Editoriales > ANÁLISIS

México deshilachado

Pocos discursos tan brillantes como el que pronunció Carlos Payan Velver al recibir del Senado de la República la medalla Belisario Domínguez. Próximo a cumplir los 90 años (nació el 2 de febrero de 1929), el periodista, político y escritor pintó un panorama preciso del México de estos días, haciendo una analogía de la política con el Apocalipsis, del libro de San Juan; pero, ampliando los horizontes a todo el planeta. Advirtió del retorno del fundamentalismo en sus diversas variantes.

La rica e intensa vida de Carlos Payán Velver le ha dejado tiempo aún para cumplir con acierto una multifacética y formidable cantidad de actividades, siempre a favor de la apertura de espacios democráticos, velando por los derechos humanos, por la defensa de los legados cultural e histórico, y el uso responsable y crítico de los medios, difundiendo la verdad con perseverancia y patriotismo. Dedicó el galardón a los periodistas que han muerto por su profesión.

México deshilachado

Hombre de pensamiento elevado y palabra clara, dijo al iniciar que: “Me otorgan la honrosa medalla Belisario Domínguez cuando llego ya al último trecho de mi camino y poco a poco he empezado a decirle adiós a las personas, los animales, las cosas, los libros y los lugares que tanto he amado en esta vida. Me iré sin saber hacia dónde, hacia qué profundidades de la nada y el olvido, y me iré con la inquietud de no ser sólo yo, ser individual y por tanto insignificante, el que se encamina hacia el final; sino que el drama tiene dimensiones cósmicas, irreparables. Es la humanidad entera la que parece encaminada a un desenlace fatídico”. Luego explicó el porqué.

“Ese texto bíblico tan extraño, profético o delirante que es el Apocalipsis, habla de cuatro caballos de fuego y de rabia que vendrán a violentar y destruir lo existente. No sé cuál será la cuarta de esas bestias pero creo que puedo referirme aquí a tres de ellas. La primera bestia es el agotamiento y la destrucción, por obra humana, de la naturaleza, esa madre nutricia y fuente absoluta de vida que ya no da más de sí. El medio ambiente que nos arropa ya no aguanta más maltrato y saqueo por parte de una cultura absurda, consumista sin límite, egoísta, narcisista hasta la ruina, enamorada de sí misma y del dinero, que en su afán por devorar se está devorando a sí misma. Y con ella jala al desastre al propio planeta y a todos los que en él crecemos y en el que somos lo que somos”. No hubo forma de sustraerse al terrible dramatismo de sus palabras.

Luego dijo que el segundo caballo apocalíptico era “la indiferencia o la abierta hostilidad y la agresión con que un mundo privilegiado se comporta frente a las otras tres cuartas partes de la humanidad: los despojados, los perseguidos, los abandonados que huyen de la guerra, la sequía, las inundaciones, la violencia y el hambre, desbordando los caminos de la Tierra en una infinita caravana; que echan mano de sus últimas fuerzas para llegar hasta unas puertas que se les cierran en las narices ,y hasta las fronteras de naciones más favorecidas que responden con balas, alambradas, desprecio, insultos, deportaciones, campos de concentración, muerte”. ¡Qué verdad!

Luego tocó uno de los temas que mejor domina en el extenso campo de su quehacer intelectual, al que el tiempo ha respetado tanto que a poco de su novena década, aparece tan lúcido como cuando ejerció el periodismo, fue senador de la República, escribió sus libros o ejerció el magisterio en aulas universitarias. Dijo: “La tercera bestia de rabia y sangre es el regreso del fascismo. Hay quienes llaman neofascismo, protofascismo o ultraderecha a este fenómeno que renace con alevosía en las cuatro esquinas del planeta. Yo, por mi parte, prefiero dejar a un lado prefijos y eufemismos y llamarlo por su nombre puro y duro: fascismo”. Previno a la humanidad de este mal.

En seguida hizo un repaso histórico, social, político y geográfico de las evidencias del empoderamiento del fascismo en los cinco continentes, incluyendo el vecino del norte, con el que México tendrá que lidiar; pero, sin comprometer su soberanía, independencia e idiosincrasia.

Ya casi para concluir, manifestó que; “Yo vivo en la actualidad en Cataluña, en los Bajos Pirineos, alejado de la política y el periodismo, y regresé a México para estar al lado de Andrés Manuel López Obrador el día en que recibió el mandato de la nación, esta Patria mía, tan deshilachada, tan pobre, tan saqueada, con tanto político corrupto y con tanto muerto regado por su territorio”.

Quizá, como pocas veces antes, la medalla Belisario Domínguez fue asignada con justicia.