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No es lo mismo

Los críticos de la administración federal han insistido mucho en que la deflación está a la vuelta de la esquina y que la economía nacional habrá de derrumbarse. En esas afirmaciones hay una buena dosis de ignorancia y otra de mala fe.  Si bien se ha observado la caída de los precios de los bienes y servicios de consumo básico y de algunos suntuarios, como son los teléfonos móviles y los aparatos electrónicos, esta circunstancia está lejos del fenómeno tan temido por los economistas.

Para que haya deflación, además de la baja de precios debe darse un aumento en el valor del dinero, que, obviamente, no se ha dado; por el contrario, gracias a los programas sociales del gobierno, en este momento hay más capacidad de compra entre el grueso de los mexicanos, los que hasta épocas recientes no tenían para comer tras veces al día y debían conformarse con una concha y un refresco de cola, por los cuales, como castigo divino, debían pagar varios impuestos.

No es lo mismo

Desde siempre se ha sabido que la inflación es el impuesto más caro. Se come los ahorros de los pobres y a los ricos los convierte en más ricos. Es decir, es un tributo exactamente contrario a lo que establecen los principios de los impuestos: imparciales, proporcionales, equitativos. No hay forma de decir que un impuesto sea popular pues al ser precisamente impuesto, es decir, que atienden a una orden, no a la voluntad de quien paga, de ninguna manera va a ser agrado popular.

Las causas de la inflación obedecen a efectos de la macroeconomía y tienen que ver con las tasas de interés, la paridad cambiaria, las exportaciones y los niveles de producción; sin embargo, en México, son los comerciantes, salvo honrosas excepciones, los que fijan las reglas de la inflación. Inflan los precios hasta encontrar el límite que soporta la gente sin explotar en su contra. La técnica es tan sencilla como aumentar poco cada día, de tal manera que la inflación no se note.

Existe la inflación directa, esto es el aumento simple de precios; pero, también otras técnicas ocultas, como la de reducir las cantidades contenidas en los paquetes que siguen siendo nominales. Un kilo de masa para tortillas nunca ha sido y nunca será de un kilo, como ocurre con el azúcar, el café y otros alimentos. Otra forma es la de elevar el peso de los empaques que contienen los productos, de tal manera que se vende más plástico y cartón, que alimentos.

Quizá donde es más notorio el efecto inflacionario sea en los teléfonos celulares y en los aparatos electrónicos, donde los costos de producción y precios originales nada tienen que ver con los precios al público. Un celular cuesta en la industria cinco dólares, se vende por diez a los mayoristas y termina costado mil dólares al consumidor. Lo mismo pasa con las tabletas y las computadoras. Lo curioso es que en México cuestan casi el doble de lo que en Estados Unidos.

Por ello, cuando hay un ajuste de precios por las medidas de protección a la economía popular, no es que haya deflación, sino racionalización de los costos al consumidor. Ordinariamente, si hubiera efectiva competencia comercial en un mercado abierto, la ley de la oferta y la demanda harían que los precios bajaran por sí mismos; pero, en los monopolios que dominan el mercado mexicano, deben ser medidas oficiales las que hagan ese papel regulador que en nada gusta a los capitalistas.

Esta adecuación de los precios de los bienes y servicios que favorecen la consumidor es una buena oportunidad para que los mismos recobren su poder de compra y opten por los establecimientos que ofrecen realmente una reducción del costo de la vida, a fin de estimular su actitud y volver a la época en que los salarios sean suficientes para cubrir las necesidades básica de las familias.

Las recomendaciones para aprender a comprar son muchas y muy variadas. Algunas de ellas pueden ser: "El lado consumista puede ser nuestro peor enemigo y aunque no necesitemos nada, con el simple hecho de saber que se acerca una venta especial nos dan ganas de comprar lo que sea. Lo ideal siempre será planear con tiempo qué es lo que necesitamos y si existe algún establecimiento que tenga buenos precios.

Otro elemento muy importante es conocer los precios de los productos que queremos, para ello podemos ir a la tienda en la que estamos interesados y saber cuál es su precio recomendado, para no llevarnos sorpresas con precios inflados, algo que sí sucede, pero no en todos los productos".

Los tiempos cambian y es tiempo de recuperar el poder del consumidor, ahora que sin deflación, bajan los precios.