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Ser ciudadano

Ser ciudadano es una gran responsabilidad y un gran privilegio. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su Artículo 34, reconoce y tipifica esa calidad que tienen los mexicanos residentes en el territorio nacional, que han cumplido su mayoría de edad y tienen un modo honesto de vivir.

Los habitantes de este país detentan, primero que ninguna otra, esa calidad: son ciudadanos mexicanos. Después podrán portar otros distintivos; pero el que los identifica y compromete es el de ciudadanos, habitantes de esta nación, de la que obtienen tanto y a la que deben tanto.

Ser ciudadano

En ese sentido, hay que señalar que México ha sufrido grandes calamidades por la renuencia de sus habitantes a reconocerse, esencialmente, ciudadanos a secas. En lo político, dicen: Yo soy priísta, panista, morenista o de la Gordillo; en lo laboral: yo soy obrero, yo burócrata, yo profesionista; en lo social: yo soy león, yo tigre, yo pantera, y al decirlo tiran para su santo o buscan el beneficio de su camarilla, desestimando las grandes necesidades y graves carencias de la población.

El gasto de todo el presupuesto nacional para una obra de relumbrón, beneficia o perjudica a todos; lo mismo que la rampante corrupción que se dio durante la administración pasada, cuando se repartieron carretadas de dinero para sacar adelante un proyecto demencial que hubiera comprometido para siempre el fututo del país. Obreros o profesionistas; ricos, pobres o de medio pelo; analfabetas, ilustrados o cultos; así o asá, todos son ciudadanos y se calientan bajo el mismo sol, transitan por las mismas carreteras, respiran igual aire y gozan o sufren lo que hacen los gobernantes.

Esto viene al caso porque pronto los ciudadanos de algunas entidades habrán de tener una prueba de fuego: actúan como ciudadanos, interesados en el porvenir de la nación, o agarran los quinientos pesos, la torta, la camiseta, la cachucha o el boleto para la rifa de electrodomésticos y entregan su voto a quien pague más y mejor, cancelando toda posibilidad de progreso, propio y comunitario.

Quienes viven en los lugares donde habrá elecciones tienen una deuda muy grande; porque oriundos y avecindados, han encontrado aquí un buen lugar para vivir y trabajar; para ser constructivos, productivos y proposititos. Algo tienen que regresarle a cambio. Cuando menos una decisión razonada y razonable, que amplíe en lugar de cancelar sus oportunidades de crecimiento y desarrollo. Ha llegado la hora de poner alto al saqueo; de gritar ¡ya basta!, a la corrupción, a la simulación y a la complicad.

Es indudable que la actual administración federal ha tenido notables aciertos que están a la vista de todos, son innegables porque son fácilmente comprobables. Así cobra vigencia el viejo y conocido refrán de que: "obras son amores y no buenas razones". Esta administración ha sido más notoria luego del desastre de las tres previas, en que no había más que una sola voluntad que no oía, no veía ni entendía los clamores ciudadanos. Al inicio de la centuria Fox trajo un rayo de esperanza a los mexicanos que se volcaron en las urnas masivamente; pero, el suyo fue un régimen de opereta y simulación; luego, con el becario de ingrata memoria no hay nada que decir. La absurda y oprobiosa Estela de Luz que ensucia el paisaje de Chapultepec en su blasón.

El retorno del PRI fue el retorno de los brujos, que acabalaron la ignominiosa obra empezada por Carlos Salinas tres décadas antes. Quizá su mérito mayor haya sido no haber impedido que llegara un nuevo régimen al poder, como hicieron los otros, que de ello se ufanaron.

El grato sabor de boca que están dejando los presupuestos bien ejercidos en pavimentar calles, arreglar los espacios públicos, alumbrar las avenidas y colonias, promover el deporte y el esparcimiento, estimular el amor por esta ciudad y, en fin, recuperar el sentimiento de pertenencia, obligan a desear más. Con el cambio se han generado fuertes resistencias por parte de los poderes fácticos cuyos interese se ven afectado por el combate a la corrupción, que se viene librando en todos los frentes. Ya ha avanzado; pero, falta mucho y sólo puede avanzarse con el ejercicio de la responsabilidad ciudadana.

Los ciudadanos ya no podrán conformarse con menos, aunque todavía haya quien atienda los berridos de la Gordillo o agarre la torta y los diez pesos. Después de lo que ha hecho la actual administración, los ciudadanos ya no pueden permitir otro retroceso. Si lo hicieran, perderían la calidad que les otorga la Constitución. Se convertirían de ciudadanos en súbditos.