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El año de la esperanza

En punto de la medianoche, de esta noche de fin de año, comienza el año nuevo, un año cargado de esperanzas.

En punto de la medianoche, de esta noche de fin de año, comienza el año nuevo, un año cargado de esperanzas. El gran pueblo mexicano venido de la fusión de razas que no se aniquilaron; sino que se complementaron, ha encontrado en la esperanza su más firme soporte. Ya lo dijo Aguirre y Fierro: "La esperanza, nuestra dulce amiga que las penas mitiga y convierte en vergel nuestro camino’’. Es la esperanza el faro de luz que ha guiado al pueblo mestizo en su peregrinar por las páginas de la historia.

En las horas aciagas, emerge, luminosa, la esperanza y con ella los bríos y el ímpetu para lograr las hazañas que han movido y conmovido al mundo. Cuando la esclavitud era el puntal del desarrollo del vecino, México proclamó su abolición y con ella la libertad de expresión y la libertad de tránsito. Cuando el planeta era dominado por el derecho divino de las monarquías a gobernar sobre los pueblos salvajes e incultos, México confirmó su vocación liberal y democrática; en los tiempos en que la humanidad se debatía en guerras y genocidios atroces, la Revolución Mexicana daba sus frutos asaz de espléndidos. El año que comienza no puede ser otro "cúmulo de amargos desengaños". Ya no puede darse una vuelta más al torniquete que ahoga a los aborígenes, que han vuelto a la condición de parias que tenían al principio de la centuria pasada. Se han rebasado los esquemas de tolerancia y, como ya no hay nada que perder, todo será para delante. Para adelante con la esperanza como estímulo para labrar un presente y un futuro mejor para esta patria que supo albergar en su seno a Morelos, Juárez, Carranza y Cárdenas.

El año de la esperanza

El año nuevo es la oportunidad para, una vez más, rechazar la concepción aristotélica del poder, en donde sólo las clases altas y ricas, por su distinción, eran capaces de gobernar con autoridad a un pueblo que se caracterizaba por la brutalidad, dominado por las pasiones y orillado a actuar con violencia y terror. Con esperanza, va a rescatarse el concepto básico plasmado por los constituyentes de Queretaro, en 1917, en el Título Segundo, Capítulo I, De la Soberanía Nacional y de la Forma de Gobierno, Artículo 39: "La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno". Idea, ciertamente revolucionaria en todos sus términos.

La existencia de técnicos, profesionistas, industriales, campesinos, obreros, comerciantes, funcionarios y burgueses, poseedores de las virtudes y la capacidad necesarias para construir una sociedad equilibrada y armónica, en donde el gobierno se desarrollemediantelacooperacióntransversal, tandemoda, para dar acceso al bien común dando a cada una de las partes lo que legalmente le corresponde en una economía mixta, con rectoría del Estado, no para imponer criterios, sino para evitar los graves abusos. En el pasado, México marchó siempre a la vanguardia con tan buenos resultados que pudo crecer al seis y siete por ciento con baja inflación y cero devaluación. Testimonio de ello son las grandes instituciones del Estado, que aún perviven: pero en condiciones tan lamentables de las que habría que rescatarlas, y las empresas paraestatales que tanto pelearon los magnates que ahora son los más ricos del mundo gracias al reparto que hizo Salinas para crear el modelo perfecto, inmaculado, del capitalismo de cuates.

En matemáticas, el valor de la esperanza puede ser improbable o incluso imposible; no así en las ciencias humanísticas. Con la muerte de los caudillos de la Independencia, Guadalupe Victoria mantuvo viva la llama de la esperanza en las costas de Veracruz y las montañas de Puebla; con el ejército napoleónico dominando en todo el territorio nacional, Benito Juárez mantuvo en alto la esperanza de la restauración de la República y del estado de Derecho; el artero asesinato del Apóstol de la Democracia, Francisco I. Madero, desencadenó la lucha social en todo el país.

Así ha sido siempre: cuando la noche es más oscura, se percibe el brillo de los rayos de la esperanza penetrando en la negrura, como juglares que anuncian la llegada de un tiempo nuevo, de una época de redención, de redefinición, de restauración. Un pueblo que ha tenido tantos y tan buenos momentos de gloria, no puede negarse la oportunidad de ir en pos de su propio destino de la mano de la justicia. Justicia que será el punto de partida para una nueva etapa de paz, estabilidad y desarrollo.

Como lo fue antes, como será en el futuro que inicia en el año que comienza y que será el año de la esperanza.