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El anuncio de la crónica

Allá por el inicio del siglo, el autor culminó su cuarto libro y, como era de esperarse, las casas editoriales le hicieron el fuchi; fue hasta el 2005 que pudo darse a la a la imprenta, con la posibilidad de una quinta reedición. El prologuista se preguntaba si el texto era una historia de amor o una inusitada lección de política, como si se tratara de una copia del legado de Maquiavelo.

Desde luego, nada que ver con ver con el genial diplomático de la Italia perspicaz. Nada que ver con el padre de la filosofía política moderna; pero, algo debe haber, por lo que hoy, un día después de la instauración de la Cuarta República, se reproduce parte de aquel texto: “En la edad adulta, consolidó su reinado con un vigoroso aliento a los tres grandes campos de la cultura humana: el arte, la ciencia y la moral.

El anuncio de la crónica

El mismo tenía habilidades para la música y en alguna tarde estival, tañó la flauta y pulsó el laúd con emotividad intensa; pero, reconoció en otros el talento del artista y estimuló su trabajo y dedicación. La astronomía, la geografía, las matemáticas, la filosofía, no le eran ajenas y era capaz de abstracciones profundas; pero, tuvo la certeza de identificar a los científicos y les brindó todo su apoyo para transitar por los intrincados laberintos del quehacer intelectual.

Ecuánime y justo por naturaleza, dedicó su vida al servicio de los demás procurando el bienestar de su pueblo antes que la comodidad personal, y; sin embargo, supo aquilatar el afán de los santos y de los virtuosos. De ellos se rodeó y de ellos aprendió a ser un rector exitoso.

Estaba convencido de que no tenía que ser el mejor; ni siquiera aceptaba que un hombre fuese mejor que otro. Todos nacemos iguales, vivimos iguales y nos marchamos así; la única diferencia está en la responsabilidad de cada quien para consigo mismo, para los demás y para el universo entero, pensaba.

También estaba cierto de que su responsabilidad era entregarse en cuerpo y alma al trabajo para lograr el progreso de su reino y el bienestar de sus paisanos. Afirmaba que entre las personas como entre los pueblos, los deberes están primero que los derechos. Si se ponen las prerrogativas antes que las obligaciones, es muy fácil caer en la corrupción. ¡No puede descansar quien no se ha cansado, no puede cobrar quien no ha cumplido su jornada!, sentenciaba. Entendía la política como el arte de la conciliación y de esta suerte gobernó.

El monarca del Guadiana era poderoso porque era sensible, era sabio y era amoroso.

Pero, a más de ello, era alegre; su alegría era tan franca y natural, que contagiaba a los demás y en su derredor la gente no paraba de reír y sonreír. Se llegó a decir que el buen humor era la mayor prueba de inteligencia entre los seres humanos. Junto a sí mantenía a un bufón quien cada mañana le recordaba la fragilidad de la vida y la falibilidad de las acciones de todo hombre. De igual manera, los yerros y los fracasos son parte de la condición humana y una pifia no es motivo de vergüenza ni de frustración, sino acicate para seguir adelante. Los consejeros y doctores le señalaban que las crisis son por igual crisol o cripta; esto es, los momentos de dura prueba son el crisol donde se forja la grandeza humana o son la cripta a dónde van los sueños. El bufón le decía cantando: “Una guacamaya pinta le dijo a una colorada, no creas al que te adula, volteas y te da una patada. Pajarero que se duerme, no pesca pájaro en nido; en todas partes cabrás, si eres acomedido. No compres limas, tampoco peras, ni te comprometas a lo que no puedas”.

 El discurso de ayer, hizo evocar al autor aquel texto, en que, además, señalaba que: “Estaba convencido de que no tenía que ser el mejor; ni siquiera aceptaba que un hombre fuese mejor que otro. Todos nacemos iguales, vivimos iguales y nos marchamos así; la única diferencia está en la responsabilidad de cada quien para consigo mismo, para los demás y para el universo entero. También estaba cierto de que su responsabilidad era entregarse en cuerpo y alma al trabajo para lograr el progreso de su reino y el bienestar de sus paisanos. Afirmaba que entre las personas como entre los pueblos, los deberes están primero que los derechos. Si se ponen las prerrogativas antes que las obligaciones, es muy fácil caer en la corrupción. ¡No puede descansar quien no se ha cansado, no puede cobrar quien no ha cumplido su jornada!, sentenciaba. Entendía la política como el política como el arte de la conciliación y de esta suerte gobernó.

Casi 20 años antes del magnífico discurso der ayer, ya se había perfilado historia de este país, tan agobiado por las hordas del capitalismo salvaje y por la irresponsabilidad de los gobernantes que en el escenario purgaron las penas de lo que pudieron hacer y no hicieron; de la condena pública, que es más terrible que el inexistente (hasta ahora) brazo de la justicia faltan renglones por escribir .

Después de lo de ayer, no hay forma de equivocarse, el poder vuelve a sus manos originarias. No mencionó el presidente a don Guadalupe Victoria, el hombre probo y recto que formó las instituciones republicanas como ahora están; pero, no hizo falta, el Águila Negra cobijó su toma de posesión, junto a Juárez, Carranza, Villa, Zapata y Cárdenas.

La próxima edición del libro, saldrá a la venta el 15 de diciembre y quizá sea una buena oportunidad para explicar a las nuevas generaciones, que nacieron y vivieron los estragos del capitalismo salvaje, qué es México y qué ha venido representando a lo largo de la historia en el concierto de las naciones de la América indiana y del mundo entero.