Editoriales > ANÁLISIS

La evolución del odio

Se acuño el término de xenofobia uniendo dos palabras de procedencia distinta

Es costumbre que para tranquilizar las buenas consciencia, luego de hechos trágicos como las masacres que de tarde en tarde ocurren en los Estados Unidos con mucho aparato publicitario, y en otras partes del mundo sin tanto escándalo, se desate una diarrea de manifestaciones de toda índole, la mayoría de ellas lamentando y condenando lo ocurrido; pero, al chico rato todo vuelve a la normalidad y ni quien se acuerde de los que ayer cayeron bajo las balas o las bombas asesinas.

Tomando como base la Biblia, habría que decir que el primer crimen de odio tuvo lugar cuando Caín mató, con una quijada de burro, arma de uso corriente por aquellos tiempos, a su hermano Abel. ¿Por qué mató Caín a Abel? ¡Por celos! Dios había recibido con júbilo la ofrenda de Abel y la hizo notar, en cambio, rechazó la de Caín. Aquí es donde entran los asegunes y pueden hacerse un sinfín de elucubraciones; pero, la ofrenda de Caín (trigo) era más pobre que la de Abel (oveja).

La evolución del odio

Con el paso del tiempo, se acuño el término de xenofobia uniendo dos palabras de procedencia distinta; xeno, del griego que significa ajeno y fobia del latín que se entiende como rechazo. Sin embargo, en los primero tiempos no necesariamente fue sinónimo de odio o de aversión, pues no pocos extranjeros cautivaron a sus huéspedes. El problema aparece cuando, como Dios con los hermanos, los nativos prefieren a los de fuera a sus coterráneos: un esclavo negro, una nana rubia.

Al paso de los años y con el florecimiento de la edad de la exploración, que descubrió nuevos mundos por toda la geografía, también se conocieron nuevas razas y emerge el racismo; pero, otra vez como competencia. Los romanos cayeron cautivados por los enigmáticos y atildados egipcios; los griegos se interesaron en los africanos y los persas. El descubrimiento mayor fue el del Nuevo Mundo, que incorpora nuevas razas de color cobrizo y moreno. Aunque en los estratos bajos de la sociedad no hubo problema en la mezcla de razas, de las que surgen las castas, cuando menos en las metrópolis más importantes del nuevo continente surge el racismo: blancos, morenos y negros.

La maldición de Malitzin es una de las leyendas negras de la conquista de México. Dice que una bella joven de apenas quince años fue entregada por Moctezuma a Hernán Cortes como tributo y acaso soborno para que no siguiera tierra adentro dominando los pueblos que encontraba al paso y que doña Marina no resistió el embrujo del hombre blanco y barbado y lo ayudo en sus tareas. Otra vez, uno que decide por otro que la parece con mayores merecimientos para recibir su favor.

Pero, la historia sigue su marcha inmarcesible y hete aquí que Adela Cortina, la filósofa más notable de la España contemporánea ha venido a refrescar la filosofía y asegura que: "De ser las hermanas pobres de la filosofía, hoy, sin embargo, la ética y la filosofía política son el núcleo de la filosofía, gracias a que, tomando el toro por los cuernos, se han lanzado a conocer otras ciencias, desde la biología a la digitalización". Por lo pronto, inventó el acertado neologismo 'aporofobia'.

Aporofobia, según su autora, hace referencia a un sentimiento de miedo y a una actitud de rechazo al pobre, al sin medios, al desamparado. ¡Pufff! No hay forma de negar las conclusiones de esta catedrática de número de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la Universidad de Valencia, quien, en su libro: Aporofobia, el rechazo al pobre (Paidós, 2017), analiza a fondo esta actitud que se echa mucho de ver en las sociedades europeas y la estadounidense; pero, que no es ajena al resto del planeta en donde el más fuerte abusa impunemente de los débiles y los asesina.

Ya no es tanto el rechazo a lo extranjero, a lo venido de lejanos confines; tampoco la aversión a las razas diferentes, por el contrario, parece estar de moda tener parejas de otras etnias. Ahora es el odio a los pobres sin importar su origen o el color de la piel. La aporofobia tiene distintos grados y matices, desde la obstaculización intencional del libre tránsito de personas de un lugar a otro, hasta las masacres con armas de fuego o con explosivos u otros artefactos mortíferos.

-¿Por qué me matas?, preguntaba el personaje de una película del oeste. 

-¡Porque puedo!, respondía el matón. 

En ese mismo sentido es la lógica y la filosofía de la aporofobia. Odio puro.