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El todo y sus partes

A lo largo de los años, se han hecho elucubraciones fantásticas para desmentir el axioma del notable sabio alemán Gottfried Leibniz, quien afirmó que: “El todo es mayor que la parte”; se ha llegado incluso al absurdo de decir que una parte del infinito no puede ser inferior a todo el infinito, lo que, de plano, es un chistorete tipo Chespirito, dado que el infinito no tiene partes, es absoluto. El tema vuelva a la mesa de las discusiones, ahora que las partes quieren estar encima del todo

Para poner ejemplos amables antes de entrar al terreno amargoso, se dijo que Marco Antonio Muñiz fue más grande que Los Tres Ases; sin embargo, en la realidad, la música y las canciones del trío permanecen mientras que el Lujo de México se está apagando. Igual con sir Paul McCartney o John Lennon, que tienen o tuvieron éxitos notables como solistas; pero que, jamás igualaron a las creaciones de Los Beatles. Cuenca y Manzano no llegaron al nivel de Los Polivoces.

En política, a partir de la concepción del federalismo expresada por Hamilton, la esencia de la Constitución radica en delimitar las facultades del gobierno, radicándolas en tres poderes que se fiscalizan y contrapesan mutuamente. Este arreglo institucional ayuda a garantizar que ni el gobierno como un todo ni cualquier de las partes que lo integran, pueda llegar a ser tan poderoso como para constituirse una amenaza a los derechos inalienables de los ciudadanos.

El todo y sus partes

En el sentido vertical, la Constitución señala que los poderes públicos dimanan de la soberanía popular y que se instituyen para su beneficio, pudiendo en todo tiempo cambiarlos si no responden a las necesidades y demandas de la población. Estos poderes son el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. El primero integrado por las Cámaras del Congreso de la Unión, el segundo recae en el presidente de la República y el tercero en los ministros de la Suprema Corte de Justicia.

En el plano horizontal, la federación se integra con 32 entidades federativas que son responsables de garantizar la vigencia de los derechos y el pleno disfrute de las libertades de los ciudadanos, con la observación de la Constitución federal, la Constitución local y las leyes que de ellas emanen, para lo cual, también, se integran por tres poderes locales cuyas decisiones son soberanas en tanto que no lesionan las disposiciones del pacto federal, expresadas tácitamente en la Constitución federal.

Ayer, uno de torpes integrantes del Consejo General de Instituto Nacional Electoral, Ciro Murayama tuvo la ocurrencia se afirmar que: “Hay que saber antes de votar”, refiriéndose al recorte que hizo la Cámara de Diputados al pantagruélico presupuesto que se había asignado ese organismo autónomo cuya actuación ha sido una de las más cuestionadas de las instituciones del sistema político mexicano. Aseguró que en ese organismo se trabaja mucho y se hace con calidad. 

Palabras que fueron desmentidas por el consejero presidente, Lorenzo Córdova, quien aceptó que: “El instituto electoral no está en su mejor momento. Las críticas que se le hicieron en 2006, no necesariamente demostradas, provocaron una caída importante en términos de su credibilidad. Sin embargo, ese problema no es exclusivo del INE, sino de la mayoría de las instituciones del Estado, en algunas de las cuales, incluso, esa falta de credibilidad es más grave”. Mal de muchos…

Alegan los integrantes del INE que son un organismo autónomo del Estado mexicano y que, por lo tanto, su presupuesto y los altísimos salarios que se auto asignan, no pueden ser modificados de ninguna manera. No entienden que ser autónomos no significa que sean soberanos; son una parte de un todo con el cual tienen una sólida relación de dependencia, que debiera ser de coordinación. En el renglón del dinero, como no generan más que dudas, sospechas y problemas, son dependientes.

Con todo el dinero del mundo y con aspiraciones de construirse un palacio en pleno centro de la Ciudad de México, salieron con domingo siete en la mayor parte de las elecciones que han venido desorganizando. Su descrédito es colosal; por ello, ahora con un presupuesto austero y sin tanto dinero de qué disponer, tendrán que hacer el trabajo que no hicieron antes y, si no pueden, que dejen los bártulos, Ya vendrán personas con principios para entregarse por hacer democracia.

No olviden que la Constitución no es sólo una norma jurídica; es también una norma jurídico-política. Por encima de funcionarios ambiciosos están los principios del espíritu constituyente, que quedó perfectamente plasmado en el Artículo 39 de la Carta Magna, que está por encima de las autonomías, sean verticales u horizontales. Casi un millón y medio de mexicanos inmolados en su nombre, lo confirman.