Editoriales > ANÁLISIS

‘Yo no lo creo’

Greta Thunberg, la joven (16 años) activista sueca contra el calentamiento climático, anunció el miércoles su llegada a Nueva York tras cruzar el Atlántico en un velero 'cero carbono', un viaje de 15 días. Sus primeras palabras hicieron referencia a los incendios en la Amazonía, que según ella: "son clara señal de que tenemos que parar de destruir la naturaleza". También tuvo palabras para Trump, dijo: "Mi mensaje para él es que escuche a la Ciencia, algo que obviamente no hace".

La extraordinaria joven tiene razón y no. El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, si escucha; pero, se hace. Igualito que a Bolsonaro, le entran por un oído las palabras de alarma por la destrucción del planeta en aras del consumismo feroz y le salen por el otro, sin haber hecho mella en su mollera. No ha corrido mucha agua debajo del puente desde que, ante el informe de 13 agencias federales de su propio gobierno sobre los efectos que traería la crisis medioambiental, simplemente respondió: "yo no lo creo", dejando en el escritorio las pruebas de su propia gente.

‘Yo no lo creo’

La irresponsabilidad de algunos de los gobiernos más influyentes en la geopolítica para propiciar el capitalismo feroz que no tiene consideración alguna por la vida en el planeta y va en busca de la mayor rentabilidad en los negocios que dominan a través de los monopolios, ya viene a resultar tan innegable como arraigada en algunos sectores favorecidos por la permisibilidad para arrasar con la naturaleza, destruyendo todo lo que encuentran a su paso. Lejos de dar marcha tras, siguen.

Nada menos ayer, Anne Idsal, la directora interina de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), informó que se eliminan los requisitos impuestos previamente a la industria del petróleo y el gas para obligarlos a instalar sistemas para prevenir las fugas de metano de sus pozos, tanques de almacenamiento o los gasoductos empleados para transportarlo. También reducen la obligación de inspeccionar regularmente el nivel de emisiones y las frecuentes fugas. La Administración alega que sus predecesores exageraron al regular el metano, el principal componente del gas natural.

Al echar por tierra el sistema regulatorio debido a Barack Obama para proteger el medioambiente y combatir la crisis climática, la Agencia de Protección Ambiental, queda convertida en un ente sin sentido, pues ha anunciado varias medidas para rebajar los controles a las emisiones de metano, el potente gas de efecto invernadero que retiene hasta un 80% más de calor en la atmósfera que el dióxido de carbono. Este es un nuevo regalo a las poderosas industrias del gas y el petróleo.

El auge de la producción petrolera y gasera de los Estados Unidos, que se convirtió de importador en exportador durante el último lustro, se debe al uso de técnicas de extracción altamente peligrosas para la vida en el planeta, como el 'fracking' que ha sido prohibido en la mayor parte de los países civilizados por los altos niveles de contaminación de aguas, tierra y aire, precisamente por el gas metano que escapa a los controles posibles durante todo el proceso de producción.

El principal argumento para desregular las emisiones de metano y evitar las medidas de prevención, es el dinero. Con las normas impuestas por el presidente Obama, las petroleras debían hacer gastos considerables para evitar la contaminación; ahora, tendrán manga ancha para ir por más utilidades a costa de la salud del planeta y de sus habitantes. La propia presidenta interina de la EPA reconoció que la medida busca "ahorrarles millones de dólares en costos por cumplimiento". Los cambios propuestos ahorrarían al sector entre 17 y 19 millones de dólares al año, sumando un total de entre 97 y 123 millones desde 2019 hasta 2025. Una vez publicada la nueva desregulación debería entrar en vigor en dos meses, pero se prevé una batalla del ecologismo. Una batalla que se antoja dura y prolongada por el poder que tienen los monopolios petroleros transnacionales.

Entonces, no es que el presidente Trump no escuche, como demanda la joven sueca, quien en agosto de 2018 se convirtió en una destacada figura dentro de las huelgas estudiantiles realizadas en las afueras del Riksdag, generando conciencia hacia el calentamiento global; sino que se hace.

El año pasado, Trump dijo que: "A Estados Unidos le iría bien 'un poco' de calentamiento global".