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El síndrome del economista

Es común escuchar que el síndrome del economista es igual al de los meteorólogos, que cuando dicen que ve a haber un día soleado, es necesario sacar el paraguas; no dan una y la muestra más palpable fue la de don Agustín Carstens, quien aseguró que la gran crisis financiera del 2018, cuando estalló la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, llevándose de calle a otros países, sólo se trataba de un simple catarrito.

Ahora, ese otro ajonjolí de todos los moles a los que no da sabor alguno, José Antonio González Anaya, secretario de Hacienda y Crédito Público tuvo la puntada de asegurar que México tiene finanzas públicas sanas, además de gran estabilidad anclada en sus finanzas públicas robustas; una inflación que va convergiendo al rango marcado por el Banco de México (un tres por ciento) y un sector financiero bien capitalizado y líquido. 

El síndrome del economista

Ni la burla perdona este ingeniero mecánico que no encontró ninguna irregularidad en la gestión de su antecesor Luis Videgaray, el aprendiz de canciller que elevó a nivel estratosférico la deuda externa de México con el cuento de que con la privatización del petróleo iban a llegar carretadas de dólares a fin de apuntalar la economía, para situar a México entre los primeros países del mundo, un milagro mexicano segunda versión.

Pero, nada. Según los informes del Fondo Monetario Internacional, que no se anda por la ramas: “El Fondo revisó de 2% a 1.6% su previsión de crecimiento de la economía de América Latina y el Caribe para 2018 y estima que la economía mexicana perderá fuerza en 2019. La estimación del FMI está arriba de lo que calcula el futuro gobierno, que ve una expansión económica de 2.5% para 2019 . Mientras que el gobierno actual calcula que la economía del país crecerá entre 2.5% y 3.5% para el periodo venidero.

‘Pa´cabala’ de amolar, según las observaciones de Bloomberg, el gasto federal se disparó en el primer trimestre de este año, de tal suerte que el país registró un déficit igual al 2.9 por ciento del PIB. A manera de explicación, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público informó que los ingresos fueron menores en el primer trimestre dicho porque el Gobierno no recibió un gran superávit de tipo de cambio del banco central.

La deuda que gravita sobre la economía nacional es otro motivo de preocupación dado que se ha acelerado notablemente. Durante el sexenio actual, el aumento de la deuda externa del Sector Público Federal ha sido de 68,255 millones de dólares en los 5 años cumplidos de gobierno, lo que viene a equivaler a más del doscientos por ciento del endeudamiento del gobierno federal en el sexenio previo, cuando hubo manga ancha.

Al respecto manifestó, durante una entrevista Alejandro González, director de Gestión Social, que: “Se observan incrementos en la deuda de los últimos cinco años. Este comportamiento no es por sí mismo malo, siempre y cuando lo hagas para destinarlo a gasto de capital encaminado a generar bienes productivos, incentivar el crecimiento económico, y así recuperar el gasto por deuda en el futuro”; pero, bien sabido se tiene que el dinero que llega del exterior es para cubrir gasto corriente y de representación.

El negro panorama se completa con ese enorme tempano de hielo, del cual horita sólo de percibe la punta: las pensiones. Videgaray convirtió los pasivos laborales de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad en deuda pública y ahora las pensiones de los trabajadores de esas empresas deberán pagarse con recursos fiscales, liberándoles de las obligaciones que le ley les señala como atractivo adicional para los inversionistas.

El de las pensiones es un tema que deberás atender pronto, dado el envejecimiento poblacional que vive el país. Entre más se posponga la reforma, menos será suficiente para dar satisfacción a los pensionados, que en tres años se pensionarán con la Ley de 1997, y recibirán sólo una tercera parte de su último salario. 

No pueden ir bien las finanzas públicas, como dice Anaya, otra paciente con el síndrome del economista.