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Perdiendo la batalla

No han podido las máquinas suplir al hombre como el gran protagonista del acontecer global por más avances que tenga la automatización. Quizá el peligro no está ahí, sino en la digitalización de los medios masivos de comunicación, que en tiempo real son capaces de identificar objetivos precisos para sus campañas de mercadeo, sean comerciales, políticas o doctrinarias. Ni siquiera es obligado que una afirmación echada a volar por las redes sociales sea verdad, lo que importa en su impacto.

Quizá por ello el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dijo, luego de la masacre de El Paso, Tex., que: "Es necesario hacer algo acerca del extremismo en línea". Y el lunes siguiente, manifestó que el gobierno trabajaría en colaboración con autoridades locales, estatales y agencias federales, así como empresas de medios de comunicación social, para desarrollar herramientas que puedan detectar a los grupos de tiradores potencialmente peligrosos antes de otro tiroteo.

Perdiendo la batalla

La idea no es peregrina, pues si las principales empresas operadoras de las redes cibernéticas: Amazon, Facebook, Google, Microsoft y Twitter, pueden detectar en tiempo real potenciales consumidores de entretenimiento, información o bienes y servicios, para hacerles llegar publicidad dirigida a fin de moldear sus gustos y estimular el consumo, bien podrían identificar a las personas con problema de conducta y afición por las armas de fuego con fines antisociales.

Ese mismo lunes, el presidente Trump citó varias fuerzas culturales que han contribuido a un clima de odio y división. Uno de ellos, dijo, es el tipo digital: "los peligros de Internet y las redes sociales no pueden ser ignorados". En sentido contrario, funcionarios de la casa blanca durante su última sesión, explicaron que la tecnología podría servir como un sistema de alerta temprana para posibles ataques, recopilando información de redes sociales para identificar incidentes mortales antes de que ocurran. Con ello se lograría una enorme ventaja en contra de este tipo de eventos.

La Asociación de Internet, un grupo comercial que representa a las empresas, a través de su director ejecutivo,  Michael Beckerman, había llamado al período de sesiones productivas, y dijo que: "Las empresas de tecnología vamos a seguir colaborando a través de la industria, el gobierno, la aplicación de la ley y otras partes interesadas a la contención del odio y el extremismo en la sociedad, y felicitamos a la Casa Blanca por convocar una reunión sobre este asunto tan importante". Pero...

Discutir en este momento la importancia de las redes sociales en la conducta de los seres humanos en este siglo XXI es absurdo. Están ahí y llegaron para quedarse. Lo lamentable es que, como todo lo que cuesta, están más al servicio del poder económico que en muchos casos no se diferencia del poder político en esa amalgama de intereses en que la política ha venido a ser el menor negocio. Quien paga más, tiene mejores posibilidades de dominar el mercado comercial o político.

 Los expertos recomiendan que para diseñar una estrategia de marketing político en redes sociales hay que determinar bien los públicos a los que se dirige la comunicación; entender cómo viven y cómo se comunican esas personas, saber qué problemas principales tienen, elaborar un mensaje apropiado para ellos y desarrollar estrategias de comunicación diferenciales en función de cada una de las redes sociales. Desde una perspectiva general, podría decirse que las redes sociales son muy buenas para movilizar al electorado duro, generando motivación, brindando líneas argumentales, despertando emociones y organizando. Así llegaron al poder Trump y Bolsonaro.

Para dar una idea de la importancia de los mensajes a través del espacio cibernético, hay que leer los informes que llegan de Argentina, donde se dice que la diferencia principal es la inversión en redes sociales y en medios digitales, un terreno que el oficialismo domina. Desde el oficialismo aseguraron que la fórmula Macri-Pichetto gastó $200 millones para instalarse en distintos lugares del país. La cifra incluye solo la campaña presidencial. Desde el kirchnerismo afirmaron que la campaña de Fernández-Fernández costó unos $50 millones, cuatro veces menos que la de Macri.

Si en los asuntos políticos se reconoce el peso de la comunicación digital, la idea de que las principales plataformas pueda ser utilizadas como instrumento para detectar conductas antisociales y potencialmente destructivas, a fin de tomar medidas preventivas, no es tan mala y el presidente ganaría puntos importantes de llevar adelante su iniciativa, cuando menos como propósito inmediato luego de las dos masacres últimas, porque, la batalla se va perdiendo.