Editoriales

Los pactos de Nueva York

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 16 DICIEMBRE 2016
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Los pactos de Nueva York

Este día se cumplen 50 años de la fecha en que la Organización de las Naciones Unidas adoptara como propios los Pactos de Nueva York: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Con ellos se dio un nuevo alientos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, y se dio un fuerte impulso a la tarea de solidaridad social.

En su Preámbulo de la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General en su resolución 2200 A (XXI), de 16 de diciembre de 1966, que entraría en vigor 10 años después, señala que: “Los Estados Partes en el presente Pacto, Considerando que, conforme a los principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas, la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros de la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables.

Reconociendo que estos derechos se derivan de la dignidad inherente a la persona humana, Reconociendo que, con arreglo a la Declaración Universal de Derechos Humanos, no puede realizarse el ideal del ser humano libre en el disfrute de las libertades civiles y políticas y liberado del temor y de la miseria, a menos que se creen condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos civiles y políticos, tanto como de sus derechos económicos, sociales y culturales.

Considerando que la Carta de las Naciones Unidas impone a los Estados la obligación de promover el respeto universal y efectivo de los derechos y libertades humanos,

Comprendiendo que el individuo, por tener deberes respecto de otros individuos y de la comunidad a que pertenece, tiene la obligación de esforzarse por la consecución y la observancia de los derechos reconocidos en este Pacto”.

La intencionalidad de la ONU llega hasta los linderos de la poesía cuando se refiere al ser humano como depositario de derechos y deberes para consigo mismo y con las demás personas que conforman las sociedad humana. Traen el aliento de los más caros anhelos de los hombres de buena voluntad y no puede negarse la inspiración divina que se eleva por encima de las debilidades de la naturaleza humana, siempre tan frágil.

Los Derechos Civiles y Políticos son derechos humanos fundamentales. Vale decir que desde la Constitución de 1824, promulgada por el creador del Estado federal mexicano y primer presidente de la República, general Guadalupe Victoria, la ley prohibió y condenó la esclavitud y la tortura y consagró en la ley la libertad individual, la libertad de expresión, la libertad de pensamiento, además deposita el poder público en el pueblo.

Con respecto a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, son derechos humanos considerados como obligaciones de deuda, lo que significa que el Estado tiene que ser depositario y tomar las medidas adecuadas para garantizar su aplicación, contrario a los derechos civiles y políticos. Estos derechos aseguran a todo ser humano un nivel de vida adecuado y promueven la mejora continua de las condiciones vitales. Comprenden los derechos a la salud, la educación, el trabajo, la seguridad social, que provee el Estado.

A medio siglo de distancia, la propuesta de los Pactos de Nueva York no se han podido cumplir; por el contrario, una fuerte corriente de tendencia egocéntrica, ha provocado que los Estados abjuren de sus compromisos políticos, económicos y sociales, y dejen a las fuerzas del capitalismo salvaje decidir el futuro del ser humano en lo particular y de la humanidad en lo general, afectando seriamente su hábitat con los daños al planeta. La guerra, de todas formas y manifestaciones, ha venido a ser el símbolo de los tiempos.

Los luminosos artículos 6: “El derecho a la vida”; 7: “La prohibición de la tortura u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes”: 8: “La prohibición de la esclavitud”, aunque aceptados y firmados por el grueso de las naciones civilizadas, son letra muerta en una realidad. Una realidad lacerante que horroriza cada vez menos con sus actos de extrema crueldad. El hombre a tornado a ser el lobo del hombre, movido por sus más oscuros sentimientos y bajas pasiones.

México se adhirió a los pactos en 1981, según da testimonio la oficial mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Aída González Martínez. Ojalá que los eventos de esta fecha puedan recuperar algo del contenido de los Pactos de Nueva York.  


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