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Lo mejor está por venir

La agonía del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, que tanto daño ha hecho al país y a los paisanos, abre las expectativas de una nueva etapa de crecimiento y desarrollo fundamentada en la producción, la innovación y la economía real.

La agonía del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, que tanto daño ha hecho al país y a los paisanos, abre las expectativas de una nueva etapa de crecimiento y desarrollo fundamentada en la producción, la innovación y la economía real. Quizá lo mejor de todo es que la reconstrucción de las cadenas productivas del país tendrán que afincarse en las ventajas competitivas dinámicas y no solamente en las estáticas.

No se trata de que los negociadores mexicanos encabezados por el obtuso Ildefonso Guajardo acepten o no las exigencias de Estados Unidos, de una mayor integración y de reglas claras de operación; o de Canadá, que exige un mejoramiento substancia de los salarios y la incorporación de temas relacionado con los derechos humanos. Los dos países han señalado que continuarán sus relaciones comerciales con o sin México.

Lo mejor está por venir

Este México con una élite rentista dueña total de medios de comunicación, servicios financieros y empresas de ensamble, amparada por un aparato institucional puesto al servicio de los intereses de las grandes trasnacionales; que han acabado con la clase media y han pauperizado a los trabajadores con salarios anticonstitucionales además de inmorales, que en promedio son diez veces inferiores a los que pagan Canadá y EU.

Guajardo no está defendiendo a los mexicanos en las negociaciones del TLCAN; sino al 82 por ciento de las empresas enganchadas a las cadenas de valor estadounidenses, conformadas en ese triangulo perverso de grandes grupos financieros, monopolios tecnológicos y gobernantes desreguladores del mercado, que durante tres décadas ha propiciado el deterioro de la calidad de vida de los mexicanos mediante el despojo.

Los pocos productos auténticamente nacionales que concurrían al gran mercado de la América del Norte, ahora pertenecen a firmas trasnacionales y de México sólo llevan las gotas de sudor y sangre de los trabajadores autóctonos que con 80 pesos deben simular que comen y sufragan todos los gastos que exige la existencia humana (y aún se quejan de que la delincuencia echa a perder su buena digestión). La mentira cae.

El Tratado de Libre Comercio de la América del Norte es el mejor ejemplo de que el libre comercio no genera lo que ofrece: estímulo a la producción, mayor innovación, más y mejor empleo y, como consecuencia final, prosperidad. La ecuación es simple, tan simple que parece una paradoja: sin impuestos por importación o exportación, los Estados pierden una importante fuente de recursos para cumplir sus compromisos sociales y, como resultado, deben gravar más la producción, el trabajo y el consumo.

Cierto es que a Canadá no le ha ido mal con el TLCAN: pero, es necesario señalar que es un país que cuenta con una amplia diversificación productiva y comercial; que está estructurada transnacionalmente y que posee una composición técnica avanzada. Ahí, al revés de lo ocurrido en México, se han bien aprovechado las ventajas competitivas dinámicas, con las cuales se ha venido a enriquecer las ventajas competitivas estáticas.

Las administraciones públicas copadas por los grupos empresariales rentistas, no ven más allá de la posición geográfica, la amplia disponibilidad de recursos naturales y la mano de obra muy barata. En la busca de ganancias fáciles y abundantes, acabaron con la pequeña y mediana industria, con las cadenas productivas y comercializadoras nacionales, con la fuerza de los sindicatos y con la legislación laboral que permitía una justa retribución del trabajo. No hicieron más que trabajar para su santo. Eso se acabó.

El fin de TLCAN es la oportunidad para recuperar, quizá bajo las propuestas de la Organización Mundial del Comercio, lo que México y los mexicanos perdieron por la tozudez de una camarilla privilegiada. Se abre la oportunidad de fortalecer el mercado interno, crear fuentes de empleo bien remunerado y reactivar la economía estancada.