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Soberanía popular

El proyecto de nación que durante la mayor parte del siglo XX se mantuvo enfocado en lograr la justicia social, esto es, la justa distribución de la riqueza mediante la adecuada retribución del trabajo, quedó abandonado por los gobiernos neoliberales.

El compromiso de los gobiernos con los gobernados, fue substituido por los pactos con las grandes empresas, nacionales, extranjeras y trasnacionales, cuyos intereses fueron los que dominaron hasta hace poco el quehacer de la clase política y gobernante. La colusión entre los jefes políticos y los capitanes de las grandes empresas es evidente; la soberbia los ha había vuelto cínicos. Anecdótico resultó

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que el entonces líder del Senado se fue de farra con un potentado, cuyo helicóptero afectó una reserva natural protegida.

Para alinear los intereses de la plutocracia en sus dos caras, no tuvieron empacho en modificar el texto constitucional, de tal suerte que, simulando una democracia moderna, en realidad se ejerció un autoritarismo voluntarioso que no reconocía límite alguno, aunque se convierta en el escándalo cotidiano, exhibido dentro y fuera del país. "Aguanta Rosario" le dijo el presidente a la extitular de Desarrollo Social. Esa era la consigna de aquellos tiempos aciagos.

En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada en febrero de 1917, el texto original de su Artículo 39, indica que: "La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno". Texto de preclara naturaleza democrática.

El poder público viene del pueblo y debe servir a la gente. Ese artículos sigue vigente, quién sabe si como burla y escarnio, o porque son tan cínicos que ni en cuenta lo han tomado. El caso es que el poder público, que se arrogan los coludidos, sólo ha servido para hacer más ricos a los ricos y despojar a los ciudadanos de a pie hasta de la última pizca de esperanza. Cuando se pensaba que ya no podía haber algo peor, volvían a joder.

Para el efecto, el anterior Congreso abyecto reformó la Constitución y ahora, en su Artículo 40, dice: "Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental". ¿Representativa? ¿De quién?

Otras de las modificaciones, viene a ponerle el cascabel al gato, cuando dice el Artículo 41: "El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y por los de los Estados y la Ciudad de México, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los términos respectivamente establecidos por la presente Constitución Federal y las particulares de cada Estado y de Ciudad de México, las que en ningún caso podrán contravenir las estipulaciones del Pacto Federal". ¡Órale!

Con los artículos 40 y 41, pudieron olímpicamente librarse de las obligaciones que les imponía el mandato del 39, que privilegiaba la soberanía popular; el poder estatal se puso al servicio de la gran empresa, con la que está asociado, como en los mejores tiempos del liberalismo decimonónico. Como es imposible tapar el sol con un dedo y evitar que la ciudadanía perciba el engaño, echan mano de recursos absurdos, como el de atribuir la injusta distribución de la riqueza a 'difíciles condiciones del entorno internacional'.

Las mil 500 empresas del Estado mexicano, que no generaban riqueza para unos cuantos pillos, sino progreso y bienestar para México y los mexicanos, están ahora en manos de los hombres más ricos del planeta, que siguen disfrutando de los privilegios que eran naturales en negocios sin fines de lucro. Ni siquiera impuestos están obligados a pagar.

¡Que pague el pueblo jodido, que para eso es el depositario de la soberanía nacional!