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Perdidos en el laberinto

La nación que hizo la primera revolución social del siglo XX y creo la más generosa constitución política fundamentada en la justicia social, ¿se reconoce a sí misma en la brutalidad de estos tiempos en que el espíritu está ausente?

Cuando Erik Fromm escribió que: “Vemos así cómo el proceso de crecimiento de la libertad humana posee el mismo carácter dialéctico que hemos advertido en el proceso de crecimiento individual. Por un lado, se trata de un proceso de crecimiento de su fuerza e integración, de su dominio sobre la naturaleza, del poder de su razón y de su solidaridad con otros seres humanos”, no se imaginó el México de estos días.

Este sicólogo, siquiatra y filósofo, llegó al país allá por mediados del siglo pasado y se incorporó a la Universidad Nacional formando un notable equipo de investigadores cuyos logros se tradujeron en la creación de la Sección Psicoanalítica de la Escuela de Medicina y el Instituto Mexicano de Psicoanálisis. Su pensamiento humanista quedó plasmado en sus tres libros: El miedo a la libertad, El arte de amar y El corazón del hombre. En el primero, expone su experiencia clínica enriquecida de la especulación teórica para comprender tanto la libertad, como la agresión y el instinto destructor.

Perdidos en el laberinto

Conoció la barbarie nazi, repudió la represión soviética y criticó el materialismo de las sociedades capitalistas; pero, ni remotamente se imaginó que México, el país forjado en la Revolución, que se convirtió en el refugio de los perseguidos del planeta, a los que dio abrigo y protección, se transformaría en un cementerio donde el número de muertos es tan grande que tienen que ser arrochelados en cajas frigoríficas de tráiler. 

México arropó a Fromm, como a los refugiados españoles, los perseguidos de Oriente y otros pueblos que vivían la brutalidad de los regímenes opresores, mientras que aquí el país crecía a más del seis por ciento anual, en un ambiente de paz, estabilidad y desarrollo. A cambio de su hospitalidad, recibió los frutos del talento de hombres notables en los tres grandes campos de la cultura humana: arte, ciencia y moral.

Pero, vino a ocurrir que los esfuerzos por liberar a la mente humana de sus ataduras y de sus límites, se dirigieron en otras direcciones: liberarla del peso de la tradición y del yugo de la autoridad. Las ideas se encaminaron hacia el poder económico, regido por las fuerzas del mercado o por el Estado, con su producción de bienes que dan placer y comodidad. La realización moral cayó en manos de las cosas y no del hombre.

La justicia social, esto es la adecuada retribución del trabajo, fue suplantada por la inicua explotación del ser humano para acrecentar las colosales fortunas que vienen a resultar estériles porque no aportan beneficio alguno para el espíritu. Tener más y más cómo sea y a costa de lo que sea, se ha vuelto el deporte favorito de las élites.

Octavio Paz, uno de los tres premios Nobel que México ha dado al mundo, plantea al inicio de su libro El laberinto de la soledad: “¿Qué somos y cómo realizamos eso que somos?” Con esta interrogante quizá central para todo pueblo en crecimiento, Paz invita a los mexicanos, desde las páginas de su libro a comprender su esencia, sus singularidades, y a confrontarse con la problemática que de ellas surge. Pero, ¿pueden reconocerse los mexicanos a sí mismos como parte del salvajismo que tiñe de rojo el suelo nacional?

Explica Paz que: “Razas víctimas de un poder extraño cualquiera (los negros norteamericanos por ejemplo), entablan un combate con una realidad concreta. Nosotros en cambio, luchamos con entidades imaginarias, vestigios del pasado y fantasmas engendrados por nosotros mismos. Esos fantasmas y vestigios son reales, al menos para nosotros. [...] Son intocables e invencibles, ya que no están fuera de nosotros, sino en nosotros mismos”. 

La nación que hizo la primera revolución social del siglo XX y creo la más generosa constitución política fundamentada en la justicia social, ¿se reconoce a sí misma en la brutalidad de estos tiempos en que el espíritu está ausente?