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Niños, talón de Aquiles de Trump

No son los candentes temas económicos ni bélicos los que van a erosionar las políticas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump; sino el de los niños migrantes, muchos de ellos llegados a la tierra prometida sin sus padres, huyendo del horror de las guerras, de la miseria y el abandono que viven en sus países de origen. La escena, de los niños enjaulados, durmiendo en bolsas plásticas, en el suelo, es harto estrujante.

Escena que ha dado la vuelta al mundo, llenado de indignación a quienes consideran a la primera potencia del mundo la tierra de la libertad, de la justicia, de la civilización en toda su magnífica expresión, y que ahora observan cómo se recibe a los pequeños cuyo destino no está en sus propias manos y que ni siquiera pidieron venir al mundo, ese mundo que ahora los rechaza, los estigmatiza, les niega toda posibilidad de vida digna.    

Niños, talón de Aquiles de Trump

Ayer, la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, rechazó las acusaciones de que la dependencia a su cargo esté actuando de manera inhumana e inmoral. Aseguró que: “No nos disculparemos por el trabajo que hacemos ni por el trabajo que los agentes hacen y que el pueblo estadounidense espera que hagamos. Las acciones ilegales tienen y deben tener consecuencias. Hay que terminar con el no pasa nada”.

A esas declaraciones respondió la ex primera dama estadounidense, Laura Bush, quien rompió el silencio para criticar la política de separación de familias que intentan cruzar la frontera ilegalmente, que el presidente Donald Trump ha permitido en el último mes y medio. Expresó que: “La razón de estas separaciones es una política de cero tolerancia para sus padres, quienes están acusados de cruzar ilegalmente nuestras fronteras. Yo vivo en un estado fronterizo. Aprecio la necesidad de hacer cumplir y proteger nuestras fronteras internacionales, pero esta política es cruel, es inmoral y me rompe el corazón”. La Sra. Bush coincide con otras primeras damas.

Inclusive, comparó las instalaciones de detención que resguardan a niños inmigrantes con los campos de internamiento utilizados durante la Segunda Guerra Mundial para albergar a japoneses estadounidenses, y que ahora se consideran uno de los episodios más vergonzosos en la historia de Estados Unidos. Por su parte, Melania, la esposa del presidente Trump, señaló a través de su portavoz que: “Odio ver que los niños sean separados de sus familias”. Con estas damas coincide el grueso de los estadunidenses. 

A nivel internacional, organismos como la Unicef, cuyos postulados expresados en el Articulo 2 de la Convención Sobre Derechos de los Niños, dice: “Los Estados Partes respetarán los derechos enunciados en la presente Convención y asegurarán su aplicación a cada niño sujeto a su jurisdicción, sin distinción alguna, independientemente de la raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, la opinión política o de otra índole, el origen nacional, étnico o social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra condición del niño, de sus padres o de sus representantes legales”, han manifestado su preocupación por el trato que se está dando a los niños migrantes, precisamente en un país firmantes de los acuerdos.

En medio de la polémica que ha trascendido a nivel global, se recuerda que en el mes de enero de este año, tres jueces de la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito de San Francisco, Estados Unidos, determinaron por sentencia que a todos los niños inmigrantes que ingresen con sus padres de manera ilegal al país se les negará la posibilidad de tener un abogado del Estado para apelar para la deportación. 

Quizá el jaque a las políticas del presidente Trump con respecto a los migrantes, lo haya dado la exprimera dama, secretaria de Estado y excandidata a la Presidencia, Hilary Clinton, quien a través de Twitter, manifestó: “Esto no está sucediendo debido a la ‘ley demócrata’ como lo ha reclamado la Casa Blanca. La separación de las familias no está obligada por ley en absoluto: es una mentira abierta. Y nos incumbe a nosotros, periodistas y ciudadanos por igual, llamarlo así”. ¡Sopas!