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Un mal día

La colusión del Estado con el poder económico ha propiciado la aberrante acumulación de la riqueza es una cuantas manos estériles

Fue un mal día cuando Milton Friedman expresó, ante un vasto auditorio de jóvenes que se dejaron arrebatar por su aparente sabiduría, su frase lapidaria que luego habría de convertirse en la gran mentira del siglo XX y lo que va del presente: "Las únicas sociedades que han sido capaces de crear una prosperidad relativa ampliamente extendida han sido aquéllas que han confiado principalmente en los mercados capitalistas". La economía de mercado sólo ha generado miseria.

Corren muchas versiones en el sentido de que no fueron las ideas de Friedman las que han llevado al planeta a las crisis recurrentes que terminan con muchos muertos, muchos desahuciados y muchos ilusos que pierden todo por ir en busca de fortuna; sino la corrupción que ha propiciado la aparición de los monopolios y las grandes corporaciones que dominan la economía mundial sin otro propósito que acrecentar las grandes fortunas de magnates que no saben cuánto acumulan.

Un mal día

La experiencia señala que los abusos y las conductas antisociales que permanecen impunes, son un caldo de cultivo para la corrupción y ésta ha llegado a tales grados que el Estado ya no protege el interés de los ciudadanos; sino el de los magnates, que pueden hacer y deshacer con entera libertad, lo mismo ofreciendo ofertas engañosas que defraudando a los consumidores o robando descaradamente. Ningún alimento envasado o empaquetado pesa un kilo, aunque así se afirme.

La colusión del Estado con el poder económico ha propiciado la aberrante acumulación de la riqueza es una cuantas manos estériles, con el beneplácito de las hordas fascistas que, a cambio de migajas, le otorgan la llamada protección social, haciendo un escándalo cuando se pretende hacer cumplir la ley. Así, en este momento hay un reducido grupo de ricos tan ricos como jamás se había imaginado y pobres que mueren de hambre, de frió y de enfermedades que se habían erradicado.

Milton Friedman nació el 31 de julio de 1912 en un barrio de Nueva York y debió trabajar para costearse sus estudios, llegando a doctorarse en Economía. Toda su vida estuvo dedicada a la función pública, a la enseñanza y a la investigación y tuvo ideas que tal vez pudieron funcionar en una efectiva economía de mercado sin el agregado de la corrupción que actualmente la pervierte. Por ejemplo, proponía la idea de sustituir el sistema tradicional de bienestar a cargo del Estado para suplirlo por un modelo de impuesto negativo de ingreso en el que las personas que tenían ingresos menores el nivel propuesto como aceptable, recibirían en lugar de pagar impuestos.

En México si hay quien recibe en lugar de pagar impuestos; pero, se trata de los potentados protegidos por el gobierno, que han emprendido una feroz campaña en contra de quien les ha quitado la ubre jugosa. Quizá con la llegada de los nuevos tiempos, la idea de Friedman pueda aplicarse en beneficio de los millones que han sido despojados inicuamente hasta de la esperanza.

Las teorías económicas de Milton fueron novedosas y por ello atrajeron a los intelectuales y políticos de la época, de tal suerte que logró conformarse lo que luego se conocería como neoliberalismo, esto es,  la teoría que plantea una reducción de la intervención del Estado a su mínima expresión y a favor del libre mercado, factor capitalista para el crecimiento del país. Dos de los principales impulsores del neoliberalismo fueron Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

En este momento ya es imposible que alguien, en plenitud de facultades y fuera del círculo de la mafia del poder y sus corifeos, pueda negar los estragos del neoliberalismo montado sobre el brioso corcel de la globalización, que no es otra cosa que la destrucción de las barreras de protección de las economías débiles y por tanto, expuestas a los embates de las financieras internacionales que van por el planeta engullendo sin piedad todo lo que se mueve o se resiste.

No hay forma de negar el colapso financiero de los años 2007 y 2008, el envío de dinero y poder a los paraísos fiscales, la lenta destrucción de la educación y la sanidad públicas, el resurgimiento de la pobreza infantil, la epidemia de soledad, el colapso de los ecosistemas y hasta el ascenso de la ultraderecha. Quizá por ello, aquel 31 de julio de 1912 fue un mal día.