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Los orígenes

Los sindicatos se aliaron a los empresarios y el aumento de las jornadas laborales y la disminución de los salarios han sido tan inmorales como ilegales

Las conductas antisociales no son un fenómeno de generación espontánea, sino resultado de muchas décadas de afectación al tejido social. Si fuera necesario hacer un riguroso repaso de las estrategias que llevaron a la pérdida de los valores éticos, tendría que empezarse con la Reforma Educativa de los años setentas, cuando, de buenas a primeras, se cambió la tradición formativa de las nuevas generaciones, venida de la Colonia, para traer el Método Global de Análisis Estructural.

En aquellos años aciagos, fuera de los licenciados en pedagogía formados en Europa, Argentina y Chile, no había quien pudiera entender de qué se trataban los temas que se veían en las escuelas. Los maestros no podían conducir el aprendizaje de los alumnos porque ellos mismos no tenían idea de la función de los lexemas, gramemas y morfemas. Los que eran responsables, hicieron caso omiso y siguieren enseñando con los métodos tradicionales, que incluían el Método de Torres Quintero.

Los orígenes

En los hogares se perdió la tradición familiar en que los padres ayudaban a sus hijos con las tareas, dado que hablaban lenguajes diferentes: “tengo menos cinco”; “¿tienes o no tienes?”. Los peques llegaron a pensar que sus padres eran tontos, porque se empeñaban en asegurar que había cinco continentes, cuando el profesor había enseñado los mapamundis en que únicamente había tres: el Americano, el Euroasiaticoafricano y Oceanía. Desaparecieron la historia, la geografía y en civismo.

El segundo paso fue incorporar a la mujer al sector industrial para bajar los costos de producción con la precarización de los salarios. Con el cuento de la liberación femenil, impusieron nuevos yugos a las féminas, que eran explotadas dentro de sus hogares y en las fábricas, donde ganan menos que los varones por jornadas iguales de trabajo. Con el agravante del acoso sexual que no siempre podía evadirse o resistirse, y el resultado de miles de embarazos no deseados que trajeron al mundo niños que han crecido orejanos, sin ningún calor humano, sin dirección ni amor.

Los sindicatos se aliaron a los empresarios y el aumento de las jornadas laborales y la disminución de los salarios han sido tan inmorales como ilegales, al margen de las resoluciones y las muchas recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo y demás instituciones que procuran la defensa de los asalariados, que han venido a resultar invisibles cuando no inexistentes para las muchas organizaciones que aseguran encargarse de la defensa de los derechos humanos.

El entonces Banco Confía fue la primera institución en dar la voz de alerta sobre la desbordada producción de niños sin padre y sin familiares que pudieran hacerse cargo de ellos en tanto que la madre se sobaba el lomo en las maquiladoras. Con estadísticas precisas profetizó en los 80s lo que ahora se ve, se siente y se padece. Los miles de niños sin dirección, sin valores, sin respeto a sí mismos y a los demás, se han convertido en enemigos de la sociedad, que se juegan la vida en un lance porque para ellos no tiene significado alguno, excepto por el temor que llegan a provocar.

El resultado de un proyecto que comenzó en los años setentas, no puede resolverse de la noche a la mañana y menos si quienes han sido beneficiarios del mismo, y han logrado acumular riquezas enormes quitando el pan de la boca a los niños (que siguen siendo la mayor producción del sector maquilador), se esfuerzan en echar por tierra los proyectos de la administración que está empeñada en racionalizar la economía para hacerla más humana; que la riqueza beneficie a todos.

A todos; pero, especialmente a las nuevas generaciones para que tengan una sólida formación en los tres grandes campos de la cultura humana: arte, ciencia y moral, de tal forma que pueda cumplirse el artículo tercero constitucional que señala que la educación debe tender al desarrollo armónico de todas las facultades del individuo.

La tarea es a largo plazo; pero, lo importante es que ya empezó y que no obstante las críticas y las malas intenciones, sigue adelante forjando el futuro en que vuelva a brillar la estrella de la justicia social que no es otra cosa que la adecuada retribución del trabajo que hace posible la generación de riqueza, y con ello el retorno de La Paz.