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De quebrados a quebrados

Para tres de los magnates que acaparan los grandes beneficios del capitalismo salvaje y cuentan con la protección a ultranza de la oficialidad, ¿cómo va a haber bancarrota? Ésta está reservada para los 8 millones 705 mil trabajadores que sobreviven en la más absoluta pobreza porque reciben ingresos de hasta un salario mínimo, el cual asciende actualmente a 88.36 pesos, pues el gobierno se ha negado a un aumento emergente.

Entre un magnate y un obrero no hay mayor diferencia que la cuna en que nacieron y si existiera algo más que los diferenciara, sería la calidad humana, esto es, la capacidad de dar, convivir, amar, servir, ayudar. La biblia dice que: “Jesús, respondiendo a sus discípulos, dijo: Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”.

De quebrados a quebrados

De manera muy especial, en México las colosales fortunas de los potentados no son el producto del esfuerzo, la inventiva o la genialidad. Las principales surgen de la venta de garaje que hizo Carlos Salinas para entregar las empresas del Estado mexicano al grupo de 30 postores que pagaron para entrar en la jugada 25 millones de dólares; el resto deviene del capitalismo de amigos, esto es, la complicidad de las élites del poder.

La excesiva, irracional concentración de la riqueza se debe al desequilibrio del reparto de la plusvalía que genera la conjunción de capital y trabajo, escamoteando una justa retribución y las adecuadas condiciones laborales. Gracias a la globalización y al neoliberalismo se busca fomentar el desempleo y el subempleo, al punto de que se empiece a hablar del fin del trabajo asalariado o su transformación radical hacia otro tipo de propuestas que en última instancia van reduciendo las posibilidades de emplearse de las personas en el mundo de hoy. Se precariza el desempeño laboral.

Hay que decir que el capitalismo es un sistema por el cual la producción se genera en cantidades impresionantes gracias a la ausencia de trabas en los procesos creativos y generadores de riqueza; se complementa con salarios que cubren las necesidades de los trabajadores, que, así se convierten en consumidores. A diferencia de ello, en el capitalismo salvaje, aparecen las restricciones que permiten florecer a los monopolios.

Entonces, habría que decir que para la inmensa mayoría de los mexicanos, el país está en bancarrota, mientras que los magnates gozan de excesivos privilegios. Por ello, Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, dijo: “Tenemos el reto de la inseguridad, de ser más eficientes en el gasto, de promover la inversión y generación de empleos, de invertir en conectividad, en más talento, pero de ninguna manera hemos dejado de pagar nuestros compromisos internacionales y nacionales”,

Claudio X. González, afirmó, a su vez, que no comparte el uso de la palabra bancarrota; pero, sí estima que se debe ser realista porque no alcanzarán los recursos económicos para todo lo prometido en un sexenio; no por falta de ganas, sino porque nunca hay suficiente dinero ni tiempo. Francisco López, director general de la Coparmex, indicó que: “Al país le ha costado mucho trabajo construir instituciones sólidas en el sistema financiero como para desestimar la labor del Banco de México”. Así el resto de ricos.

Quienes no tienen forma de hacerse oír, son los que si están en bancarrota y cada día se levantan preguntándose cómo harán para comer, aunque sea una vez al día y con manteca.

Quizá por ello, al término de la reunión del G20 que reúne a los líderes de las potencias mundiales, se propuso asegurar políticas para el futuro del trabajo que sean lo suficientemente flexibles para atender la diversidad y los desafíos que afrontan los países del foro; abordar las preocupaciones sobre seguridad alimentaria con acuerdos especiales y mejorar la gobernanza global a través de un enfoque de abajo hacia arriba.