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“¡Y, ¿yo por qué no?!”

Desde que José López Portillo puso de moda la frase infamante de que “la corrupción somos todos”, ningún funcionario de alto nivel del gobierno federal, de director para arriba, está fuera de los puestos claves de las grandes corporaciones trasnacionales relacionadas con el ámbito de competencia que tuvo a su cargo.

Desde que José López Portillo puso de moda la frase infamante de que “la corrupción somos todos”, ningún funcionario de alto nivel del gobierno federal, de director para arriba, está fuera de los puestos claves de las grandes corporaciones trasnacionales relacionadas con el ámbito de competencia que tuvo a su cargo. El secretario de Sepafi de aquel tiempo, José Andrés de Oteyza presidió el Consejo de Administración de OHL.

Todos los funcionarios de alto nivel que han tenido qué ver con el sector energético, y, desde luego, con Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, ocupan posiciones relevantes en las empresas mundiales que dominan el sector; puestos que, obviamente, no ocuparían sin haber hecho los méritos suficientes para comprar cancha y carta, ya sea a través de arreglos y concesiones previos cuando tuvieron a su cargo las empresas del Estado mexicano, o por la trasferencia de conocimientos y contactos para la transa, no obstante que la ley (no se diga la ética), lo prohíbe, aunque no lo condena.

“¡Y, ¿yo por qué no?!”

Visto que Pemex produce comaladas de millonarios en dólares, porque pesos no agarran, no ha faltado alguno de los de abajo que diga: “y, ¿yo por qué no?”, iniciando el jugoso negocio conocido con el nombre de huachicol, por medio del cual se roban gasolinas y otros combustibles que después se introducen el mercado negro, a precios más bajos que los oficiales. Con alguna licencia literaria, podría decirse que es el estilo de Robin Hood.

Caso que no es nada nuevo, pues con el becario de ingrata memoria se descubrió algo parecido al huachicoleo, pero a lo grande y en mar abierto, cuando la ‘décima mujer más poderosa de México’, María del Rocío Cárdenas Zubieta; exdirectora general de PMI Comercio Internacional, junto con otros tres pillos, Alberto Olimón Salgado, Alejandro Tello Winniczuk y César Elías Covarrubias Prieto, transfirió millones de litros de gasolina a las empresas holandesa Trafigura y Gunvor en altamar, logrando obtener, 24.3 millones de dólares. Con una triste multa e inhabilitación, la libraron y ya.

Mismo cuento que ayer (entre cuchufletas y pitorreos), dio a conocer a la exH. Cámara de Senadores la Unidad de Responsabilidades de la Empresa Productico del Estado Petróleos Mexicanos, asegurando investigar a 48 funcionarios de la misma por robo de hidrocarburos; pero, aclarando que (sin haber concluido sus indagatorias): “Cabe mencionar que la empresa (Pemex) y el sindicato (petrolero), como instituciones, no se encuentran involucradas en el robo de combustibles’’. ¡Ah! ¡Oh! ¡Uh! Han de ser humo.

Humo, gnomos, fantasmas, sombras, cualquier creatura intangible, invisible o cuando menos indetectable. Porque, no hay forma de creer que alguno de los pobres burreros que completa el gasto para llevar de comer a su familia, porque los 80 pesos no le son suficientes, sepa por dónde corren las líneas de gasolina o diesel; sepa qué presión lleva y qué tipo de herramientas especializadas debe utilizar para perforar los tubos de acero de grueso calibre y luego colocar las válvulas para controlar la salida. Eso es increíble.

Tan increíble que no hay lugar a dudas de que quien ha hecho del robo de combustible un lucrativo negocio, debe tener conocimientos, preparación y habilidad que sólo puede adquirirse dentro de la misma empresa y, si no se trata de un miembros del sindicato, no puede ser otra cosa que personal de confianza, que para el efecto viene a resultar igual. Tanto Pemex como la CFE, ‘empresas de todos los mexicanos’, son en realidad de unos cuantos pillos. Sean altos funcionarios del gobierno, que luego son ejecutivos de las multinacionales, u obreros.

Por eso, el pleito de comadres que trae el Partido Acción Nacional en las alturas, no tiene nada que ver con la política, que es el arte de servir a la gente; se trata de garantizar la impunidad total y absoluta a los pillos que han completado la obra predadora de Carlos Salinas, entregando el país a la plutocracia, de la que ahora forman parte importante.

A cambio de las transas de siempre, una parte del PAN seguirá haciendo el caldo gordo a los otros partidos que han instaurado en el Anáhuac el paraíso de la corrupción y de la impunidad.