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Tiempo de recoger varas

En estos días el planeta entero tiene los ojos puestos en México y en la Cuarta Transformación

Allá en los años febriles del autor, esperando ser recibido por el jefe de la Junta de Aguas de San Fernando, vio a una fémina impresionante a bordo de una poderosa Ford Lariat y no pudo menos que sentirse atraído, por tanto ayudó al señor de edad que la acompañaba a bajar y tomar asiento en la sala de espera. Pero, lo interesante no resultó ser su espléndida hija, sino él. Tenía una historia singular que habla de los hombres del campo que han sabido trabajar con amor el surco.

Dijo ser el tercero de siete hermanos; que desde chico fue emprendedor y muy aguzado. Cursó la primaria y se fue con su tío a los Estados Unidos, a las pizcas, primero de hortaliza, luego de grano y por último de algodón. Las fatigas templaron su espíritu y pronto supo que no pasaría la vida con el lomo aporreado para servir a otros. Aprendió inglés, luego a manejar un automóvil, después un tractor y luego las maquinas agrícolas que se utilizan para escardar, sembrar, cultivar y cosechar.

Tiempo de recoger varas

Juntó un buen boche de dólares y compró cinco hectáreas de riego en su natal San Fernando, en donde sus demás hermanos se habían repartido los ejidos paternos y vivían de las ayudas del gobierno y de los demás apoyos que les conseguían los líderes ejidales por hacerse presentes en determinado lugar. La iban pasando y les iba tan bien como ellos imaginaban sus vidas. No le pidieron nada y el nada les ofreció, de tal suerte que cada quien siguió con lo suyo, uno viviendo de y otros en la tierra.

Al chico rato compró otras veinte hectáreas, luego ochenta y para las fechas de la narración era dueño de uno de los ranchos más importantes de la comarca y había ido a la ciudad para pagar sus derechos de agua y saludar al jefe de la oficina que era su amigo. Hay que reconocer que no es una historia común; pero, tampoco tan insólita. Los hombres que son dueños de su destino caminan y hacen camino al andar. Los profesionistas que se afanan por ser burócratas, reniegan de sus alas.

No es posible imaginar a este señor de tan hermosa hija obstruyendo las carreteras del país porque el gobierno 'no le cumple'. Los que pueden andar por ahí son los hermanos. Como Emiliano García, líder de la organización Unión Campesina Democrática del estado de Chihuahua, quien dijo muy orondo y con gran desparpajo que: "Estamos de acuerdo que se apoye a los productores y campesinos más pobres del país, pero se hace mediante un sistema asistencial para que sobrevivan en el campo y tenemos sobreviviendo en el campo muchos años". ¿Y qué tal trabajar?

Bueno sería que los hombres del campo entendieran que los tiempos han cambiado, que ya no sirve hacer el juego a intereses ajenos, especialmente los de la mafia del poder (que no se resiste a perder sus privilegios), a cambio de una torta una soda y unos pesos. ¿Qué reclaman? Que las instancias de simulación en que se registraban tantas hectáreas sembradas y se recibían apoyos de toda índole, para salir con el cuento de que el rendimiento de la tierra fue pobre y no hay cosecha.

En estos días el planeta entero tiene los ojos puestos en México y en la Cuarta Transformación que puede ser, otra vez, la fórmula simple para abatir la tremenda injusticia que mantiene la riqueza acumulada en unas cuantas manos estériles, mientras millones de seres humanos mueren de hambre, de frío y de enfermedades que pueden ser superada con simple agua limpia. Gobiernos y pueblos de todos los rumbos de la geografía están viendo lo que aquí ocurre, especialmente el cotidiano rendimiento de cuentas que hacen las autoridades, dando la cara a amigos y enemigos.

Quienes por muchos años pidieron pan y no les dieron, ahora tienen un ingreso garantizado para tomar leche también. Los que gozaron de prebendas sin fin, nomás por estar en la lista y responder al llamado de los líderes, sin haber dado golpe alguno, ni siquiera por descuido, ahí que sigan; pero que, de ninguna manera traten de impedir la transformación del país y la llegada de la tan anhelada justicia social, en la que cada quien tenga lo que le corresponde según sus esfuerzos.

Tan alejados están del sentido común los demandantes y protestantes que no alcanzan a entender que si el gobierno les otorga los beneficios que esperan tendrán que demostrar cómo los utilizan, pues ya no habrá modo de entrar e componendas con funcionarios locales que eran, por lo general, del mismo corral. Y, si lograran producir lo que dicen, ¿qué van a hacer con ello? Ni modo de enviarlo al otro lado, porque, de inmediato se acusaría al gobierno de dumping comercial y de apoyos ilegales a los productores.

Más vale bajarle una rayita y atenerse a los tiempos. Hay tiempos de tronar cohetes y tiempos de recoger varas.