruebas que constituyen materia de acusación contra Amália Rodrigues”. Se trata de una canción, Erros meus, que la reina del fado había grabado en 1965 con versos de Luís de Camões, el poeta nacional portugués, y música de Alain Oulman. La artista espera con expresión contrariada. “¿Cree que esta música exprime el alma nacional?”, interroga el juez. El escenario es el plató de un programa humorístico, pero la farsa ha sido tensa. “Nunca tuve la pretensión de exprimir el alma nacional. Exprimo la mía. El alma nacional es una carga muy pesada para mí”.

Amália Rodrigues, en una manifestación convocada en 1975 por el Partido Comunista de Portugal por el llamado ‘caso República’Amália Rodrigues, fado de la resistencia

No hay casa de fado en Lisboa en la que no se vea su imagen montada en una especie de altar ni en la que el público no escuche con el corazón en la mano sus canciones

“No sé si canto bien fado, si soy castiza, si soy artista”, decía Rodrigues en una entrevista de 1967, “lo que sé es que hay una sinceridad que siempre tuve al cantar y en mi manera de ser. Siempre di todo lo que pude dar”. 

Vitor Pavão dos Santos, de 83 años, amigo de la fadista y autor de una biografía canónica (Amália. Uma biografia, aún sin traducción al español) concuerda con ella. “Creo que lo más especial de Amália es que siempre se entregaba en el canto. No tenía trucos. Cantaba con una inmensa sinceridad”, recalca durante una conversación telefónica. 

“Cada vez que cantaba era algo diferente. Siempre creaba. Las personas sentían esa entrega”, añade.

No hay casa de fado en Lisboa en la que no se vea su imagen montada en una especie de altar ni en la que el público no escuche con el corazón en la mano sus canciones. 

El verano pasado un fadista del barrio de Alfama hacía el ademán de desmayarse cuando desde un rincón oscuro de la sala un grupo de alemanes preguntaba quién era Amália Rodrigues. La respuesta fue rotunda: “Es la máxima expresión del fado, es la reina”. 

Fadistas contemporáneos como Ana Moura, Mariza, Camané o António Zambujo habrían suscrito sus palabras.

Los portugueses todavía se animan en las fiestas con el canto a la mesa pródiga de Uma casa portuguesa (La alegría de la pobreza / está en esta gran riqueza / de dar y quedar contento) y siguen echando sal a la herida de su melancolía proverbial con los fados de la artista. 

Amália fue además la primera mujer en entrar al Panteón de su país, en 2001, dos años después de su fallecimiento.



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