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México necesita elecciones limpias

Pretendía el presidente Enrique Peña Nieto, y es posible que aún lo espere, pasar a la historia como el gran transformador de México; sin embargo, los errores de su equipo aunados a cierta dosis de ignorancia y de soberbia, lo han impedido, y seguramente no ya no lo logrará. La historia lo tratará bien si acepta que las elecciones tengan certeza, imparcialidad, independencia, máxima publicidad, objetividad, legalidad y probidad.

Siete principios que señala la ley y que son parte de su obligación. Ni siquiera tendría que hacer nada extraordinario para librarla. Basta con que deje que en las urnas se manifieste con claridad la voluntad popular y que no se perpetre un nuevo fraude en los procesos comiciales, que se han amontonado con la intención de crear confusión; pero que, giran necesariamente en torno a la elección para presidente de la República.

México necesita elecciones limpias

Los signos son ominosos y se dejan sentir por todas partes, tanto al interior como en el exterior. Al ‘ensayo general con vestuario’ que fue la elección del primo en el estado de México, debe aunarse el sainete de Coahuila, en que las autoridades electorales ya demostraron que son lo que son y están para lo que se ofrezca, nomás que la maiceada sea generosa y logre cubrir la capa de ignominia, como ocurrió con don Sergio García.

Más allá, de medios tradicionalmente poco escrupulosos llegan noticias que hablan del triunfo del partido oficial, que, según dicen, será difícil; pero, prácticamente amarrado. Curiosamente, allá y aquí se ha sembrado la idea de que con sólo el 30 por ciento de los votos posibles, los tricolores ganan con cierta comodidad. Un treinta por ciento que, con los sectores favorecidos en las colosales rapiñas, obtienen fácilmente. 

Quienes están convencidos de que la democracia es el mejor camino para lograr el avance de los países y de sus habitantes, no pueden negar la posibilidad de que el PRI pueda ganar, aunque con márgenes muy pequeños; lo preocupante es que el triunfo se obtenga mediante un nuevo fraude como los observados durante los últimos años, y que ni siquiera se pretende ocultar. Que nuevamente se caiga el sistema u otra cosa.

El presidente Peña Nieto no goza de las simpatías del grueso de los habitantes de este país por las tonterías de sus secretarios, a los que defiende a capa y espada, como debía defender el interés de los mexicanos, a los que deseaba gobernar. La ineptitud de Luis Videgaray, la corrupción de Gerardo Ruiz, la tontería de Ildefonso Guajardo, la torpeza de Pedro Joaquín, y demás víboras prietas y tepocatas, han generado el caos.

Por ello, un buen número de votantes se pronunciará en las urnas por un cambio que posibilite la recuperación del Anáhuac y de los valores que le dieron tanta grandeza y esplendor. Importantes actores políticos han manifestado que la tolerancia tiene un límite y que los mexicanos ya llegaron a él. Que no será posible aceptar otro fraude más. Hay mucha irritación en el pueblo que ve cómo sus ingresos pierden capacidad de compra por la pichicates en el ajuste salarial y la inflación galopante ya innegable.

Hay demasiada irritación en el ánimo de la gente y, además, lo que viene a resultar peor, muchas armas en la calle. También de fuera llegan informes de que el gobierno de este país está gastando millones de dólares en la compra de armamento, que incluye ojivas montadas en cohetes de cierto alcance que, ciertamente, no son para defender al país o sus instituciones. Compra el gobierno y compran los delincuentes.

Con semejantes arsenales, un nuevo fraude comicial será como echar gasolina a la pira donde se inmolan los anhelos de paz, progreso y bienestar de México y los mexicanos. El presidente tiene en sus manos la posibilidad de que se dé en México la alternancia que pueda llegar a la transición hacía formas de gobierno y de estructura social justas.

Puede lograr que el cambio sea pacífico y ordenado, y con ello evitar un levantamiento armado, que a todo se acostumbre el hombre, menos a no comer.