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Humanismo puro de un precursor

Tanta belleza no podía durar mucho

Hay vidas luminosas que siguen irradiando luz mucho tiempo después de que han partido a rendir tributo a la madre tierra. Son seres superiores que, independientemente de si nacieron en cuna humilde o pañales de seda, entregan sus vidas y sus afanes al servicio de los demás, y mejor aún, a la asistencia a los más pobres, a los desvalidos. Tienen un lugar preferente entre los sabios, los creadores y los santos. Su nombre habrá de pronunciarse por los siglos de los siglos con devoción.

Olof Palme, nacido Sven Olof Joachim Palme en Estocolmo, el 30 de enero de 1927, fue arteramente asesinado el 28 de febrero de 1986. Ejerció como primer ministro de Suecia durante 10 años en dos etapas: desde 1969 hasta 1976 y de 1982 hasta su asesinato. Fue, además, líder del Partido Socialdemócrata Sueco desde 1969 hasta 1986, y vicepresidente de la Internacional Socialista desde 1973. Murió luego de asistír al cine, como cualquier otro ciudadano libre.

Humanismo puro de un precursor

Su carrera fue meteórica; tras licenciarse en Derecho por el Kenyon College de Ohio, Estados Unidos, empezó a trabajar como secretario del primer ministro Tage Erlander y experimentó un progresivo ascenso dentro del partido. En 1957 fue elegido parlamentario de la Segunda Cámara por la circunscripción de Jönköping; en 1965 asumió como ministro de Transportes, y en 1967, fue nombrado ministro de Educación. El empeño y el talento de Palme obtuvieron la confianza de Erlander para sucederle como primer ministro cuando éste dimitió en octubre de 1969.

Un demócrata y socialista como Palme tuvo las simpatías de su pueblo; pero, donde brilló más intensamente fue en la política exterior, en la que marcó claramente sus propuestas: pacifismo, respeto a los derechos humanos y apoyo a los países del Tercer Mundo. En los momentos más álgidos de la Guerra Fría, adoptó una política de neutralidad, posición inédita; pero, además, se pronunció en contra de la carrera armamentista de las dos grandes potencias mundiales.

Su dinamismo lo llevó a apoyar al Congreso Nacional Africano en su lucha contra el apartheid, a simpatizar con la transición democrática de España, a ser un receptor de migrantes y refugiados, a mediar en la guerra de Irán e Irak y a condonar la deuda externa de los países africanos con Suecia.

Tanta belleza no podía durar mucho. Manos criminales cegaron su vida y su carrera aquel fatídico 28 de febrero de hace 33 años. Hoy, el mundo vive circunstancias similares a las de la Guerra Fría y son pocos, muy contados, los hombres de talento y buena voluntad que asumen una posición de neutralidad para permitir que las naciones soluciones sus conflictos mediante el dialogo y el entendimiento. Supuestamente fue asesinado por un vago drogadicto al que utilizaron otros.

Su presencia ya no está en los escenarios mundiales; pero, su voz sigue resonando con ecos del más puro humanismo, como cuando dijo en su último discurso frente al parlamento socialista: "Hicimos un comienzo serio en el Congreso de Ginebra con respecto a nuestra actitud frente a  la lucha de liberación en África meridional. Hemos seguido esa política; hoy estamos comprometidos a trabajar para un programa concreto de acción: Los demócratas  socialistas en todos los casos deben estar del lado de los explotados y oprimidos contra los opresores. Queremos estar del lado de liberación de los africanos. Consideramos que los hombres libres son más importantes que la libre circulación de capital. Por lo tanto, debemos detener el apoyo económico de nuestros países al apartheid. Nuestros ideales profesados ya no pueden coexistir con el apartheid.  Queremos paz, pero nos damos cuenta de que mientras hay apartheid y racismo, no puede haber paz. Por lo tanto nuestro compromiso con la erradicación del apartheid es una contribución para la paz".

No pudo el primer ministro de Suecia ver y gozar la desaparición del apartheid, no como la destrucción de una ideología y de los hombres que la profesaban; sino como el resultado de los afanes de dos seres humanos de igual talla y magnitud que Palme: Nelson Mandela y de Klerk.

Las vidas comprometidas con algunos de los tres grandes campos de la cultura humana: arte, ciencia y moral, se van físicamente; pero, su espíritu, su recuerdo permanece como inspiración.