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Prevenir o lamentar

Las grandes concentraciones urbanas ofrecen enormes ventajas a sus habitantes; pero, sin la planeación adecuada son también lugares de alto riesgo

La explosión demográfica es un término que se ha venido utilizando desde finales del siglo pasado, cuando las urbes crecieron más allá de sus posibilidades de desarrollo y se convirtieron en zonas de alto riesgo, azotadas constantemente por los fenómenos climatológicos potenciados por la ausencia de una consciencia cívica que posibilite una convivencia sana, armónica y segura. Aunque parezca absurdo, hubo quienes decían ufanos que sus ciudades eran las de mayor crecimiento; sí, pero crecían al garete.

Las grandes concentraciones urbanas ofrecen enormes ventajas a sus habitantes; pero, sin la planeación adecuada son también lugares de alto riesgo. La frecuencia con que ocurren accidentes o incidentes que se consideran eventos catastróficos por la amplitud de los daños que ocasionan a las personas y sus bienes, exige que en la misma proporción del crecimiento poblacional se vayan dando soluciones a los problemas actuales y futuros. Que nada quede al azar para que no haya sorpresas con saldos trágicos.

Prevenir o lamentar

Tan importante es la planeación del desarrollo urbano, que dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por México en el 2015, se inscribió el: "Objetivo 11.- Propone lograr al 2030 que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, estableciendo como una meta específica el aumentar la urbanización inclusiva y sostenible". El Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales Establece la necesidad de reforzar la planeación, el fomento y la normatividad del desarrollo urbano sustentable.

La nueva Ley General de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano establece en el artículo quinto transitorio, que "En un plazo de dos años contados a partir de la entrada en vigor de este Decreto, se formularán, o adecuarán los Planes y Programas de Desarrollo Urbano de los Centros de Población mayores a cien mil habitantes". A 5 años de firmados, los objetivos siguen siendo buenas intenciones.

Poco se ha hecho en favor y mucho en contra, pues los nuevos asentamientos urbanos crecen como la verdolaga, en los lugares más insospechados creando nuevos problemas que se agregan a los que existen desde tiempo inmemorial. Con los notables avances tecnológicos que permiten medir con la más absoluta precisión ubicaciones y características geográficas y climatológicas, se autorizan obras de diversa naturaleza que modifican el paisaje y vienen a constituir condiciones de alto riesgo para la gente.

Yendo a los extremos, pudiera pensarse que hay una exposición casi deliberada a los riesgos desde el momento en que la selección de su ubicación ha implicado en muchos casos, el aprovechamiento de una particularidad geográfica, en el caso de la frontera tamaulipeca el río Bravo, que representó en su momento una ventaja productiva y comercial para la población, aunque implicaba exponerse a un riesgo natural. Conscientes de ello, se realizaron obras para conjurar amenazas inminentes o eventuales.

Aceptado que la actividad productiva es la razón de ser de las ciudades, y que es además generadora de nuevos riesgos, la planeación urbana cobra una importancia toral, especialmente cuando se trata de modificar la topografía para ampliar la mancha urbana y para llevar servicios a la población asentada en la periferia. Más, muchos más, si las ciudades están asentadas en lugares proclives a ser afectados por fenómenos meteorológicos sobre los cuales las capacidades del ser humano no tienen injerencia.

Los niveles de vulnerabilidad particulares frente a los diversos peligros a los que está expuesta cada comunidad, exigen una respuesta de la población y de las instituciones, pues las decisiones que una sociedad toma sobre la forma en que enfrenta los riesgos llevan a su vez a una modificación de éstos. Si ya se sabe que bajo determinadas condiciones va a ocurrir desastres que lamentar, lo sensato es realizar las obras necesarias para conjurar estos riesgos, que no son inminentes, sino latentes. Hay que prevenir.

La responsabilidad institucional sobre la suerte de la comunidad es total; esa es su razón de ser; por ello cada miembro del cuerpo social contribuye a su sostenimiento y a su reconocimiento, acatando sus disposiciones.

Considerar los ordenamientos ecológicos, los criterios de regulación ambiental de los asentamientos humanos establecidos en el artículo 23 de la LGEEPA, así como las normas oficiales mexicanas en materia ambiental y criterios de resiliencia y disposiciones aplicables establecidas en la Ley General de Cambio Climático, no es una opción, es una obligación perentoria.