Editoriales > ANÁLISIS

Otra ‘roqueseñal’

Disque, como “México está mejor que hace cinco años”, según afirmó el presidente Enrique Peña Nieto en su Quinto Informe de Gobierno, ya se prepara, junto con la iniciativa privada, que “va a defender la libre empresa y el modelo económico que ha dado resultados”, un aumento en el Impuesto al Valor Agregado, a fin de compensar los efectos de la reforma fiscal implementada por el presidente Donald Trump en EU.

Disque, como “México está mejor que hace cinco años”, según afirmó el presidente Enrique Peña Nieto en su Quinto Informe de Gobierno, ya se prepara, junto con la iniciativa privada, que “va a defender la libre empresa y el modelo económico que ha dado resultados”, un aumento en el Impuesto al Valor Agregado, a fin de compensar los efectos de la reforma fiscal implementada por el presidente Donald Trump en EU.

Manuel Herrera , presidente de la Confederación de Cámaras de Industriales de México, afirmó ayer que con elevar la elevadísima tasa del Impuesto al Valor Agregado, que ya anda en el 16 por ciento, y abatir el Impuesto Sobre la Renta, se logará evitar que el país pierda competitividad, lo que, traducido al lenguaje vulgar equivale a decir que los aborígenes tendrán que seguir financiando a los magnates.

Otra ‘roqueseñal’

El dirigente de los industriales del país sabe perfectamente que el IVA es un impuesto altamente regresivo que afecta a la población de menor ingreso, mientras que presta un gran servicio a los dueños de los grandes capitales, permitiendo un notable nivel de evasión fiscal y de defraudación, cuando el IVA se cobra al consumidor; pero, no se hace llegar a las arcas de la administración tributaria. Es tan perjudicial que en el vecino país se cobra sólo el 8.5 por ciento, eso sí, con la ventaja de las devoluciones.

El IVA se cobra en México desde la época de José López Portillo (cuando debían los aborígenes aprender a administrar la abundancia), según decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación de fecha 29 de diciembre de 1979, para entrar en vigor el año siguiente. Inicialmente fue del 10 por ciento en todo el país, excepto la frontera donde se cobraba el 6 por ciento como estímulo para retener a consumidores del área.

Fue Ernesto Zedillo, en 1995, quien elevó el IVA en todo el país del 10 al 15 por ciento y en la frontera al 10, luego de que el Congreso, siempre a la voz del amo, bajo la conducción del presidente de la Cámara de Diputados, Humberto Roque Villanueva, actualmente subsecretario de Gobernación, aprobara la iniciativa presidencial para bien de la patria. Las cámaras de televisión captaron a Roque haciendo la ‘roqueseñal’, esto es, echando los brazos hacia atrás, como el lépero cuando dice “me los enchufé”.

Mas tarde, también para bien de México y de los mexicanos, el IVA se elevó al 16 por ciento durante la administración del becario de ingrata memoria y, con el actual gobierno, desapareció el subsidio a los fronterizos, que ahora pagar por cualquier compra casi el doble que en el vecino país. ‘Pa´cabala’ de fregar, el albañil que se da un banquete con una coca y una concha, debe pagar el IVA, ese impuesto que los ricos no.

En oposición al líder de la Concamin, Miguel Ángel Calderón, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra), afirmó que: “Cuando se aumentan los impuestos, hay un efecto multiplicador, llega a generar una escalada de aumentos más alta que lo que los impuestos marcan, por eso da tanto miedo estos incrementos al IVA”. No hay que ir muy lejos para saber quiénes tienen toda la razón.

Dentro de los cánones más rigurosos de la teoría económica, se tiene que un impuesto progresivo es aquel cuya tasa de tributación se cobra parejo o aumenta en la medida en que el ingreso crece, con lo cual el causante que más ingresos recibe debe pagar mayores impuestos proporcionalmente; por ejemplo, el impuesto a la renta es un impuesto progresivo en la medida en que los agentes con mayores ingresos deben pagar más, aunque las tasas permanezcan iguales, y más si son también progresivas.

En cambio, un impuesto regresivo es el IVA a los bienes básicos, porque afecta en mayor proporción a los agentes con menores ingresos, con el agravante que efecto es en cascada y es el consumidor final quien lo apoquina sin posibilidad de trasladarlo.

Aumentar el IVA sería el broche de oro de un régimen que ha puesto sus mejores afanes en favorecer la acumulación de la riqueza en unas cuantas manos estériles.