Malos presagios

Hoy comparecerán ante el Senado de la República los integrantes de las dos ternas que fueron enviadas por el presidente Enrique Peña Nieto, el pasado 13 de noviembre, para la elección de los magistrados de la Suprema Corte que habrán de sustituir a Olga Sánchez Cordero y Juan Silva Meza, quienes este fin de mes concluyen su período dentro del máximo tribunal. La comparecencia se llevará a cabo con malos presagios.
La integración misma de la ternas alentó un copioso aluvión de críticas, muchas de ellas con sólidos fundamentos en hechos tangibles y bien documentados. De hecho, no existe un sentido lógico y menos jurídico en la integración de la propuesta integrada por Sara Patricia Orea Ochoa, Norma Lucía Piña Hernández y Judith Sánchez Valle, así como por Álvaro Castro Estrada, Alejandro Jaime Gómez Sánchez y Javier Laynez Potisek.
Algunos de los propuestos han recibido tantas y tan graves descalificaciones que, de entrada, debían ponerlos al margen de la comparecencia; sin embargo, lo que podría ser el sello distintivo del pelotón es que ninguno tiene antecedentes que los identifiquen como un claro defensor de los derechos humanos, uno de los renglones que deben ser fortalecidos en la Corte, dada la muy mala nota que el país tiene en el entorno planetario.
La designación de los dos ministros podría ser, como otras muchas designaciones al vapor y por amachamiento voluntarioso de quien ejerce el poder, como sucedió con el exprocurador Eduardo Medina Mora, que tan lamentable papel ha venido realizando; sin embargo, las circunstancias son ahora muy diferentes y existe un creciente interés de las organizaciones internacionales de Derechos Humanos, incluyendo el Alto Comisionado de la Organización de las Naciones Unidas del ramo. Lo que se haga, será trascendente.
El antecedente ominoso fue la forma en que la dirigencia del Senado, sin ningún recato decidió que la comparecencia de los integrantes de las ternas fuera este lunes y no, como se venía negociando, a principios del mes entrante. Hay un viejo y conocido refrán que recomienda: “piensa mal y acertarás”. En el caso viene como anillo al dedo. De seguir la misma, quedarán en la Corte los amigos, siempre prestos a la voz del amo.
En un sistema en que la ley está siempre a favor del poder, no existe ninguna exigencia de que el presidente avale la propuesta de las ternas con algunas consideraciones que permitan conocer los méritos por los cuales llegan a posiciones de tan relevancia, donde el dinero abunda y donde se toman las decisiones torales para la vida institucional de este país tan dejado de la mano de Dios, quizá como nunca antes en toda su historia.
Las palabras de José Luis Caballero, director del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana son contundentes: “necesitamos una Corte de derechos humanos”. Es decir, una Corte que se perciba confiable, legítima, donde la gente y las minorías en relación con el ejercicio de los derechos humanos encuentre en ella protección a sus derechos, reparación de violaciones y una dignificación. Por eso es importante quién ocupa un asiento en la Corte. Por eso es importante lo que hoy suceda.
Más allá de las implicaciones que tiene la designación de los nuevos ministros con respecto de la justicia y del respeto a los derechos humanos, la decisión de este día será un indicador preciso para los acontecimientos que están por venir. De quedar los amigos del presidente, no habrá duda de que en el resto de las resoluciones de la vida política y social de este país, el dedo divino tendrá mano y sus designios resultarán inexorables.
Lo sabrán los aborígenes y lo sabrán todos los que en este momento están preocupados por lo que ocurre en este país que en tantas ocasiones fue un campeón del derecho y un gran defensor de los derechos de los pueblos oprimidos de la América y de más allá de la mar. La designación de los ministros será el parteaguas: Las instituciones nacionales recobran su brillo y potestad, o se asumen como simple comparsa del poder omnímodo.




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